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Domingo, 4 de marzo de 2007
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Especial Soriano I > Repercusiones y polémicas

De a una

Tras el intercambio entre Beatriz Sarlo, Guillermo Saccomanno y Osvaldo Bayer, en las últimas semanas se sumaron al debate profesores, periodistas y lectores. Ahora, María Moreno vuelve a intervenir respondiendo a la nota de Bayer del domingo pasado.

Por María Moreno
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Algunos dichos de Osvaldo Bayer en su artículo del domingo pasado me tiran un guante que no recogería si no supiera que en la respuesta se pueden iluminar algunas tretas que pretenden dar por terminada una discusión. Entonces, Bayer escribió: “Por otra parte, en una carta de total apoyo a Sarlo, María Moreno descarga una veta irónica un tanto circense y toma el argumento de Sarlo de que yo he tratado de compararla con un general represor. Nada de eso. Hablé de mentiras y no de crímenes. No pongan en boca de ganso lo que no es cierto”.

Tomemos cada sección de la frase de a una, como Don Juan a las mujeres.

En una carta de total apoyo...

En vano he aclarado en la nota “Los duelistas”, título ingenioso asestado por el editor: “Quiero aclarar que ésta no es una defensa de Beatriz Sarlo. Discutir el estilo de un ataque no significa quedar automáticamente del lado contrario, como después de leer el diario del lunes se llora o se ríe por los resultados del partido del domingo. La concepción de lo popular que despliegue Sarlo en sus notas de la revista Viva, su trayectoria político intelectual y las propuestas de su libro Tiempo pasado merecen una puesta en cuestión, más allá de cuchufletes lanzados en pandilla”. (Ya sé que me repito pero, total, como parece que hay alguno que no escucha...) ¿Puede leerse esto como un total apoyo?

... descarga una veta irónica un tanto circense...

En principio, para acuñar esta frase es necesario también alguna veta irónica. Una posterior alusión a que el humor suple la falta de argumentos y que no habría que ponerle traje de payaso a la ética sugiere que Bayer no me está comparando precisamente con una écuyère. “Circense” parece estar usado en tono peyorativo, algo extraño para alguien que ha venido haciendo la defensa de un escritor popular como Soriano y que seguramente no ignora la importancia cultural del circo criollo, incluida su sesgo político: Frank Brown satirizó desde la pista las elecciones legislativas de 1884, presentándose como candidato.

Es que Bayer es heredero de la gran tradición del Yo acuso, que apunta menos a la búsqueda de evidencias que a la dramatización de una conciencia; a la puesta en escena de coraje personal y a la construcción de pertenencia a bandos enfrentados a través de la figura del intelectual en términos de personalidad, por sobre la lógica de razonamientos encadenados.

Por eso utiliza la palabra “carta” en lugar de “nota”. Y por eso, para señalar que me equivoco cuando digo que Bayer ha invitado a Sarlo al propio espacio —en efecto me he equivocado: lo hizo en ocasión de la pelea televisiva con Viñas, no lo ha hecho ahora, cuando no cuenta con su cátedra—, dice que miento.

Además sostiene María Moreno algo totalitario: que el debate no es democrático. Y miente: porque sostiene que la invito a mi propio espacio. ¿Cuál es mi propio espacio? ¿El aula magna de Filosofía a la cual no piso desde hace un lustro? ¿Cuál es “mi propia audiencia”? ¿Los estudiantes que no me han conocido como docente?

Llamar “mentira” a un error es preservar el efecto Zola, aun a costa de una mentira: decir que miento cuando me equivoco.

Además, ¿no es extraño que sugerir que algo es poco democrático sea considerado “totalitario”?

... y toma el argumento de Sarlo de que yo he tratado de compararla con un general represor. Nada de eso. Hablé de mentiras y no de crímenes. No pongan en boca de ganso lo que no es cierto...

No puedo tomar lo que no he leído, ya que la respuesta de Sarlo y mi intervención salieron al mismo tiempo. En su primera respuesta a la negación de Beatriz Sarlo de que Soriano haya sido humillado en su cátedra, Bayer escribe: “Si, como usted dice, todo es mentira, a pesar de los cientos de testigos que hay del hecho, ¿por qué no me inició juicio por calumnias e injurias? Esto me hace recordar al general Elbio Carlos Anaya, quien sostuvo que era mentira lo que yo había sostenido sobre los fusilamientos ordenados por él de peones patagónicos en 1921”.

