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Domingo, 19 de febrero de 2006
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Un ping pong con Coki

Coki Debernardi, genio y figura que alguna vez fue de Cañada de Gómez a Rosario para mostrar su enorme talento, no pudo integrarse a la entrevista central a causa de una tendinitis. Y contestó, escueto y humorístico, desde Rosario. Perdida, su nuevo disco con The Killer Burritos, es francamente excepcional: diez canciones, ninguna evitable.

–En El perfume de los 17 canta “Yo quería ser libre, inteligente/ y ahora estoy medio atontado/ víctima del rock”. ¿Es una declaración de principios?

–Claro. Lo que nos va a salvar en este mundo es vernos ridículos.

–¿Qué le hizo a Fito para que lo quiera tanto?

–Le compuse El amor después del amor y no me paga las regalías.

–¿Cómo se lleva con la nueva camada de grupos rosarinos?

–Son compañeros que hace mucho que están haciendo las cosas bien y por eso están donde están. También hay gente que no es conocida y por eso no menos valiosa en esta ciudad.

–¿Se siente un heredero de la trova rosarina?

–Me encantaría, no estoy seguro de si ellos quisieran dejarme algo en el testamento.

–¿En qué sentido?

–Me gustaría escribir tan bien como Fandermole o Abonizio.

–¿Por qué es tan inestable la formación de Killer Burritos?

–Porque soy una persona inestable y el grupo es parte de mi vida.

–¿La libertad es el principio y el fin de todo? ¿Es el absoluto de la felicidad?

–No. También puede llegar a ser la condena.

–¿Qué son Vandera y Aloras?

–Finísimos compositores de melodías y canciones. Y amigos, claro.

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