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Jueves, 26 de agosto de 2010
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Leo Garcia es Comun y especial

“Me trituró verme citado al lado de un parte médico”

En esta charla a gorra quitada (de a ratos), Leo cuenta cómo aprendió a convivir con el malestar clínico de su amigo Gustavo Cerati, propone su mirada sobre la música, las drogas e Internet. Y revela que lleva pintados unos... ¡200 cuadros! “Vale más el mensaje que la técnica”, señala a lo punk.

Por Luis Paz
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Ni la luz del ritmo, ni el ritmo de la luz: lo de Leo García es la luz y el ritmo, o al menos es eso lo que asegura mientras se acomoda el pelo y se menea en el sillón hasta encontrarlo acogedor. “Arranqué a pintar casi a diario a raíz de lo de Gus (Cerati), fue un golpe muy grande. Primero me volví loco mal, pero encontré un canal de desahogo en la pintura y empecé a laburar con la luz, con las certezas de la luz”, arranca libremente esta charla a gorra quitada (de a ratitos) con el NO. “Ahora estoy en una serie de pinturas de bombitas de luz donde la resistencia es uno mismo. Lo que representa es cómo la vida está llena de polos positivos y negativos, de luces y sombras. Es una invitación a resistirse a los vicios, la envidia.”

Leo suena bastante espiritual y no es algo casual. Viene de unos años realmente de mierda en su vida personal, con las pérdidas consecutivas de su padre, su sobrino y su madre, sumado al malestar clínico de su amigo Gustavo Cerati y la dificultad de una vida que separó de las drogas casi de golpe. “Empecé a estudiar la Kabala y a participar de sus ceremonias, me he estado preparando desde lo espiritual para escapar de la oscuridad y los golpes de la vida personal. Eso me permite poder juntarme con Ale Ros (diseñador de la tapa de su nuevo disco, Común y especial) y poder reír, poder separar las cosas, aun cuando ambos somos amigos de Gus”, destaca.

–¿Sentís que fue contraproducente hacer aquel comentario en Facebook, cuando volviste de verlo en el Fleni?

–Mirá, llegué tan entusiasmado que publiqué eso en el muro y saltó para todos lados. Pudo ser bueno y esperanzador para mucha gente, pero fue algo que me trituró el hecho de verme citado al lado de un parte médico.

A raíz de ese episodio, Leo dio de baja uno de sus perfiles en Facebook (el sexto que había armado) y sólo dejó su perfil musical y, en un plan más íntimo, otro para su obra plástica, en el que destacan sus retratos de... ¡Panza, el batero babasónico! “Es como mi musa, no sé, tengo una serie de él y otra de Kate Moss, ésa es la parte más pop de mis pinturas”, señala. “Y te soy franco: antes tenía un bajón y me daba muy fuerte con drogas. Ahora prefiero pintar, también porque me di cuenta de que de algún modo soy un sobreviviente, como canto en Pasty Party (de éste, su octavo CD). Después de todo lo que hemos tomado, festejemos que estamos vivos y que podemos ir a bailar sin reventarnos. ¡Y no es un mensaje antidroga, eh!”

Leo recibe con buen humor la consulta típica (estúpida ya por trillada) de si como pintor es un buen músico. “A Dalí le decían que era mejor escritor que pintor y, ¿sabés qué decía? ‘Es cierto, si fuese menos inteligente, seguramente sería mejor pintor’”, bromea. Y no es fácil estar con ese buen humor un viernes de heavy rotation de prensa, que arrancó con un almuerzo de Mirtha Legrand compartido con Amalia Granata y Silvina Escudero (“hablaron tanto que no pude cantar ni un tema”, lamenta) y que terminaría, tras una ronda de prensa gráfica, en el programa de Pettinato.

