En este lugar bien podría mencionarse a The Sure Thing (o Quiero decirte que te amo), encantadora combinación de chico-conoce-chica y road movie en la que muchos descubrieron a John Cusack (y también a Daphne Zuniga, aunque luego no trascendiera) y que estaba llena de esos diálogos plenamente idiosincrásicos de dos obsesivos destinados a cruzar y unir sus demencias aparentemente incompatibles. Pero no, le dedicamos el espacio a The Princess Bride, brillante adaptación de la novela romántico–fantástica y de aventuras de capa y espada escrita con tono paródico pero mucha sensibilidad por William Goldman. Arranca como un cuento que le lee un abuelo (Peter “Columbo” Falk) a su nieto (Fred “Kevin, creciendo con amor” Savage); ha dejado grabado en los norteamericanos la frase “Mi nombre es Inigo Montoya, mataste a mi padre, prepárate a morir” y un reparto perfecto que incluía a André el Gigante, Mandy Patinkin, Chris Sarandon, ¡Billy Crystal!. Pero lo esencial de verdad es que le descubrió al mundo la belleza radiante de la por entonces muy joven Robin Wright, futura esposa de Sean Penn y gran, gran actriz.
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