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Jueves, 23 de enero de 2003
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KATARRO VANDALIKO, TANDILENSES CON BUENA ONDA

El evangelio según el punk

Después de un primer disco bendecido por Attaque 77, la banda se asoció a Honest John Plain (guitarrista de The Boys y productor de Die Toten Hosen) para grabar Llegando al límite. Aquí cuentan la experiencia y cómo fue pasar de las sierras bonaerenses a la ciudad de la basura revuelta.

Por Cristian Vitale
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Katarro Vandaliko es una banda de punk rock. Se formó en Tandil hace 11 años –cuando allá era todo heavy metal y pop– y creció hasta hacerse un lugar en Buenos Aires. “Nos costó bastante lograr un lugar dentro de la escena. Estamos viviendo en Caballito hace un par de meses, luego de luchar mucho. Nacimos en Tandil y era todo muy raro; ninguna banda tocaba punk. Pero con nosotros se formó una movida grossa. Hacíamos intercambios con grupos de acá como 2 Minutos, Superuva, Doble Fuerza y metíamos unas 400 personas por show”, resume Matías, el cantante. Meses después, cuando Ciro Pertusi de Attaque los presentó en Obras como “el mejor grupo de punk argentino” ante 5 mil personas, los Katarro parecían haber llegado al cenit: habían vendido 2500 copias con su primer disco, Buenos muchachos (1999) y también compartido escenario con GBH, The Lurkers, Buzzcocks y Stiff Little Fingers. Pero no imaginaban que faltaba algo más: tener a Honest John Plain –sí, el guitarrista de The Boys y productor de Die Toten Hosen– como productor de Llegando al límite, el nuevo trabajo de la banda.
“No puedo creer que un tipo de 50 años con tanta historia en el punk conviviera con nosotros como si fuera un pibe del barrio. Nos trató súper bien y tiró muchas ideas”, cuenta Juan, el guitarrista. Plain fue contratado por el sello Fogón. Y metió mano en todo lo que pudo. “El disco es distinto del anterior. Va más allá del punk, porque ya no nos comemos ninguna. Estamos más asentados... Debe ser por la edad. El cambio es que vamos para atrás en el tiempo, somos cada vez más fans de los ‘60”, señala Matías. A Plain, que durante su estadía durmió en el living de la casa de Mariano –el manager–, lo cautivó el sonido fresco y sixties del grupo, que abreva en el protopunk –Small Faces, The Kinks, Stooges– y la herencia atávica.
“Nuestro crecimiento –dice Guillermo, bajista– es asimétrico. Cuanto más grandes nos ponemos, más atrás vamos a buscar nuestras influencias. En el primer disco hay un sonido punk más clásico. Ahora, morimos por Small Faces.” La versión que hicieron de “My Minds Eye” (Steve Marriot-Ronnie Lane) testifica el cambio. “No somos una banda política”, se definen. “Es cierto que la realidad de Buenos Aires nos pega mal, porque no estamos acostumbrados a ver pibes revolviendo basura. Pero para nosotros la vida pasa por otro lado e intentamos que el contexto no manche nuestra música. Aunque suene medio evangelista, lo nuestro es tirarle buena onda a la gente. ¡Como Logos!”

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