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Domingo, 13 de mayo de 2007
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Respirar por el idioma, de Francisco Fernández Naval

Historias de cronopios y gallegos

En Respirar por el idioma, el libro que presentó en Argentina, Francisco Fernández Naval explora un camino singular: el de la relación de Julio Cortázar con la cultura gallega.

Por Susana Viau
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El sábado 21 de marzo el teléfono sonó muy temprano en la habitación del hotel de la calle Paraguay, donde se alojaba desde hacía dos días. Al otro lado de la línea, su mujer, la fotógrafa Maribel Longueira, le anunció que acababa de ganar el premio Ciudad de Orense. “No es importante en dinero –decía un rato más tarde Francisco X (“Xose”) Fernández Naval, subdirector de Cultura de la Xunta de Galicia–, pero es uno de los más significativos de la poesía gallega.” De todos modos, no fueron los poemas de Miño los que lo trajeron a la Feria del Libro, sino la presentación de su libro Respirar por el idioma. Los gallegos y Julio Cortázar, editado por Corregidor. Fernández Naval –“Chisco” para sus amigos– se cruzó con Rayuela e Historias de cronopios y de famas a los 18 o 19 años, aunque reconoce que “todos los escritores gallegos de mi generación se sienten tributarios de Cortázar”. El vínculo entre el argentino y Galicia, explica, es profundo y va mucho más allá de la “galleguidad” de Aurora Bernárdez, su primera mujer. “Fíjate que Saúl Yurkievich me sugirió que buscara en el Cuaderno de bitácora de Rayuela. Ahí, en un momento, Cortázar enumera los sinónimos en castellano de “rayuela” y luego las formas de llamarla en cuatro lenguas: inglés, francés, catalán. Después anota: “Mariola (Coruña, Galicia). No lo puso en polaco. Lo puso en gallego”.

La idea de rastrear esos lazos se la dio, sin querer, el bibliotecario de Neda, un pueblecito cercano al puerto de El Ferrol, de apenas 10 mil habitantes, que organizó un congreso para celebrar los 40 años de la publicación de Rayuela “y me invitó a dar una conferencia. El bibliotecario de Neda es uruguayo, de El Cerro, y está convencido de que la Maga era de El Cerro, como él”. Para entonces “yo ya sabía que Aurora era de origen gallego y que Lorenzo Varela y Luis Seoane le habían publicado el cuento ‘Bruja’ en Correo Literario y ‘Lejana’ en Cabalgata. Sabía también que había estado en Galicia. Igual, leí todo en la perspectiva de encontrar un vínculo con los porteros, los choferes, la enfermera de día, la señorita Cora, el rechazo inicial y el amor final. Esa fue la primera aproximación, muy ligera por cierto”.

Fernández Naval convino con el bibliotecario que la charla sería breve; con 45 minutos ya estaban bien. De todas formas, viajó a París para entrevistar a Aurora Bernárdez. Ella no se hizo rogar y le aportó certezas. “Me dijo que Julio era muy preciso, si hablaba de los gallegos pensaba en la gente de Galicia y cuando la llamaba ‘gallega’ o ‘galleguita’, era por su origen.”

Chisco Fernández Naval se mueve con soltura en el universo de Cortázar, sobre todo porque está poblado por los intelectuales exiliados tras la Guerra Civil: el pintor Luis Seoane, los poetas Lorenzo Varela, Arturo Cuadrado y el poeta y narrador Rafael Dieste. “Se suele hablar –precisa– del mundo del exilio español. Sin embargo, ellos eran algo más que exiliados españoles, eran exiliados gallegos.”

Una excepción flagrante era la de Francisco Luis Bernárdez, el hermano de Aurora, un franquista civilizado cuyo don de gentes le permitía ser centro de innumerables tertulias. Con todo, la relación de Cortázar con los expatriados está mediada por la amistad con Fredi Guthman, Luis Baudizzone o Perla Rotzait. “En los ‘40 y los ‘50 los grandes amigos de Cortázar son esos. Pero tú tiras del hilo de Guthman y te aparece Arturo Cuadrado, tiras de Baudizzone y hallas a Rafael Dieste, tiras de los Rotzait y encuentras a Luis Seoane. El escultor chileno Lorenzo Domínguez también lo acercó a esos grupos que se reunían en el Tortoni. El departamento de los Dieste, un piso 12 en la calle Lavalle 376, donde había un piano Pléyel y cuadros de Colmeiro y de Seoane, fue la vivienda donde Cortázar escribió El examen. El paisaje portuario que se veía desde sus ventanas está descripto en el inicio de Los premios. Y en ese mismo piso escribió, esencialmente, Imagen de John Keats.”

Pese a tantos puntos comunes, supone que Cortázar no debe nada a esos personajes. Es más, está convencido de que “nadie le debe nada a nadie”.

Es obvio que Fernández Naval es gallego de los pies a la cabeza. Se emociona al repetir que Cortázar afirmaba que sus paisanos “respiran por el idioma” y Leopoldo Marechal los caracterizaba como “una raza lírica”. “Los gallegos son una nación, un pueblo, un territorio, exilio, migración, una cultura diferente de otras culturas y sobre todo una manera particular de ver el mundo a través de una lengua. Es una comunidad lingüística de 3 millones y de casi 300 millones si se cuenta a los portugueses y los brasileros.” Lo curioso es que él comenzó a hablarlo recién en la adolescencia, al descubrir que la subestimación del “galego” tenía una rotunda matriz clasista. “El catalán es una lengua asociada a la cultura, porque era la lengua de la burguesía. El gallego no. Por el contrario, era considerado inculto porque era la forma de expresión de un pueblo de campesinos y marineros. Hacia el final del franquismo casi todo el mundo en Galicia era analfabeto, pero lo hablaba el 88, 89 por ciento. Hoy sólo el 70 por ciento lo maneja, pero tenemos alfabetización completa y si nos faltan palabras, si necesitamos palabras nuevas, el portugués nos sirve de ayuda.”

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