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Domingo, 16 de julio de 2006
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COMIENZA EL FESTIVAL EN HOMENAJE A MAURICIO KAGEL

“Debo todo a la curiosidad”

El compositor que Europa considera como fundamental nació en Buenos Aires y se fue, con una beca, en 1957. Ahora está de regreso para asistir a un festival programado por el Colón.

Por Diego Fischerman
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Mauricio Kagel en la puerta de la casa donde pasó su infancia y adolescencia, en Caballito.

“Me alegra que esté bien cuidada”, dice Mauricio Kagel frente a la casa de Caballito donde pasó su infancia y su adolescencia. Se fue del país en 1957, por recomendación de Pierre Boulez y con una beca del gobierno alemán. Se convirtió en uno de los compositores más reconocidos de la escena europea en la segunda mitad del siglo XX. Su nombre figura en los libros de música, junto a los de el propio Boulez, György Ligeti, Luigi Nono, Luciano Berio, Karlheinz Stockhausen, como uno de los fundamentales de su época. Y él, por primera vez invitado por su país natal para presidir un gran festival en su homenaje, camina por esas calles de las que “extrañaba, sobre todo, el olor”. Pide recorrer el Mercado del Progreso, en Primera Junta, y señala: “Aquí en este puesto, que está igual a como lo recuerdo, mamá compraba la merluza y el sábalo para hacer guefilte fish”.

En su primera semana en Buenos Aires recibió homenajes, paseó poco y ensayó mucho, junto al Ensemble Süden y la Compañía Oblicua –dos grupos de cámara locales, conducidos por el compositor Marcelo Delgado–. El primero de ellos lleva su nombre, justamente, en homenaje a Kagel. Süden (sur) es una de las piezas de La rosa de los vientos y este grupo, al sur de casi todo, lleva esa palabra como un emblema y no sólo por su referencia a este lugar del mundo sino por la que se desprende de su pronunciación en castellano. Hacer música contemporánea, en Buenos Aires, es, también, una cuestión de sudor. Los músicos, junto al compositor, trabajaron con detallismo extremo. Kagel, sin reloj “porque si lo tengo, lo miro y pongo nerviosos a los intérpretes”, incansable, marcó matices, dinámicas, planos y esa infinidad de sutilezas que, sencillamente, separan a la música del deletreo musical. El miércoles, Kagel realizó un ensayo abierto y dio una conferencia pública, el día siguiente fue homenajeado por el gobierno alemán y el viernes, en un ceremonia distendida y emocionada a la vez, fue condecorado por el jefe de Gobierno de la ciudad, Jorge Telerman, con la Medalla al mérito por su aporte a la cultura.

“Querría pensar que algo de su inmensa originalidad y talento tiene que ver con el espíritu de apertura y con la pluralidad de voces de la Buenos Aires en la que creció”, señaló Telerman. Y Kagel, que recordó haber sido alumno de Jorge Luis Borges en literatura inglesa, afirmó que “hay algo que es la curiosidad argentina y a la que le estaré siempre en deuda”. Finalmente, mañana a las 20, cuando, para la interpretación de la “acción fugaz” Eie brise (una brisa), 111 músicos andando en bicicleta pasen por el frente del Teatro Colón en una estricta formación y realizando precisas acciones musicales, comenzará el festival en homenaje al compositor organizado por ese teatro y programado por su Centro de experimentación, con el apoyo de la Fundación Szterenfeld, la Fundación Teatro Colón, el Goethe Institut, la Embajada de Alemania, el Istituto Italiano Di Cultura en Buenos Aires, la carrera Diseño de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires y la empresa Cimet SA.

Media hora después, y ya en la sala principal del teatro, Kagel dirigirá al Ensemble Süden y la Compañía Oblicua, en cinco de las Marchas para malograr la victoria, la Kammersymphonie y 24 de diciembre de 1931. Noticias truncas para barítono y orquesta de cámara, con la actuación solista del cantante alemán Roland Hermann. El viernes 21, en el Teatro Margarita Xirgu (Chacabuco 875), el compositor presentará su puesta en escena de la obra de teatro musical Mare Nostrum, descubrimiento, liberación y conversión del mediterráneo por una tribu amazónica, con el Divertimento Ensemble de Italia, dirigido por Sandro Gorli. El lunes 24, en Villa Ocampo –la antigua casa de Victoria Ocampo, en San Isidro, que actualmente es propiedad de la Unesco–, la mezzosoprano húngara radicada en Francia Klara Csordas, una de las intérpretes fetiche de Kagel, el clarinetista Martín Moore y la pianista Haydée Schvartz tocarán obras solistas del compositor y el miércoles 26, nuevamente en el Xirgu –donde se realiza toda la temporada de este año del CETC debido a las reformas que se están llevando a cabo en el Colón–, se presentará la versión integral de La rosa de los vientos, en un proyecto que combina danza, cine y música, relacionando a Kagel con jóvenes creadores de la Argentina. El día siguiente, dentro de su ciclo de abono, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Arturo Diemecke, interpretará, junto a composiciones de Claude Debussy, dos obras de Kagel: Das Konzert, para flauta, arpa, cuerdas y percusión, y Quodlibet, para voz femenina y orquesta, con el flautista Claudio Barile, el arpista Baltazar Juárez Dávila y Klara Csordas como solistas.

