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Sábado, 2 de junio de 2012
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BUTCH VIG, BATERISTA DE GARBAGE Y PRODUCTOR ESTRELLA

“Las corporaciones no se preocupan por la música”

Con el flamante Not Your Kind of People del cuarteto, tras siete años de silencio, Vig retorna a las bateas en su rol de músico. Pero en el medio volvió a sentarse frente a las perillas en discos de Green Day y Foo Fighters, como en los ’90 lo hiciera con Nirvana y Sonic Youth.

Por Luis Paz
“Claramente somos mejores que antes, como músicos y como personas que tienen que convivir”, dice Vig (primero de la derecha) acerca de Garbage.

“Jamás pude creerle a un músico que oí en una estación de servicio, en un supermercado o en un kiosco”, dice Butch Vig, que de hecho trabajó con Nirvana, Green Day, Soul Asylum y Foo Fighters. Y le aclara a Página/12 que a ellos los conoció antes de que se convirtieran en artistas masivos y en estrellas del rock o el pop. “En mi día a día, creo en la gente inteligente. Y cuando trabajo, creo en la que hace buena música. Habitualmente, lo que suena en las estaciones de servicio, los supermercados y las tiendas de ropa no es buena música”, aclara. A sus 56 años, Butch Vig es parte de la escena musical hace tres décadas; pero hace apenas unos días que su nombre ha regresado a las bateas por su condición de músico y no de productor, con la aparición del quinto disco de la banda de música alternativa Garbage. Not Your Kind of People es el primer álbum que el cuarteto publica en siete años –dejando a un lado el compilado Absolute Garbage, de 2007– y es uno muy bueno: destila la frescura de un grupo de músicos que funcionó por diez años con resultados correctos y que se reúne con nuevas ideas, actualiza con fuerza el sonido de este combo de Wisconsin con detalles compositivos progresivos y, además, versa sobre cuestiones de trascendencia cotidiana, como los hábitos, la bipolaridad, la condición de género y la normalidad.

No obstante, y sin enjuiciar la calidad de este grupo en el que oficia de baterista, ingeniero sónico y productor, Vig es más conocido como productor de grandes obras del rock alternativo, como el Nevermind de Nirvana, Siamese Dream de The Smashing Pumpkins, Dirty y Experimental Jet Set, Trash and No Star de Sonic Youth, Shamrocks and Shenanigans de House of Pain y, durante sus 2590 días de vacaciones de Garbage en estudios, de los álbumes 21st Century Breakdown, de Green Day, y Wasting Light, de Foo Fighters. Considerado como uno de los más importantes encargados de producción de la historia de la música alternativa y artífice del sonido que logró el salto de calidad de numerosas bandas, Vig no sólo es un renovador poco ortodoxo de la batería como instrumento de acompañamiento sino también una contundente fuente analítica para la actualidad de la industria musical, tanto en planos artísticos, comerciales, estructurales como técnicos.

–Ante todo, ¿qué tiene para decir sobre estos 2590 días de vacaciones de Garbage?

–Que necesitábamos un largo freno, claramente. Habíamos hecho cuatro discos de una manera ascendente, pero al comienzo de la década pasada empezamos a perder nuestro entusiasmo y nuestra energía, por razones internas y también por hechos ajenos a la banda. Aunque llegamos al punto de tener serias discusiones, nunca nos odiamos ni odiamos a Garbage. Pero teníamos que descansar de todo lo que implicaba la banda y decidimos poner pausa. Originalmente, iba a ser una de dos años. Acabó siendo de siete porque habíamos estado muy metidos con la banda y girando durante diez años y teníamos que reorganizar nuestras vidas. Creo que si no nos hubiéramos tomado ese tiempo para hacerlo, todo habría sido un desastre y habríamos publicado un disco espantoso.

–¿Cuáles fueron esos “hechos ajenos” que complicaron su convivencia y su producción?

–Buena parte de las frustraciones individuales y grupales llegaron cuando la industria cambió, a finales de los ’90. Siempre trabajamos con sellos pequeños, pero de pronto cada uno con el que trabajábamos era comprado luego por una corporación. Las corporaciones no se preocupan por la música sino por las ventas. Nos pagaban, pero nos retiraron el apoyo, y no le veíamos el sentido a hacer música sólo para cobrar por ella. Cuando nos juntamos de nuevo, uno de los puntos claros de la reunión fue no volver a cometer esos errores ni a los caminos que nos resultaron problemáticos.

–¿Por eso lo publicaron por su propio sello, Stun Volume?

