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Lunes, 8 de enero de 2007
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“POESIA EN OBRA”, UNA COLECCION DE LIBROS EN “TRANSICION”

Textos para leer e imaginar

La iniciativa de la editorial Bajo la luna es novedosa: publicar poesías aún no terminadas por sus autores. El poeta Yaki Setton, director de la serie, dice que la idea es que los lectores accedan “a la progresión de la escritura”. Diana Bellessi y Osvaldo Bossi inauguraron la colección.

Por Silvina Friera
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Setton vincula el mecanismo con la figura del unplugged.

Andamios, ladrillos, picos y palas. Gente trabajando, construyendo un edificio o una casa, aquí y ahora. Si el boom de la construcción le está cambiando la cara a varias zonas de la capital y del gran Buenos Aires –para bien o para mal, dependerá de quién lo mire–, hay un modesto emprendimiento poético que, sin mucho ruido, pero con ambiciones de perdurar, está reflejando la tensión entre lo nuevo y lo inacabado. Se trata de la colección Poesía en obra, publicada por el sello independiente Bajo la luna, dirigida por el poeta Yaki Setton. La idea, sin precedentes en el país, es publicar libros en transición, “en obra”, donde los poetas aún no han dado su última palabra, y poner al alcance de los lectores unos materiales que prometen un presente y un futuro distinto para esas mismas obras: “el de permitirnos acceder a la progresión de su escritura y el de poder imaginar y constatar hacia futuro cómo serán”, apunta Setton. Diana Bellessi, con Variaciones de la luz (ver textual), y Osvaldo Bossi, con El muchacho de los helados y otros poemas (ver aparte), inauguraron esta propuesta. Y pronto aparecerán Notas al pie de nada ni de nadie, de Alberto Szpunberg, y Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras, de Sonia Scarabelli.

Los libros, que Setton califica de “mínimos” en la entrevista con Página/12, tienen una extensión máxima 36 páginas. En la portada aparece el título y el nombre del autor con su letra manuscrita, se editan de a dos y cuestan cada uno once pesos. “Si bien hay publicaciones que dan a conocer este tipo de materiales, son generalmente revistas o plaquetas, pero hasta ahora no se había hecho a través del objeto libro”, explica el ideólogo y director de la colección. “Me hace acordar a la figura del unplugged: tengo la canción terminada, es una obra, pero estoy experimentando sin amplificación eléctrica”, compara Setton, que acaba de publicar La apariencia de lo espléndido. “En el caso de Poesía en obra, la falta de amplificación estaría relacionada con el hecho de que los poemas están considerados para publicar, pero en el futuro pueden ser modificados, corregidos y completados en un libro mayor o en obras más importantes por su extensión”. Esta poesía “unplugged” ofrece, además, un estado de la cuestión de la poesía argentina a través de un corte temporal, con textos escritos hace pocos meses, como los de Bellessi y de Bossi.

“No se está dando a conocer la intimidad de la escritura del poeta sino un estadio de esa producción que se puede mostrar al público”, aclara Setton. “¿La fantasía previa era la de encontrarnos libros con tachaduras, con dobles o triples versiones o poemas escritos a medias?”, se pregunta el director de la colección. Definitivamente, no. “Hay una consecuencia inmediata en el acercamiento a estos materiales y es que aquí emerge el trabajo del poeta, no en sus inicios, sino en el sutil y a veces largo camino que va de darlos por terminados a su publicación final –precisa Setton–. También, nos puede dar la posibilidad, como en una especie de unplugged, de acceder a poemas despojados, fuera de una gran estructura que los enmascare, los limite o contenga. Es que no hay que buscar en esta colección algún gesto que nos exhiba el laboratorio o ‘taller de poesía’. Sí, estamos cerca de la escritura de los poemas, de sus primeras huellas, inclusive de alguna cicatriz: pero estamos lejos del poeta, de sus secretos y de su intimidad”. El poeta y director de la colección recuerda que cuando se hizo la presentación de los libros de Bellessi y de Bossi, se acercó María del Carmen Colombo y le confesó: “Esta es mi colección porque me cuesta mucho publicar y tengo materiales que me gustaría probarlos y darlos a conocer sin tener que sentirme segura de haberlos terminado como libro”.

El nombre de la colección es una declaración de principios, vinculada con el mundo del trabajo. “Me remite al típico cartel que se ponía hace veinte o treinta años atrás y que decía ‘en obra’, a veces escrito a mano y como pidiendo disculpas por las molestias ocasionadas”, señala el poeta. “Escribir no es producto de la inspiración, lo que hay es mucho trabajo. Y la prueba de eso es que estos poemas hoy se ven en estos libros y quizá dentro de dos o tres años estén insertos en otros. Con los poetas trato de acordar un título que no sea el que ellos imaginan para la obra definitiva”. Si la crítica genética reflexiona sobre la manera de evaluar los materiales pretextuales o previos a una obra definitiva, en Poesía en obra, según plantea Se-tton, “estamos asistiendo a lo contrario: materiales que todavía no tienen ese libro definitivo”. Y el trabajo tiene importante dosis de incertidumbre porque puede suceder, como advierte el director, que estos libros sean provisorios y que esa promesa del “libro futuro” nunca aparezca o que esos materiales se incluyan en libros distintos. Entre los poetas que publicarán durante el transcurso del año en Poesía en obra estarían María del Carmen Colombo, Martín Rodríguez, Carlos Battilana y también algunos poetas inéditos.

–¿Qué condiciones tiene la poesía que permite que suceda este tipo de experiencias, poco frecuentes en la narrativa?

–Permite una mayor posibilidad de fragmentar, sin tener todo el material conjunto, pero creo que las formas de circulación son importantes para entender este tipo de experiencias porque las editoriales no son grandes, no manejan grandes capitales y pueden arriesgar con ediciones pequeñas. El público puede estar interesado en este tipo de materiales y no tiene por qué ser un lector iniciado, quizá en la novela sí. La poesía tiene esa necesidad de prueba oral y física, de prueba material. Hay una idea de la poesía como obra en construcción.

–Así como Harold Bloom se refería a “la angustia de las influencias”, ¿será que los poetas tienen menos angustia que los narradores por “la obra terminada”?

–No, también tienen angustia por la obra terminada. Los espacios de lecturas le dan al poeta el hábito de dar a conocer poemas en transición. Hay mayor necesidad de ser leídos porque básicamente es un modo de probar y de encontrar respuestas.

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