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Miércoles, 2 de mayo de 2007
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ENTREVISTA AL POETA CUBANO CESAR LOPEZ

“No se puede vivir sin la poesía”

El autor de Segundo libro de la ciudad inauguró ayer el Segundo Festival Internacional de Poesía. Intelectual crítico, en la reciente Feria de La Habana había sorprendido a todos cuando reivindicó a los escritores del exilio.

Por Silvina Friera
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“La relación de todo creador con el poder político es difícil”, señala López.

A su madre le gustaba escuchar tangos, y él canta el comienzo de Ninguna con su voz finita, quebrada por el murmullo de la gente que recorre el predio de la Rural. “Esta puerta se abrió para tu paso, este piano tembló con tu canción, esta mesa, este espejo y estos cuadros, guardan ecos del eco de tu voz...” Cuando el poeta cubano se entusiasma, cita versos, recuerda frases y canciones, aunque el café que pidió se enfríe. “La poesía está más viva que nunca y es tan necesaria como la respiración porque no se puede vivir sin ella”, dice César López a Página/12, que inauguró ayer el Segundo Festival Internacional de Poesía en la Feria del Libro (ver aparte). El autor de Segundo libro de la ciudad –prohibido hasta 1988 por incluir un poema en el que denunciaba, en 1970, la existencia de campos de reclusión en La Habana– sabe que la relación de todo creador con el poder político es siempre compleja. López, que soportó durante quince años el “exilio” interno del silencio hasta que pudo volver a publicar sus libros en la isla, cuenta que afrontó esta circunstancia con “honestidad desgarradora”, pero sin negar que sintió miedo. Y con esa misma honestidad, durante la reciente Feria del Libro de La Habana, sorprendió a los cubanos cuando en el acto de apertura, ante Raúl Castro y el ministro de Cultura Abel Prieto, recordó a varios escritores del exilio, como Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, José Kozer y Lydia Cabrera, entre otros, quienes tuvieron una relación distante o crítica con la revolución.

“Este encuentro se complementa con lo que está pasando con la poesía en el festival de Medellín, de Bogotá o el de La Habana, para limitarnos sólo a América –opina el poeta–, pero que en una feria del libro se convoque un encuentro de poesía resulta esplendoroso, no solamente porque nos encontramos también poetas de todas partes sino porque queremos que el lector se comunique más con el mundo de la creación poética.”

–¿Ahora los lectores se están acercando más a la poesía?

–Desde el siglo XIX, desde la eclosión del modernismo, desde el momento en que los poetas de nuestra América cambian el panorama de la poesía escrita en nuestra lengua, ha habido un devenir progresivo y permanente de la poesía. Pensemos que cuando Rubén Darío se encuentra con José Martí en Nueva York le llama “padre” y Martí le dice a Darío “hijo”. Es decir que ya hay un fundamento, una piedra de la construcción de una poética nuestra, que va a influir inclusive en los poetas de la península. Hay una interrelación entre los poetas y los lectores de poesía en Colombia, México, Chile, Argentina, Perú y Cuba. En los últimos años los que se dedican a la poesía se sienten orgullosos de ser poetas y de ser reconocidos como tales. Antes el poeta era considerado un “comemierda”, que en Cuba es una expresión muy dura, pero ahora los poetas son respetados. Es increíble participar del festival de poesía de Medellín, una ciudad tan difícil, tan violenta, que reúne a miles de personas y a cientos de poetas de todo el mundo. A veces hay diez mil o quince mil espectadores escuchando poesía dicha en los más variados idiomas.

–¿Por qué antes los poetas no se sentían orgullosos de su condición?

–Una parte de la sociedad burguesa despreciaba a los poetas y entonces muchos interpretaron el papel de malditos y empezaron a oponerse al sistema que los contradecía, los combatía. Hay que tener cuidado, porque muchas veces el sistema acepta a los poetas para poder maniatarlos y silenciarlos. Pero creo que los escucha, aunque tengan visiones contradictorias en relación con la sociedad, y sobre todo con los gobiernos. La relación de todo creador con el poder político es difícil, aun cuando en un país ha surgido un movimiento de esperanza –estoy pensando en la revolución de Octubre en la antigua Rusia–, el choque con los poetas fue tremendo: fueron perseguidos, muchos se suicidaron, no fueron reconocidos; hombres y mujeres que tuvieron que esperar el paso del tiempo para que fueran aceptados por lo que eran: voces del pueblo. También en España la Guerra Civil comienza y termina con la muerte de poetas; comienza con la de Lorca y termina con la de Miguel Hernández, pasando por la muerte de Machado, cuando cruza la frontera hacia Francia.