Al domingo siguiente, Sarlo le objeta: “La afirmación de Bayer de que mis palabras le recuerdan la mentira de un general fusilador es alarmante, porque empezando con algo así no es posible prever lo que puede terminar diciendo”. Y yo: “Poner a Sarlo al mismo nivel de incredulidad de un general represor como hace Bayer, calificarla como cronista dominguera con sentimientos benéficos como hace Saccomanno, me parecieron tretas tan débiles del arte de la injuria que no podían hacer más que facilitar las adhesiones a Sarlo”.

Ni Sarlo ni yo hemos hablado de crímenes, ni hemos dicho lo mismo. Pero está visto que en este caso los argumentos se subordinan a la necesidad de alineamientos precisos y bipolares. Responder como si se hubiera hablado de crímenes intenta atenuar las resonancias de la frase “Esto me hace recordar al general Elbio Carlos Anaya, quien sostuvo que era mentira lo que yo había sostenido sobre los fusilamientos ordenados por él de peones patagónicos en 1921”, ya que cuando alguien dice recordar a otro, aunque sea una treta retórica, sugiere que hace una comparación.

No acuse con fantasmas, señora María Moreno. Como cuando de alguna manera me mete de rondón en un disimulado machismo....

Jamás utilicé la palabra machismo, sólo que en el ensañamiento de ciertos textos críticos sobre mujeres públicas había un plus de indignación más propio de una protesta viril que de la misoginia. Sin duda Bayer ha reseñado sin prejuicios, contrariamente a otros intelectuales, la historia de las mujeres que se atreven a “cantar la rapsodia heroica de la vida difícil” (Severino Di Giovanni a América, el 10 de septiembre de 1928, citado por Osvaldo Bayer en Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia); incluso sostiene una interesante hipótesis sobre los prejuicios con los que se explica la militancia femenina de los años ‘70, hipótesis que no me atrevo a resumir aquí por haber sido formulada durante una comunicación personal. Y se ha pronunciado a favor de la despenalización del aborto en una encuesta rehuida por muchas glorias políticas nacionales. Pero, por esas cualidades casi feministas, sorprende el plus de indignación al dirigirse a Sarlo y su insistente “señora” que ahora me endilga a mí...

... Finalmente, María Moreno llama “ficticio” el relato de Soriano. Sin haber revisado pruebas, ni habernos preguntado nada. Es así y se acabó...

Ficticio significa “falso” o “fingido”. Pero mis palabras textuales fueron: “Porque no importa si Soriano ha sido o no insultado por los schollars, porque la anécdota funciona como un mito, algo que pone en juego otro tipo de verdad que la probada a través de evidencias. El mito es en principio un relato, no una mentira sino una verdad de ficción que es necesario interrogar”. No puse en duda lo que Soriano contaba sino el sentido de la circulación de la anécdota. En cuanto a revisar pruebas, hubiera sido interesante tenerlas, aunque Bayer hable de un centenar de testigos.

... Justamente el martes, las Madres de Plaza de Mayo dijeron públicamente algo que voy a llevar inscripto en mi camisa. Dijeron que Osvaldo Bayer fue el intelectual argentino que más defendió a las Madres de Plaza de Mayo. ¿Y usted, señora Moreno?...

Aun con semejante condecoración, un intelectual no debería autoeximirse de presentar sus pruebas y certificarse per se en una trayectoria intachable. Evidentemente esta afirmación de las Madres es un merecido motivo de orgullo, pero deja al desnudo el peligro de que la discusión se vuelva especular, ya que el “¿y usted, señora Moreno?” equivale a “¿y vos, quién sos?”, frase que, de acuerdo con el mito, de algún modo se le habría dirigido a Soriano en la cátedra de Sarlo, sin necesidad de pronunciarla.

... Graciosa, la señora. La cosa es, a falta de argumento, tratar de ponerle traje de payaso a la ética...

Bayer ve la ironía en lugar de los argumentos cuando, en realidad, ésta los constituye, como bien dijo Saccomanno de su “tono”.

La ética puede calzar el traje de payaso, puesto que es la figura del clown la que denuncia —a través de sus remedos al tony— la infatuación que oculta el deseo de prestancia, la ilusión que hay en toda solemnidad de encarar una verdad total, lo irrisorio de una autoridad que se tome por tal.

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