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Domingo, 3 de octubre de 2004
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Crónicas - El Tren de la ciencia ficción cruzó la Patagonia

Crónicas marcianas

La semana pasada, el Tren Patagónico fue de Viedma a Bariloche con un pasaje peculiar: escritores, periodistas y aficionados enfrascados en conversaciones sobre ciencia ficción. Luego de tres días de viaje, dos de sus pasajeros volvieron con esta crónica de pueblos hospitalarios, brindis interminables, discusiones bizantinas y hasta un cuento de terror tehuelche.

Por Mariana Enriquez
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El milagro de Jacobacci,
25 de septiembre El Tren Patagónico, con su carga de escritores, periodistas, aficionados y alumnos de secundaria –105 personas en total– llegó por la noche al pueblo bautizado con el nombre del Ingeniero que llevó el ferrocarril hasta ese punto de la Patagonia, a 218 kilómetros de Bariloche. Los viajeros estaban cansados: el cruce del desierto, aun en vagones impecables, aturde y cubre de un polvo casi invisible la piel. Pero, por algunas desinteligencias de la organización, treinta y dos personas se quedaron sin habitación de hotel y sin la posibilidad de dormir en los camarotes cerrados por la noche. Antes de que rodaran cabezas, la intendenta Gabriela Buyayisqui puso en funcionamiento la proverbial hospitalidad de tierra adentro, y los habitantes del pueblo abrieron las puertas de sus casas para los varados. Quizá por eso la cena de bienvenida fue conmovedora. Pero seguro tuvo mucho que ver la presencia del legendario escritor local Elías Chucair, que leyó un poema hermoso y triste sobre un hombre que muere de frío perdido en ese desierto que cree conocer tan bien. Después, baile, guitarreada y por fin Laiseca, divo del viaje, famoso en los pueblos por sus Cuentos de terror que llegan por cable, con sadismo y maestría regaló un doloroso cuento alemán sobre una madre que no puede salvar a su hijo de la muerte, aunque le entregue sus manos, sus piernas, sus ojos.

Viedma, 24 de septiembre
O el día que Viedma fue capital, si no del país, al menos del género fantástico. La Fundación Ciudad de Arena, que hace un trabajo de recopilación y divulgación del género y está presidida por Gabriel Guralnik, llevó hasta allí a autores como Alberto Laiseca, Carlos Gardini, Carlos Gamerro, Elsa Drucaroff, Rafael Pinedo, Ana María Shua, Pablo Capanna y Leonardo Moledo, entre otros, para una Jornada Nacional de Cultura. Se habló de que el fantástico es el género natural en la Argentina; se habló de Borges, Bioy Casares, Cortázar, Silvina Ocampo, los nuevos creadores; del relanzamiento del sello Minotauro (uno de los auspiciantes); se habló de monstruos, Roger Corman, el Planetario; el realizador Bebe Kamín ofreció su mirada sobre el vampirismo. Y Ana María Shua cerró su intervención con una receta de Julio Cortázar: si un personaje ha estado seis meses fuera de la ciudad, entra al garaje de su casa e intenta arrancar el auto, el coche puede volar, atravesar la pared o convertirse en hipopótamo, pero nunca puede funcionar, porque en seis meses se le acabó la batería.

La noche insomne, Tren Patagónico, 24/25 de septiembre
La línea Sur une Viedma con Bariloche, y en algunos casos es la única forma de comunicación entre los pueblos del desierto patagónico; al lado de las vías se puede ver la huella –ni siquiera es un camino– que debería ser ruta. Pero esa noche Alberto Laiseca no murmuraba “ya todo está perdido” por esta brutal realidad. Momentos antes había despertado al poeta invitado Guillermo Saavedra, su compañero de camarote; Saavedra, aterrado, vio aparecer en la oscuridad del pequeño recinto la contundente cabezota de Laiseca sobre su lecho, a modo de advertencia. Después, Laiseca rumbeó hacia el vagón comedor, en busca del whisky que acompañara su insomnio: según dijo, lo habían arrancado del sueño los ronquidos de Saavedra. “Roncaba como si estuviera serruchando una baobab”, manifestó. O una secoya: las versiones difieren. Saavedra se le unió más tarde, junto a otros insomnes. En el otro extremo del tren, dentro del magnífico vagón-cine, unos cuantos dormitaban sobre los mullidos asientos –o sobre el piso alfombrado– ignorando las perversiones erótico-mecánicas de Crash de David Cronenberg.

El oasis, 25 de septiembre
Valcheta fue un campamento indígena, clave por la presencia de agua en el recorrido que hacían los indios hacia Chile. Sus 2500 habitantes recibieron la televisión en 1978, pero el teléfono lesllegó recién en 1983; la primera central se conserva en el Museo Regional, junto a restos de bosque petrificado, antiguas puntas de flecha, abanicos, restos fósiles. Al lado del Museo, en el Taller de Artesanía, algunas mujeres indígenas desmenuzaban lana y otras trabajaban en el telar.

Cordero patagónico, 25 de septiembre
El mes de la primavera no es el mejor para matar un cordero, son muy pequeños aún. Sólo se come cordero fuera de temporada para una ocasión especial, y el pueblo de Los Menucos consideró que la llegada del Taller Itinerante Viaje al Centro de los Confines lo era. Antes de que Laiseca ofreciera una versión de La Pata del Mono de W.W. Jacobs cruzada con Cementerio de animales de Stephen King, Carlos Gamerro pidió un brindis por Guralnik; fue el primero de varios, precedidos por uno de los errático-fantásticos discursos del mentor.

El vagón económico, 25/26 de septiembre
Alojaba la muestra de historieta fantástica argentina curada por Pablo De Santis; pero se usó para estudiantinas más adecuadas al espíritu del viaje a través del espeluznante desierto, quizá para exorcizar las entidades wekufü mapuches, o los desolados cementerios junto a las vías. Hubo picados, y partidos de voley; hubo juego de la mancha y carreras registradas en cámara digital por Leonardo Moledo. Los narradores debían escribir en el tren los cuentos que se publicarán en la futura Antología de Ciudad de Arena, pero la mano tiembla cuando se viaja sobre rieles. Algunos se atrevieron y estarán tratando de reconstruir lo imaginado a partir de esos garabatos.

El regreso, 26 de septiembre
Dura fue la vuelta para quienes no tuvieron el bálsamo del avión. Hubo que bajar del tren para subir de inmediato al micro de vuelta a Buenos Aires, pero algunos aprovecharon una preciosa hora de espera para visitar a Nahuelito o tomarse un taxi hacia el Centro Cívico. Para levantar la moral y olvidar las penosas condiciones del transporte, la bella Pola Olaixarac –junto a Drucaroff, Gamerro y dos cronistas entusiastas– repasaron a voz de cuello a Cole Porter, La novicia rebelde, Marilyn Monroe y hasta Barbra Streisand. Y todos se durmieron arrullados por la voz nasal de Woody Allen en El dormilón. El año que viene, Ciudad de Arena planea un recorrido triangular que incluirá General Roca. Y a ver quiénes son los valientes que se atreven.

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