–¿La poesía le permitía “decir” lo que no podía decir públicamente en los años en que estuvo silenciado en Cuba?

–Como decía el poeta español Luis Cernuda, el compromiso fundamental de un poeta es con la poesía, pero ese compromiso no lo exime de lo que está pasando, de sus circunstancias. El poeta debe estar abierto a todo lo que está pasando en su mundo, en su coyuntura. Borges siempre afirmó que el tema fundamental de la poesía es el tiempo, y el tiempo obliga al creador a estar atento al futuro sin desmerecer lo que el pasado le trae. El filósofo Heidegger hablaba de un futuro “sido”; los poetas están en el presente, enganchados al pasado y a ese concepto heideggeriano del futuro “sido”. Para mí la poesía quiere decir ponerse al servicio de la creación en el sentido clásico de la palabra. Eso es lo que he intentado hacer en mi país. Si lo he logrado o no, el tiempo dirá la última palabra o no dirá absolutamente nada, que es una forma de opinar. Pero el hecho de que me pusiera al servicio de la poesía no implicó que no pudiera opinar. Mi compromiso histórico ha tratado de ser siempre crítico; toda mi poesía, o todo lo que el lector cree que es mi poesía, estuvo en esta trayectoria de comprensión crítica de la realidad, comprensión que, en su expresión, muchas veces fue prohibida. No se trata ahora sólo de lo que dije recientemente en la Feria de La Habana; lo que he dicho últimamente lo venía sosteniendo en los textos, en los discursos, en las conferencias, en mi casa. Y no me arrepiento porque, como casi todos mis colegas, intento ser honesto. Martí decía, en una frase que algunos les ha molestado: “Yo soy honrado y tengo miedo”.

–¿Sigue habiendo tensiones entre las expresiones “cultas” y “populares” en la poesía latinoamericana?

–La cultura no es solamente la “alta” cultura sino la cultura popular, inclusive la terminología es falsa. En la Argentina se puede ver cómo los grandes poetas asumen el tango y cómo los tangueros asumen a los grandes poetas: “Esta puerta se abrió para tu paso, este piano tembló con tu canción, esta mesa, este espejo y estos cuadros, guardan ecos del eco de tu voz”. Este tango (“Ninguna”) es un gran texto poético argentino. Así como los argentinos no pueden pensar la poesía sin el tango, en Cuba no podemos pensar la poesía sin Benny Moré, Celia Cruz, Bola de Nieve, pero también sin Nicolás Guillén, Carpentier, Lezama Lima, Piñera, sin la guaracha, sin el son y la rumba. Todavía tenemos que aprender que la poesía admite muchas posibilidades. Por ejemplo, en la Biblia aparece este versículo: “En la casa de mi padre muchas moradas hay”. Esto quiere decir, como lo expresamos en Cuba, que hay dulces para todos. Debemos promover las más diversas variedades de expresión poética para que, como decía el poeta alemán Hölderlin, dejemos de ser un signo sólo de los indescifrados para ser disfrutadores gozosos, aunque lloremos, del signo poético.

–En la Argentina muchos señalan que la obra poética de Borges es menor, comparada con su narrativa. ¿Qué opina?

–Todo lo contrario, Borges es uno de los grandes poetas de la lengua del siglo XX, y está a la altura de Vallejo, de Neruda, de Octavio Paz. Borges es un poeta excelente y hasta me animo a decir que es más poeta que narrador. En una conferencia en México alguien me dijo: “Me extraña que un cubano haya citado tantas veces a Borges”. Y yo le contesté que lo que debería haberle extrañado es que un cubano no hubiera citado tantas veces a Borges. Si Borges no hubiera existido, lo habríamos tenido que inventar.

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