Ayer, 10 de septiembre, murió Nelma Jalil, incansable luchadora, presidenta de Madres de la plaza 25 de mayo de Rosario.
Por Jorge Cadús
Cuando septiembre recién comienza a respirar sus aires de una nueva primavera, Nelma Jalil, Madre de la Plaza rosarina, decidió encender nuevos fuegos en otros arrabales. Apenas lleva como equipaje su pañuelo. Ese que es ya sÃmbolo y corazón de la pelea cotidiana por un mundo más justo, más solidario, menos desgarrador.
La imaginamos en el abrazo soñado con Sergio.
La pensamos en el reencuentro con Irma, con Elena, con Rubén.
Aprendimos con ella que la ronda es siempre contra los relojes y los tiempos del poder.
Sabemos que un pañuelo blanco jamás, nunca jamás, es despedida.
Hasta la victoria, siempre.
Por Pablo Alvarez*
"Cuando sentÃa frÃo me desabrigaba, cuando tenÃa mucho calor me ponÃa mucha ropa. Porque sentÃa que Sergio, mi hijo, donde sea que lo tuvieran, estaba sufriendo.. Por eso yo no me permitÃa estar bien. QuerÃa sentir que lo acompañaba..."
Nelma Jalil
-¿Y ustedes a qué están jugando? preguntó el pibe aquella tarde, con cierta malicia en la mirada, montado en su bicicleta. Primero miraba de lejos, con su grupo de amigos, a esas mujeres que giraban y giraban en el centro de la plaza 25 de Mayo, acompañadas de un manojo de personas.
¿A qué están jugando? se animó.
No jugamos, ayudamos a las Madres a darle cuerda al cosmos -Respondió un viejo, medio poeta.
Le damos cuerda para que no pare de andar.
Era una tarde de febrero de 1996. El sol ya casi cumplÃa con su tarea de rajar la tierra un dÃa mas. Y las respuestas, como siempre, no hacÃan otra cosa que abrir otros interrogantes. Si las Madres rondaban para darle cuerda al cosmos habÃa otros que, por el contrario, solo querÃan detener su marcha. Poniendo palos en la rueda.
-Ustedes no le dan cuerda. Le dan loca...
Replicó aquel pibe de unos doce o trece años.
Faltaba apenas un mes para que se cumplieran 20 años de aquel 24 de marzo de 1976, y las "locas" de la plaza rosarina giraban con sus blancos pañuelos, contra reloj, en la ronda del tiempo.
"A veces voy andando por la humedad de mis ojos, por la humedad de mis lágrimas...".
Escribió Elena Belmont, y sus palabras se repiten en cada uno de los testimonios de las otras madres que un dÃa salieron a buscar a sus hijos y, a cambio, se encontraron a ellas mismas, pero diferentes. Tejiendo pedazos de historia. Paradas en otro escenario.
Aunque fue recién en 1981 cuando las Madres rosarinas comenzaron a agruparse, ya venÃan de golpear muchas puertas, caminar muchos pasillos, desandar otros caminos.
La iglesia, el Arzobispado rosarino, se convirtió en el más emblemático sendero, empedrado de mentiras y velos de muerte.
Eugenio Segundo Zitelli, el cura párroco de Casilda, es uno de los más oscuros ejemplos...
"DÃgale al padre Griffa, si la envió a que hable conmigo, que yo estoy para cosas más importantes". RespondÃa: "Se hubiese preocupado por su hijo mucho antes". Zitelli justificaba la tortura pero... "si además de tortura hubo violación... ya es otra cosa".
Por otra parte, las falsas promesas: el padre GarcÃa, secretario del Arzobispado de Rosario, mentÃa a los familiares de los desaparecidos, les decÃa las cosas que ellos querÃan escuchar, a cambio de regalos.
"Una vez me dijo que me prepare, porque para la Nochebuena tendrÃa a mi hijo en casa.. me dijo que arregle sus cosas, que ventile su ropa... y asà lo hice. Pero Sergio no llegó nunca".
Nelma Jalil le habÃa regalado vinos finos al padre GarcÃa. Y en la última oportunidad le regaló un portafolios de cuero que, él mismo, le pidió.
"Después no hubo más regalos, pero tampoco tuve más audiencia con él...".
Sergio Jalil es uno de los militantes fusilados el 17 de octubre de 1976, en la localidad cordobesa de Los Surgentes. En uno de los barrios pobres de Rosario, Nelma se encontró con su hijo a través de los testimonios de los vecinos, que nunca lo olvidaron.
"Me contó una familia que Sergio le habÃa salvado la vida a su hija. HabÃa recorrido cielo y tierra en su bicicleta, durante todo el dÃa, para conseguirle un remedio que no tenÃa. Los padres llamaron a la chica, ya más grandecita, y le contaron que yo soy la madre del Turco, asà lo llamaban, el mismo que te salvó la vida..."
"Después me acordé que un dÃa Sergio llegó a casa todo sucio, y yo lo retaba. El se reÃa y me dijo que estaba contento por haberle salvado la vida a una chiquita. HabÃa recorrido toda la ciudad hasta que, por fin, consiguió un remedio. Llegó a casa a las tres de la mañana. El habÃa ayudado, también en ese barrio, a que todos tengan el agua".
Pañuelos
El viejo medio poeta me contó que la idea de darle cuerda al cosmos no es de él. Eso lo dijo en un poema Adela Antokolets, madre de Plaza de Mayo.
Dijo que la ronda significa eso, darle cuerda al cosmos para que no se detenga.
Y a mà se me ocurre que cada jueves, las Madres, le dan cuerda al universo para agitar los sueños que permanecÃan dormidos. Para que nadie se olvide de la lucha de toda una generación, la de sus hijos, que entregaron sus vidas por un paÃs diferente. Libre y solidario.
Hablar hoy de aquellos sueños es darle cuerda al presente.
Por eso las Madres rondan, y rondan contra reloj.
Porque además.. ¿quién dijo que un pañuelo blanco es despedida?
* De la Revista Alapalabra
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