Un componente fundamental para que Cosquín sea Cosquín es el circuito de peñas. Durante todo el festival –aunque algunas abren sus puertas antes–, aquellos que visitan la ciudad serrana tienen un amplio abanico de propuestas para bailar zambas y chacareras o simplemente sentarse a escuchar a músicos en vivo. Las peñas permiten, entre otras cosas, disfrutar de manera más íntima a los artistas consagrados que pasan por la Plaza Próspero Molina o bien conocer a nuevos talentos. Pero, más allá de la escucha, el baile es uno de los principales protagonistas de las peñas. De alguna manera, las peñas retroalimentan lo que sucede en el escenario mayor, proponen algo diferente, y brindan la posibilidad de que artistas y públicos se relacionen de modo más cercano. De hecho, muchos chicos y chicas vienen a Cosquín sólo a transitar estos espacios. Si de bailar se trata, algunos de los espacios que se destacaron este año fueron la peña de La Callejera, la del Indio Rojas, la peña de Leandro Lovato y la Fiesta del Violinero (de Néstor Garnica). Otro reducto que sobresalió en esta edición fue La Salamanca, un espacio ideal para escuchar buenos conciertos y a la vez mover el cuerpo. Durante todas las noches, en esta peña se podía escuchar a un grupo tremendo encabezado por la cantante Milena Salamanca, acompañada por notables músicos como el violinista Juanjo Abregú y el compositor Javier Caminos. Y los cierres musicales ahí estuvieron a cargo, casi todas las noches, del jujeño Bruno Arias, quien entregó lo mejor de la música andina. Entre otros, pasaron Rubén Patagonia –fue emocionante ver al público sentado en el piso escuchándolo–, Tomás Lipán, Fortunato Ramos, Siempre Salta, Diego Arolfo, Cuervo Pajón, Yamila Cafrune, Dúo Heredero, Los Carabajal y Che Joven, entre otros.
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