Durante su testimonio Astelarra advirtió también que los represores "sentían placer con lo sádico y lo morboso" y muchas veces "éramos víctimas de esos juegos". “Ser mujer significaba un plus de vejación y violación", agregó. Luego de denunciar que “los episodios de abusos sexuales siempre fueron episodios tortuosos y degenerados, en los que participaban oficiales y suboficiales del Ejército", Astelarra le solicitó al Tribunal Oral Federal 1 que dichos delitos “deberían considerarse de orden público y no solamente de instancia privada, porque fueron cometidos por funcionarios públicos".
Más adelante, la sobreviviente identificó como habituales responsables de esas "aberrantes" prácticas a los represores Ernesto Barreiro, Hugo Herrera, José “Chubi” López, Jorge Exequiel “Rulo” Acosta, Héctor “Palito” Romero y el ya fallecido Roberto Nicanor “Cura Magalí” Mañay `. También mencionó el nombre de varias secuestradas "vejadas y violadas", muchas de ellas asesinadas, pero prefirió no extenderse sobre el tema al considerar que se tratan de situaciones "muy delicadas".
"Las mujeres eran reducidas a la servidumbre. Eran obligadas a trabajar, a ser esclavas sexuales. Hoy quizás muchas no lo puedan contar", manifestó Astelarra, quien, a instancias del fiscal Facundo Trotta aceptó promover una investigación penal independiente a la causa principal, por lo cual el Tribunal deberá girar las actuaciones a la Fiscalía Federal de turno.
Luego de pasar por el Campo de La Ribera, en setiembre de 1976 fue traslada a la cárcel de mujeres del Buen Pastor, a disposición del Comando del III Cuerpo, donde nació su hijo, quien fue entregado a su abuelo materno, José Leandro Astelarra, en enero de 1977, quien consiguió la liberación de su hija dos meses después a cambio de 10.000 dólares.
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