Imprimir|Regresar a la nota
Miércoles, 21 de mayo de 2008
logo espectaculos
Las diferencias y curiosidades alrededor del Iron Man dibujado y su homólogo en la pantalla grande

Héroe reciclado garantiza un taquillazo

La película de Jon Favreau, que cosechó aquí 350 mil espectadores, lleva recaudados 222 millones de dólares en el mundo. Para ello debió desmarcarse del comic que presentaba a un hombre de hierro jugado a la causa republicana.

Por Andrés Valenzuela
/fotos/espectaculos/20080521/notas_e/na31fo01.jpg
En la novela gráfica The civil war, Iron Man recibe miles de millones de dólares en contratos con el gobierno.

Iron Man, de Jon Favreau, supo imponerse en las boleterías argentinas (donde totaliza poco menos de 350 mil espectadores) y del resto del mundo a fuerza de efectos especiales, marketing y una historia más o menos llevadera. En todo el mundo ya recaudó más de 222 millones de dólares. Iron Man, claro, no vino solo: como corresponde a esta clase de productos, el merchandising también cumple su recorrido inundando jugueterías y artículos de librería.

Sin embargo, los comics de Marvel que inspiraron el film llaman la atención, ya que presentan un personaje bastante distinto del que aparece en la pantalla grande. En las viñetas, Anthony (Tony) Stark mantiene varias características esenciales de su homónimo cinematográfico. Pero a diferencia de la versión Favreau, el Iron Man del papel jamás se arrepintió de su tarea como proveedor de armas a escala mundial. Tampoco reveló nunca a la ligera su identidad, y cada una de las veces que lo hizo lo desmintió o hizo olvidar a todo el mundo luego. Tony Stark jamás dejó de ser el de los primeros minutos de la película: un fanfarrón, mujeriego, alcohólico y sin el menor escrúpulo para engañar a su gobierno, a sus amigos y a sus empleados. Nunca se vuelve ese redimido pacifista ni deja de ser ese que cree firme y fálicamente que “la paz es tener un garrote más grande que tu enemigo”. De acuerdo con lo dibujado, Iron Man es el superhéroe de la corporación armamentística, el superhéroe republicano, el del intervencionismo a la estadounidense en todo el mundo, el del control social por encima de las libertades civiles y el de “el fin justifica los medios”. Si existiese, sería mucho más probable encontrarlo jugando al golf con Bush y Cheney que en la presentación de un informe de Human Rights Watch.

Stan Lee, uno de los creadores del personaje, inventó a varias de las figuras icónicas de la historieta norteamericana contemporánea. Cada uno de ellos es una alegoría potente de algún subgrupo de la nación que los cobija. Peter Parker (Spider Man) es un poco el adolescente tímido y retraído que puede identificar fácilmente al lector promedio de comics de EE.UU. Los X-Men fueron originalmente la metáfora perfecta de los perseguidos por ser diferentes: no en vano en los ’60 y ’70 eran el comic más popular entre las minorías étnicas y sexuales. Iron Man, en cambio, es el self made man que lo puede todo y no rinde cuentas a nadie mientras enarbola su derecho a portar armas.

Vale, entonces, repasar un poco el perfil de este personaje. Cuando fue creado, en 1963, quienes lo atrapaban en medio de una guerra no eran terroristas árabes, sino milicianos vietnamitas que, obviamente, eran comunistas. Sus primeros años transcurrieron como una mezcla de mascota empresarial (un mercenario de Industrias Stark) y campeón del anticomunismo: la eterna némesis de Iron Man es el Mandarín, un villano chino. La postura anticomunista de la historieta se suavizó cuando empezó a crecer la oposición a la guerra de Vietnam. Como mercenario y guardaespaldas de Stark, Iron Man también combatió a rivales financieros. Treinta años después se aggiornó un poco su origen y el campo de batalla en el que capturan a Stark se trasladó al Golfo Pérsico: el film lo mueve hacia Afganistán.

