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Domingo, 7 de octubre de 2007
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Un pintor elige su cuadro favorito: Max Gómez Canle y el Retrato de una niña cubierta de pelo, de Lavinia Fontana

Una mas bajo el sol

Caso ciertamente llamativo para su época, Lavinia Fontana nació en 1552 en Bologna. Hija del conocido pintor Próspero Fontana, pronto empezó a compartir taller con él y a pintar de manera activa. Además, contrajo matrimonio con un alumno de su padre, Gian Paolo Zappi, después de recibir varias propuestas matrimoniales. Lo curioso es que este pintor llegó a reconocer el aplastante talento de su mujer y se dedicó a la crianza de los 11 hijos que tuvo el matrimonio, a los quehaceres domésticos y a pintar los fondos de los cuadros de su esposa. Lavinia Fontana tuvo también el apoyo de un grupo fuerte de mujeres boloñesas, pero alrededor del 1560 se mudó a Roma donde se convirtió en la pintora oficial de la corte del papa Clemente VIII.

Por Max Gomez Canle
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Descubrí el Retrato de una niña cubierta de pelo hace poco y de una manera muy azarosa. Y hay casualidades y cruces que rodean mi relación con esta obra. En mi casa tengo copias que hago de obras que me gustaría tener y no puedo: Bruegel, De Chirico, Malevich... Entre ellas me había puesto a copiar un Bronzino, que es un pintor del Renacimiento, y la obra que copié de él era el retrato de un Médici de pequeño. Empecé a copiarlo hasta que en un momento se me ocurrió continuarlo, que es algo que a veces hago: no sólo rehacer un cuadro sino continuarlo narrativamente. Siempre pienso que hay un espectro muy amplio de las posibilidades de la pintura y va desde el pintor "menor", que podría ser un copista o falsificador, al pintor conceptual, que sería Duchamp, en una operatoria que él tenía de comprar obras o pinturas menores y reformularlas agregando algo. A mí me gusta hacer a veces las dos cosas, ser un pintor menor y pintar limitadamente, incluso tratando de reproducir algo que ya está hecho –por eso no me siento tan alejado cuando veo esos programas de Utilísima sobre pintura– y después repensarlo y reformularlo conceptual y narrativamente. Es una de las cosas que siempre me interesó de la pintura. De chico, cuando miraba láminas de cuadros por ahí veía una parte de un cuadro, y me imaginaba qué sucedía ahí y cómo continuaba esa obra. Entonces de esa manera copié el retrato de un Médici hecho por Bronzino y en un momento lo vi a ese niño Médici todo peludo. Tiene una cara y una sonrisa que es la de hijo de dueños, una cosa así, de un niño que ya conoce su destino, se sabe en una familia refinada y poderosa. Lo vi con ese orgullo de esa familia pero peludo, bestial. Al mismo tiempo yo venía preparando un grupo de obras que surgió a partir de ver La bella y la bestia, de Cocteau. En esta serie se insertaba este cuadro.

Casualmente estaba haciendo tiempo en una galería de arte y encontré un catálogo de una muestra que se hizo hace unos años que se llamaba La bella y la bestia, con obras desde el Renacimiento hasta la contemporaneidad. Y de repente me encontré en una de las secciones del catálogo con este cuadro, que era muy, muy parecido al que yo acababa de hacer, pero cuando veo la fecha en que fue pintado era mil quinientos y pico y me shockeó la posibilidad de haber llegado a algo tan similar, por supuesto yo con 500 años de atraso.

Apenas llegué a mi casa me puse a investigar sobre este cuadro de Lavinia Fontana. La historia de la nena retratada, Antonieta Gonsalvus, es muy particular: su papá, Petrus, nació con esta enfermedad, hipertricosis, que es exceso de pelo en algunas partes del cuerpo y como rareza se lo llevaron al rey de Francia, que se convierte en su tutor y lo educa muy bien. El tipo, ya dentro de la corte, se casa con una mujer francesa muy bella y tiene hijos, pero esta enfermedad es hereditaria, y de los cuatro hijos que tuvieron, los dos que sobrevivieron heredaron la enfermedad. Por algunos problemas políticos en Francia, lo llevaron a Parma como embajador y él encargó retratos de sus hijos peludos. Pero en general, en los cuadros de esta familia sus miembros aparecen como salvajes vestidos noblemente, y para mí lo distinto de este cuadro es que la chica, que ya tiene 12 años, parece refinada y orgullosa. Para mí es muy tierna, tiene la esencia de esa vinculación con lo animal que también encierran los niños. A mí me encantaría poder pintar chicos, pero creo que carezco de esa gracia que les envidio a Balthus o a Gómez Cornet. Pero además, después supe que Cocteau se basó en este cuadro para su bestia.

Lavinia Fontana, la artista, también es una rareza, porque es una de las primeras mujeres pintoras exitosas que llegó a ser contratada por el Papa y tiene una historia muy particular para su época. En este cuadro pudo captar la dignidad y la belleza en esta chica, y no la pinta como una freak: la ropa le queda bien, no tiene la mirada temerosa, incluso está sosteniendo una carta en la que relata su historia, y la historia de su padre, como diciendo "no soy un monito disfrazado sino que tengo mi propia historia". Para mí tiene algo tan de la condición humana como pocos retratos que yo haya visto. Lo mandaría en las naves Voyager, esas que van con discos, con sonidos de la Tierra y fotos para que si alguien la encuentra entienda algo de la humanidad. Porque hay algo esencial en este retrato, y eso que tiene una "deformidad", pero es algo que va más allá, tiene algo de la fragilidad, de la soledad y al mismo tiempo de la gracia y la necesidad de decir quién sos y de aceptación.

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