En una columna publicada el martes, un profesor de Ciencias Sociales, Emilio de Ipola, repudia la lucha y los métodos de los estudiantes, expresando la pobreza espiritual de quienes conducen la universidad desde 1983. Expresa también un concepto político de la educación pública que, además, es compartido y aplicado por una vasta camarilla de profesores, decanos, rectores y mediocres, responsables del vaciamiento, deterioro y entrega de la universidad pública. Lejos de construir un “concierto de prácticas prepotentes y antiinstitucionales”, como De Ipola afirma, los estudiantes estamos protagonizando el proceso de democratización y lucha más importante de los últimos años. Venimos siendo protagonistas de la recuperación de los espacios de discusión de ideas, de los centros de estudiantes, la federación universitaria, de cada uno de los lugares que fueron vedados a las mayorías por las conducciones radicales, menemistas y frepasistas. Desde un debate profundo y en desarrollo, estamos sentando los gérmenes de la nueva universidad popular que necesita nuestro pueblo. La reformulación de la extensión universitaria y los planes de estudio, la democratización de los espacios, la lucha contra todo autoritarismo y el crecimiento de la participación estudiantil son los primeros pasos en ese sentido. En un país fracturado, con más de la mitad de la población por debajo de la línea de la pobreza, nuestra tarea crítica, como alumnos y futuros intelectuales, es ponernos a la altura de la historia abierta por el pueblo el 20 de diciembre. Ese día cambió la historia. Ese día los estudiantes fuimos parte del movimiento que puso en jaque a quienes nos entregaron a la miseria y la marginalidad durante años.
Esa camarilla de autoridades que nos acusa de violentos, de crear miedo entre los docentes y destruir todo lo que tocamos, es la misma que nos amenaza con desalojarnos del Rectorado con las “fuerzas del orden”, que nos niega la palabra en el Consejo Superior, nos interviene las carreras, intenta intervenir en las elecciones estudiantiles, amenaza con sanciones a los alumnos que luchan por sus derechos y a los docentes que intentan sumarse a nuestra lucha, persigue a los estudiantes que denuncian sus negociados, etc. Lo mejor de la universidad es que es un lugar de encuentro de ideas, reflexión colectiva y socialización de experiencia. Por eso la defendemos. Pero la universidad ha entrado en una nueva etapa y encuentra a los estudiantes como principales protagonistas de lo nuevo. Y nosotros sí defendemos a nuestra facultad y nuestra universidad. La defendemos de los responsables de su vaciamiento y su entrega. La defendemos de quienes pretenden volver desde las oscuridades de sus manejos y prebendas para darle continuidad a un modelo que está caduco, muerto y pasado. La defendemos como uno de los últimos lugares de dignidad que nos quedan a los argentinos. Hoy más que nunca, defender la universidad pública es construir la universidad del pueblo en una Patria para todos.
* Dirigente de Venceremos (en MRS), centro de estudiantes de Sociales (UBA).