De su visita al programa de la señora que dudó acerca de si una pareja de padres gay violaría a su hijo, los seguidores de Leo se enteraron a través de Twitter, la otra red social donde el ex Avant Press tiene un perfil activo, y más activo aún desde la semana pasada, cuando le tomó la mano. “Twitter es como bajar a DVD lo que tenés en el disco rígido, cuando lo tenés muy cargado”, define el músico que viene de la época del MIDI y del secuenciador, que giró con Soda Stereo y que inmortalizó como trío a Björk, Bowie y Beck en su hit Morrissey. “Me fui convirtiendo en mi propio webmaster y creo que todos los músicos nos tenemos que avivar con eso: es tan fácil tener un canalito de comunicación con la gente que escucha tus canciones, tan fácil armar un canal de YouTube, aprender a poner tags. Hay que explorar sin miedo las tecnologías, hay que experimentar con ellas”, dice.

Y justamente esa idea de la experiencia refractada en múltiples vías es la que propone en Experimental, el tema que abre Común y especial, un disco que recorre desde el disco funk hasta el folk, de la distorsión valvular a la secuenciación electrónica. “El hazlo tú mismo del punk tiene mucho que ver con la actitud del artista, eso de experimentar con lo que no sabés y que tampoco sé si es muy necesario que sepas. Vale más el mensaje que la técnica”, planta posición, aunque aclara que es peligroso cuando se experimenta con los sentimientos. “De última, experimentar con una canción o con un cuadro es un riesgo, pero hacerlo con los sentimientos ya directamente es caminar sobre la cuerda floja”, ilustra, bien plástico.

Izquierda: Panza (Babasónicos), por Leo García.
Derecha: “Mimos”, más fauvismo a cargo de Leo.

–¿Sentís más riesgo al hacer canciones o cuadros, actualmente?

–Hice una buena cantidad de canciones y unas 200 pinturas, pero creo que el riesgo más interesante está en el atrevimiento de exponerlas. En El milagro del pop (el tema de su disco del mismo nombre de 2008) cantaba que ‘hay que aparecer y decir lo que uno siente’, y eso es el arte y sobre todo el pop. Y eso abre otra puerta: todos los que nos animamos a exponer lo que hacemos somos artistas. Y exponer algo hace que entre en debate. En fin, somos eso: comunes y especiales, contradictorios pero equilibrados.

–Y ahora, luego de este par de años de mierda en lo personal, ¿estás más equilibrado?

–Mirá, cuando viene un dolor muy grande en la vida, una pérdida de un ser querido, no sabés cómo ni de dónde agarrarte. Y para mí enamorarme, inventarme un enamoramiento, es un modo fabuloso de escapar de ese dolor. Te salva la obsesión de mirar fotos de alguien por Facebook, por ejemplo, que no es paja, no es masturbación, no es Una luna de miel en la mano (por la canción de Virus y su metáfora onanista), sino la fantasía de que te guste alguien y enamorarte.

De hecho, dirá después, uno se enamora de alguien común que, entonces, se vuelve especial. De allí el cierre conceptual del título del disco, que en verdad tuvo un origen bastante accidental: “Suelo escribir las letras con Pablo Schanton; es más, suelen ser de él y me da una mano con las mías porque yo no terminé el secundario y tengo muchas falencias al escribir. Pero estábamos con Ale Ros ya con el arte del disco casi listo y faltaba el título. Como Pablo estaba en Alemania y no lo queríamos joder, vimos que Común y especial era el único título de tema que daba para el disco. Después me di cuenta de que cada canción trata sobre eso, sobre ese yin–yang que es también el de la luz y la oscuridad”, cuenta la anécdota.

La sombra del dolor de Leo se deja entrever, especialmente, en Llega la Luna, un tema finalmente dedicado a la gente que dejó de acompañarlo en el plano físico, aunque originalmente no fuera su intención: “Sin querer me salió un tema para los que ya no están, donde otra vez aparece la luz de la Luna que acompaña a la noche y también da el reflejo del sol”, interpreta este tipo común y especial, cónyuge gozoso de la luz y de las sombras, un tipo que hace canciones, pero que también se bancó exponer su obra plástica y cumplir un sueño pop: “Coca-Cola sacará un libro por sus 125 años y me van a dar dos páginas para que pinte algo”. ¿Será ése el verdadero milagro pop?

* Leo García presenta Común y especial el viernes 27 de agosto a las 21 en Samsung Studio (Pasaje 5 de Julio 444, San Telmo).

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