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Domingo, 4 de marzo de 2007
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Sólo el cielo existía

Por Luis Novaresio
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Uno: Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu (Dios del cielo), Gucumatz (Dios de las tempestades), los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.

Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán. El primero se llama Caculhá﷓Huracán. El segundo es Chipi﷓Caculhá. El tercero es Raxá﷓Caculhá. ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe el espacio, que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron. Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: ﷓﷓¡Tierra!﷓﷓ dijeron, y al instante fue hecha.

Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. (Fragmento del libro de cultura maya guatemalteca, Popol Vuh, sobre la creación del universo).

Dos: Mel Gibson no tiene que pedirte permiso para hacer la película que se le cante. Ni a vos ni a nadie. Ni Gibson ni Victor Bo, ni nadie. Rambito y Rambón tuvo el derecho a nacer en el celuloide como El Huevo de la serpiente. Eso está claro. SI encima la producción no pretende ser un documental, el derecho a la imaginación tiene como techo el universo. También me queda claro. El norteamericano que filmó una historia pretendidamente maya, hablada en dialecto maya y en tierras mayas tiene todo el derecho de haberlo hecho como quiso. Pero vos tenés el derecho a decir, con la misma amplitud, lo que se te ocurra. Entonces te lo digo: Apocalypto, la última película de Mel Gibson es vergonzosa, mala y recomiendo que no la vayas a ver. Cara y ceca de nuestros derechos.

Muchas veces el cine sobrevuela alguna historia y, so pretexto del arte, crea o fortalece lugares comunes. Y uno, se lo perdona. Salieri no era tan mediocre músico como quiso Amadeus y nunca escribió el dictado de Mozart del réquiem final. Isabel II no debe haber llorado frente al ciervo cazado en medio de una de las mayores movilizaciones populares que clamaban funerales oficiales para Diana Spencer pero uno da gracias que Helen Mirren siga dando clases de actuación (aunque uno preferiría verla con el uniforme de la Superintendente Tenninson). El cine (¿el arte?) es una buena excusa para que los sentimientos hagan lo que quieran y que la razón se la banque calladita.

Sin embargo, lo de este cristiano que filma pretendidamente a los mayas raya con la burla al más mínimo recaudo de sentido común y al buen gusto. Ya se pudo ver con su Pasión de Cristo que Mel Gibson debe haber visto frustrado su deseo de trabajar de carnicero en algún frigorífico. Este matarife con alevosía y deliberación te enrostra más sangre que la que cualquier hematólogo soñaría con ver en tres generaciones. Y en sólo dos horitas y chirolas. Descuento que nunca debe haber leído que la letra con sangre entra pero hace culto del padre de la Argentina potencia. En la Pasión creyó que los cristianos necesitaban ver sangre por hectolítros, carne despellejada y látigos puntudos para que creyeran que el hijo de Dios sufría. Raro, sea dicho entre paréntesis, que los que creen en el dogma de fe que no necesita demostración, hayan tenido que apelar a tanta sangre terrenal y palpable. Aquí, el corazón valiente del director destroza animales, los descuartiza en primer plano, provoca en los hombres y mujeres estallidos de estómagos, degüella yugulares y carótidas y todo sin solución de continuidad. ME atrevo a decir que no deja que ninguna sangre se seque. Cuando está por pasar, riega con más hematíes la pantalla de los grandes cines.

Los mayas son crueles, podría ser la frase que reemplace el mi mamá me ama para los que somos aprendices de cultura mesoamericana en este manual de bajo costo firmado por Gibson. Sangre, sangre, sangre. Los mayas pelean entre ellos (¡que frase tan hermosa la del comienzo que expresa lo que nuestro Fierro cree respecto de los hermanos que no se unen y los devoran los afuera!), violan mujeres, dejan morir hambrientos a los niños y aprisionan a los hombres. Todo con sangre, sangre, sangre. El protagonista, un súper héroe banal y ñoño que bien podría haber leído el mismo guión que el hombre araña o el hombre murciélago, se va a salvar pero después de penar mucho. Todo con sangre, sangre, sangre. LE tocará se prisionero, ser llevado a una pirámide que podría ser la de Mayo de Buenos Aires, total, nadie explica nada, y verá como los de delante de su fila son acuchilladas, sus corazones arrancados y sus cabezas echadas a rodar por los escalones de la pirámide cualquiera. Y todo, con sangre, sangre y sangre, y sacerdotes espasmódicos, emperadores drogados o deficientes mentales, emperatrices hechas emperatrices de cuero y sexo duro e hijos reales gorditos. Será de tanto tomar sangre, qué se yo. Menos mal que nuestro chico se salva, derrota a los mayas malos y salva a su familia que, claro, crece en ese momento, porque a su mujer se la ve parir en medio de, obvio, mucha sangre.

La película es asquerosa. Porque da asco. No miente, porque en el diccionario de la creación no figura ese vocablo, pero echa a rodar una bola de lugar común sobre los mayas que merece ser detenida. No yendo a verla. A riesgo de provocar el efecto contrario (Ya sé del oscuro objeto del deseo de la prohibición) te lo aconsejo de corazón. No vayas.

Tres: La cultura maya es una de las más apasionantes para conocer. Y, probablemente, de las más enigmáticas, desde que en la década de 1840 surgieron descripciones de sus ruinas en las selvas húmedas de Mesoamérica. Los Mayas, que ocuparon, para decirlos rápidamente, desde el Yucatán mejicano hacia el sur, Guatemala y Belice, fueron la única civilización verdaderamente alfabetizada del continente Americano, pero por muchos años sus inscripciones en geográficos no pudieron ser descifrados Desde la controvertida obra de Rabinal Achi hasta los más recientes trabajos antropológicos se los describió como una teocracia pacifica. Sin embargo, hoy hay dudas de los sacrificios que se hacían esporádicamente para pedir el agua o agradecer una cosecha. Allí hay dudas. Pero también hay unanimidad científica al considerarlos una de las civilizaciones más pacíficas como norma de vida.

Su calendario fue tan preciso como el que hoy usamos. Cuenta el tiempo desde el 13 de agosto del 3114 a.C., y detendrá su cómputo el 21 de diciembre de 2012 d.C., terminando así su ciclo de tiempo e inmediatamente comenzando uno nuevo. Lo anterior ha provocado que surja mucha polémica sobre un supuesto "fin del mundo conocido" en el 2012 y el surgimiento de una nueva Era. Astrónomos avezados, matemáticos avanzados, construyeron templos que representan ecuaciones perfectas.

En Uxmal, uno de los sitios arqueológicos mejor conservados de Méjico se cuenta que los antropólogos que descubrieron las pirámides creyendo que eran tumbas como las de Egipto y no altares como luego lo sabrían, se sorprendieron por el eco que se provocaba al golpear las manos en un sitio específico. Mirando el ingreso de ese edificio escalonado, imponente, el ruido que parte con palmas, regresa como el ave mitológica de los mayas. Pero es sólo allí. Ni un metro a la derecha, ni un metro a la izquierda. Mal posicionados, el batir de palmas muere seco y soso. Quien se pare donde se debe recibirá el premio de la respuesta de la verdad. El que no, la afonía de la mentira, dice la leyenda. Se ve que Mel Gibson no visitó Uxmal.

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