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“Las luchas son coyunturales, el camino de autoconocimiento es colectivo. No soy el resultado de la mediatización del conflicto con Benetton, soy el resultado de un camino que empecé a recorrer a los 18 años, donde influyeron los ancianos, las autoridades originarias, las acciones, hemos llevado fuertes luchas invisibilizadas”, cuenta en el bar de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo donde fue a dar una charla.
“En realidad no se ha solucionado absolutamente nada, porque Benetton había ofrecido unas tierras en calidad de donación que eran improductivas, enfermas, erosionadas, que él sabía bien que no necesitaba. Continúa con la propiedad de 900 mil hectáreas, ni un metro más, ni un metro menos. Al igual que él tantos otros empresarios y corporaciones se están apropiando de lagos, ríos, montañas. Lamentablemente no logramos ser visibles en las grandes ciudades y en particular en Buenos Aires. Hablamos del dolor que nos provoca, sobre todo desde la concepción del territorio como algo sagrado, esta apropiación de montañas, de lagos y ríos y como no es el Obelisco el que es apropiado, la gente no lo entiende, o sea te escuchan y pasamos a engrosar estadísticas, pero no tienen idea del efecto que eso provoca en nuestras vidas.
”Vivo a 100 kilómetros al sur de la ciudad de Esquel, en Corcovado, Pillán Mahuiza se llama la localidad montañosa y nuestra comunidad. Es un lugar verde, de bosque nativo, está atravesado por agua transparente, un río que amamos, que defendemos, que nos da el canto sagrado, y hoy ese río está amenazado por la construcción de seis represas y lo estamos defendiendo para que esa construcción no se haga, si se hicieran inundarían 11 mil hectáreas de tierras.
”Mis antepasados fueron desalojados en la década del ’30, pero en 1999 tomamos estas tierras, las recuperamos y actualmente en esas 150 hectáreas vivimos dos familias mapuches que conforman la comunidad Pillán Mahuiza, donde han surgido muchas luchas, porque de ahí surgió la lucha contra la mina, contra la represa, la campaña contra el remate de la Patagonia, y así nace el Frente de Lucha Mapuche Campesino.
”La franja más gruesa de población mapuche ya perdió sus tierras y ha ido a parar a las periferias de Esquel, Bariloche y El Bolsón. Y hay otras comunidades que están viviendo en el campo, que estamos defendiendo nuestra forma de vida, nuestro derecho al territorio. Los que se van lo viven con mucho dolor, con pérdida de su identidad, con pérdida de su dignidad. La gente que vive en el campo tiene conocimientos y saberes que en el contexto rural les son muy útiles, saber ordeñar una vaca, carnear un animal, utilizar elementos de la naturaleza para construirse una vivienda, toda su forma de habitar el mundo está en relación con su entorno, sacada de su entorno; en una ciudad de cemento, ¿qué puede hacer esa persona? Se siente perdida, ignorante, siente que sus saberes no sirven, y nadie le da la herramienta para poder adaptarse a su nuevo entorno, que es completamente antagónico a lo que ellos han venido viviendo. Eso, a su vez, fomenta más el alcoholismo, porque genera presión y deseos de liberarse de esa situación y lo conducen a través del alcohol, que deviene en violencia porque la persona se siente violentada de manera individual y lo va traduciendo de manera colectiva.
”Otro mundo es posible, también desde la perspectiva mapuche: un mundo mejor fue posible y tenemos que traerlo de nuevo, y traerlo nuevamente no significa negar la tecnología, significa recuperar los principios de relación social que nos hermanaban a la tierra.”
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