El problema de la reunión está, precisamente, en el establecimiento del lugar. Es que el gobierno ucraniano y los representantes de la OSCE tienen desconfianza de acercarse hasta las regiones en conflicto, y los separatistas prorrusos tienen vedado el ingreso a países de Europa por las sanciones económicas que pesan sobre ellos.
Debido a estos problemas, uno de los puntos de encuentro posibles es la ciudad de Minsk, la capital bielorrusa. Poroshenko, presionado por la comunidad internacional para buscar una salida pacífica al enfrentamiento armado que mantienen sus fuerzas con los sublevados de las regiones orientales de Lugansk y Donetsk, accedió ayer por primera vez a negociar con ellos e incluso a declarar un cese de hostilidades duradero.
En un aparente cambio de rumbo, el presidente ucraniano ya no exige a los separatistas la rendición total como condición para poner fin a la operación militar contra ellos, como sí lo exigía en el plan de paz que presentó en junio.
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