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El último viernes Netflix dispuso íntegramente la cuarta temporada de House of Cards compuesta por trece episodios. Durante el transcurso reciente de la serie, su protagonista había logrado el objetivo de su vida: Frank Underwood (Kevin Spacey) era designado presidente de los Estados Unidos y quedaba a cargo del “mundo libre”. Si la entrega diseñada por Beau Billimon jugó a nivel espectáculo con algunos componentes de la realidad y presentaba a un inescrupuloso villano en el papel principal, en este año sucede justamente lo contrario. House of Cards baila ritmo de las elecciones más singulares de las que se tenga memoria. “Creo que Estados Unidos se merecen a Frank Underwood y en el fondo de sus corazones saben que tengo razón”, sentenció el propio FU, que deberá someterse a elecciones para mantenerse en el salón oval.
La mirada despiadada de lo que se cuece en Washington propone, en esta partida, viejos conocidos y algunas caras nuevas. Su “monje negro” Doug Stamper (Michael Kelly), volverá a tener protagonismo. Entre las novedades estarán los papeles a cargo de Ellen Burstyn –como la madre de la primera dama–, Cecily Tyson –una congresista tejana– y Neve Campbell –como una consultora política de la que Frank deberá cuidarse la espalda–. Pero sobre todo habrá que ver como juega la separación con su esposa Claire (Robin Wright) y la guerra que se declararon al final de la tercera temporada.
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