–Claro. Desde el primer día que nos juntamos tuvimos en claro que teníamos que ser nosotros los que tomáramos las decisiones de cuándo sacar un disco, cuándo salir de gira, qué tema dar de corte y qué video hacer. Y también a qué lugar ir a tocar. Sabemos, por ejemplo, que tenemos muchos seguidores en la Argentina, gente que pide en Internet que vayamos a tocar allí. Ahora, con Facebook y Twitter (Vig maneja su propia cuenta en la red social de los pajaritos, @butchvig), ya no necesitás del músculo corporativo para la difusión. Andamos con ganas de ir a Sudamérica el año próximo, para hacer unos shows en la Argentina, Brasil, Chile y algún otro país.

–¿Cómo fue el reencuentro?

–La química fue instantánea. Salieron muchas ideas para probar, en términos de grabación. No hubo presión porque nadie sabía que estábamos grabando, no teníamos manager ni compañía. Nos juntamos a hacer canciones y ver si funcionaban. Creo que claramente somos mejores que antes, como músicos y como personas que tienen que convivir. Volvimos a apreciar lo bueno que es tener una banda como vehículo de expresión y no sólo como trabajo para pagar cuentas, lo que nos cargó entusiasmo y energía. Estamos muy contentos por el disco terminado y por poder hacer recitales y que todo vaya bien. La respuesta del público también ha sido genial: ya hicimos unos doce shows y los seguidores enloquecieron en todos. Al parecer no esperaban mucho, pero estamos tocando tan bien como en nuestros mejores momentos. Quizás estemos más enfocados, también, y menos cansados. El carisma de Shirley (Manson, la cantante de este grupo que completan el guitarrista Steve Marker y el bajista Duke Erikson) está intacto. Ahora iremos a tocar a Europa por un tiempo.

–Not Your Kind of People mantiene las bases de Garbage pero a la vez suena actualizado a las herramientas de esta época y se desarrolla con un tono progresivo. ¿Lo siente así?

–Sí, estoy muy de acuerdo. Tenemos un sonido, para bien o para mal, que aparece cuando nos juntamos a tocar. Desde que aparecimos, y especialmente en el tiempo en el que no estuvimos, muchas bandas hicieron lo mismo: combinar beats profundos de hip hop con música electrónica. Pero el modo en el que componemos y grabamos y la manera de escribir de Shirley son nuestros. Es gracioso, porque al principio tratábamos de tener una identidad propia y había pocas bandas tratando de unir géneros. En cambio, ahora eso es moneda corriente, pero tampoco hay variedad.

–¿Considera que tiene algo que ver con la revolución tecnológica de estos años, por la que hay mucha más música disponible mezclada, y las fuentes de influencia se ampliaron?

–Me parece que tiene muchísimo que ver con eso. Fíjese qué cambio: nosotros proveníamos de cierto ámbito de la música alternativa y lo que intentábamos era generar un quiebre en ella. Ahora, una regla general es pegar partes de distintas áreas de la música alternativa sin romper con nada.

–¿Escucha música nueva?

–Muchísima, y de modos muchos más diversos que antes, porque también es cierto que ahora hay muchos más recursos. Sigo a varias estaciones de radio de música underground hechas por estudiantes universitarios y bloggers, y cada día muestran toneladas de música nueva. Veo que hay una gran escena subterránea en todas partes del mundo y en todos los ghettos, como nunca antes ocurrió. Obviamente, no escucho todo ni la mayor parte, pero me tropiezo con cosas muy buenas. Algunas de mis preferidas por estos días son The Roots, The XX y The Black Keys.

–Si bien es cierto que existen muchos más músicos y bandas, como contrapartida no se han dado grandes movimientos nuevos recientemente, excepto por el dubstep. El pop y el rock se fusionaron con la electrónica y la mayoría de los discos de nuevas bandas son muy fronterizos entre sí, incluso cuando provienen desde escenas distintas. ¿No cree que, pese a la cantidad, no se ha desarrollado una variedad de propuestas con la misma magnitud?

–Es algo que noto y que creo que, en gran parte, tiene que ver con la cuestión de la producción. La revolución tecnológica permitió que todos podamos hacer nuestros discos en una habitación, sin ir a grandes estudios ni trabajar con representantes ni productores. Pero las grandes bandas, en cuanto a visibilidad, aún son las que trabajan en ese circuito. Lo que ocurre es que muchas bandas jóvenes desafortunadamente se están limitando en términos de paleta sónica, porque todos usan los mismos plugins, las mismas cajas de ritmos digitales y el mismo sonido para el bombo. Es un fenómeno interesante, falta algo de curaduría ahí, más gente que se preocupe por esa parte de la música que no es la melodía ni la armonía, sino el sonido, la paleta de sonidos. Hay mucha más música hoy en día, de acuerdo. Pero también es música mucho más genérica.

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