Carne enlatada

Dandy, alcohólico y traicionero, Stark parece un papel a la medida de Robert Downey Jr. Pero lo que no se trata en la película es el segundo componente, tan central al personaje como sus problemas cardíacos. Alcoholismo y problemas del corazón son dos facetas que acompañaron siempre a Stark: a tono con la línea editorial de Marvel, es un personaje atravesado por conflictos corrientes, humanos. Superman es perfecto, Iron Man no. No tiene poderes y si no tuviese su traje, ya habría muerto (como algunos necesitan el tubito contra el asma, sin su traje Stark necesitaría un desfibrilador en la mesita de luz).

Como otros héroes, murió en varias ocasiones. Lo revivieron un par de veces y hasta trajeron de otra línea temporal a una versión suya más joven. Aun cuando su corazón quedaba milagrosamente curado, el problema reaparecía. El problema recuerda al Hombre de Lata de El Mago de Oz, tanto que las referencias a la historia de Frank Baum son habituales en sus viñetas. Su otro problema es algo que el traje no le permite sobrellevar: Stark lucha contra el alcoholismo. Al final de una de las últimas grandes sagas del universo Marvel, La guerra civil, Stark se consuela ante el cuerpo sin vida del Capitán América, que atravesó la crisis sin probar una gota de whisky.

Un tercer elemento interesante es la relación que mantiene Iron Man con sus aliados. Al momento de discutir algo “serio”, éstos le piden que se quite la máscara del traje. Un tabú monumental para otros héroes (¿quién le pediría a Batman que se la quite?), a Stark se le exige continuamente que mire a los ojos a sus colegas.

Documentos, por favor

Cada año, las editoriales norteamericanas se embarcan en alguna megasaga que afecta a todas sus publicaciones. Durante 2006 y comienzos de 2007, Marvel propuso a sus lectores La guerra civil, quizá la saga más flagrantemente política del comic mainstream de EE.UU. de los últimos años. Tuvo a Iron Man en el centro de la escena: tras una explosión en el patio de una escuela, la opinión pública estadounidense exige más control sobre la actividad de los superhéroes y el gobierno lanza la Superhuman Registration Act (Acta de Registro de Superhumanos), que conmina a todos los enmascarados y gente con poderes, villanos o héroes, a registrarse ante el gobierno norteamericano y quedar a su servicio. Con fuerte referencia a la Patrioct Act promulgada por la administración Bush tras el 11-S, un grupo de superhéroes (liderado por Stark) se alinea tras el Acta. En la vereda de enfrente está el Capitán América, que rechaza el acta por violar los principios constitucionales que él pretende defender.

Se puede acusar a la saga de simplista y de tardía, pero abordó temas que no son comunes de ver en el comic comercial estadounidense. Dependiendo del guionista de turno (la saga afectó a una veintena de series regulares y propició dos miniseries y un par de números especiales), La guerra civil tiene puntos altos y bajos. En algunos casos había alusiones sutiles, en otros directamente se nombraba el Acta Patriótica de Bush y los atentados, y hasta se tomaron frases de debates públicos. Abundaron las referencias a las luchas por los derechos civiles de los negros en EE.UU. y se recordaron los campos de concentración que hubo para los descendientes de japoneses en la Segunda Guerra.

Iron Man será el “ganador” de la contienda cuando su rival se rinda ante la evidencia de que el ciudadano medio norteamericano prefiere su seguridad a sus derechos civiles. El proceso no deja bien parado a Tony Stark, que ofrece amnistía a villanos a cambio de que se registren y ayuden a detener a los héroes que se niegan a afiliarse al Gobierno, vuelca la producción de Industrias Stark a la seguridad interior y recibe miles de millones de dólares en contratos con el gobierno; construye una cárcel para superhumanos en la “Zona Negativa”, donde no rige la Constitución de EE.UU; manipula al Duende Verde (némesis de Spider Man) para que ataque a una delegación extranjera y que ésta declare la guerra a EE.UU., y así unir a todos los héroes tras el proyecto... cualquier coincidencia con la realidad no es precisamente casual.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.