El estreno argentino de Mare nostrum, por su parte, trae el mismo espectáculo –y con los mismos intérpretes– que se representó en la Bienal de Venecia del año pasado. Compuesta en 1975, en esta obra se imagina lo que hubiese ocurrido si fuesen los otros, los conquistados, quienes llevaron adelante la conquista. Kagel imagina allí a los aborígenes americanos azorados por la rusticidad de españoles y portugueses y liberando al viejo continente de sus malos hábitos. Además de la del viernes 21, habrá funciones el sábado 22 y el domingo 23. En el caso de La rosa de los vientos, que se presentará el 26, 28, 29 y 30 de este mes, el espectáculo consistirá en la proyección de ocho films de danza especialmente encargados a coreógrafos y cineastas, simultáneamente con la ejecución en vivo de las piezas de Kagel, por el Ensemble Süden, dirigido por Gelgado. Ana Garat, Andrea Servera, Mabel Dai Chee Chang, Mariano Pattin, Pablo Rotemberg, Diana Szeinblum, Mariana Bellotto y Julieta Eshkenazy fueron convocados por el CETC para que realizaran coreografías sobre cada una de las ocho composiciones que conforman Die Stücke aud der Windrose. (Las piezas de la rosa de los vientos y, en colaboración con la cátedra de Diseño de Imagen y Sonido (UBA), se encomendó a ocho jóvenes realizadores, profesores de esa carrera, la creación de un film de danza a partir de cada una de estas coreografías. Las obras serán Este (Julieta Eshkenazy-Dafne Narváez), Noreste (Andrea Servera-Karin Idelson), Noroeste (Mabel Dai Chee Chang-Gabriel Rud), Sureste (Pablo Rotenberg-María Gracia Geranio), Sur (Diana Szeinblum-Agustín García), Suroeste (Mariana Belloto-Eugenia Rodríguez), Oeste (Ana Garat-Carolina Cappa) y Norte (Mariano Pattin-Santiago Núñez y Mercedes Sánchez). Sobre las piezas que dieron origen a este espectáculo, Kagel, dice: “Desde los primeros esbozos para este ciclo de composiciones me propuse variar con frecuencia la perspectiva geográfica de mis reflexiones musicales. Posiblemente, esta elección también esté relacionada con mi nacimiento en el hemisferio sur: si uno ha pasado allí la primera, fundamental etapa de su vida, determinadas vivencias, nostalgias y esquemas quedan ligados a los distintos puntos cardinales. Ellos son, generalmente, opuestos al correspondiente mundo afectivo de los europeos en el hemisferio norte. Aún hoy para mí el Sur tiene poco que ver con la idea del calor; está más bien ligado al frío: Patagonia, Tierra del Fuego, Antártida. De la misma manera, el Norte es el sol implacable, las sombras recortadas como en papel negro, la humedad sofocante, los paisajes desérticos y la sequía. Si para muchos por ejemplo Cercano Oriente remite a un ámbito cultural determinado, para aquellos que viven allí, el mismo concepto evoca a su vez una región todavía más al Este. Nuestras ideas son propensas a las simplificaciones, se basan en impresiones de viaje, fugaces o duraderas, lecturas, experiencias, en simpatías y antipatías. Si después de algunos compases uno se siente transportado al punto geográfico de cada una de estas piezas, quizá se pueda enriquecer la atmósfera de ese número determinado con fragmentos de nuestros propios recuerdos o experiencias musicales del mismo lugar de referencia. Los ocho puntos cardinales de la rosa de los vientos podrían ser interpretados como compositum sui generis, donde análisis y síntesis se conjugan para subrayar la relatividad de la mecánica celeste. Estoy seguro de que mi inspiración musical no habría alcanzado suficientemente para las 32 subdivisiones del cuadrante. Me he restringido a estas ocho, pero siempre con la misma formación instrumental –clarinete, piano, armonio, dos violines, viola, violoncello y contrabajo–, donde únicamente la percusión cambia de instrumentario de número en número. Este ha sido el verdadero desafío en la concepción del ciclo”.

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