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La historia me la refirió mi amigo el artista plástico Víctor Montoya, a quien va dedicado el cuento. Cuando llegué a Jujuy en los ochenta, estaba sediento de historias. El y otras personas caritativas ayudaron a aplacar mi sed. Yo iba anotando todo lo que podía, para intentar más tarde ficciones que resultaran creíbles.
Recordaba la Carta del Descubrimiento de Colón que da cuenta de las tierras nuevas; a los cronistas de Indias con sus esfuerzos comparativos; al griego Jenofonte que se encontró de pronto perdido en un mundo muy diferente al de su Atenas natal.
Buscaba una mirada, un pulso compartido entre lo desconocido y lo propio, que me permitiera acercar al lugar y a su gente.
Hoy lo veo, buscar ese pulso es mi forma de afincarme en los lugares por los que paso.
Dos breves observaciones, que acaso enfatizan la tarea de cronistas que asumimos las personas en tránsito:
“Afincarse” es una palabra que conocí en Jujuy.
Víctor Montoya nació en Córdoba.
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