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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
21 MAYO 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Urby et orbe

En su carta (Cash Nº 525) Urby nos dice: “Al lado de un gran hombre también suele haber una gran mujer”. Como economista, tomo su afirmación como formada por variables que pueden tomar otros valores, como intentaré mostrar e indico entre paréntesis: “al lado” (delante, atrás), “gran” (pequeño/a, común), “hombre” (mujer), “también” (nunca, siempre), “suele” (en cada caso, en algún caso). No siempre hay una gran mujer, sino simplemente una mujer y ella puede ser la madre, como en los casos de Adam Smith y John M. Keynes. En el primero, Smith nunca conoció a su padre, y tuvo por su madre un afecto tan grande como el que no pudo ofrecer a otra mujer o que, en todo caso, se lo brindó a David Hume. En el segundo, conocemos la vida de Keynes por las cartas a su madre (nunca a su padre) y sus afectos fueron más que hacia mujeres hacia amigos, como Litton Strachey; describía su enlace con Lidia como fruto de una decisión obnubilada por el alcohol: “si no hubiera bebido tanto champán”, comentaba. En ciertos casos, una gran obra económica se produce al lado de una mujer no compatible con el autor, como ocurrió con Pareto, Von Neumann y Schumpeter, quienes debieron buscar otras compañeras. En unos casos, la ayuda femenina es también intelectual. Hicks dio el último adiós a Ursula agradeciéndole haberlo ayudado “en más de un sentido”. En otros casos, la ayuda que recibió un hombre genial provino tanto de sus amigos como de las mujeres de su vida: David Ricardo y James Mill se casaron y tuvieron ambos numerosos hijos con sus respectivas esposas, pero Mill sin Bentham o Ricardo no hubiera llegado lejos, y Ricardo era consciente de sus limitaciones como escritor, y sin la insistencia de Mill nunca habría producido la obra maestra que fue su libro de 1817. Marx no sólo fue un rendido amante de Jenny von Westphalen, sino también de su criada, Helen Demuth, y su producción intelectual debe mucho también a sus hijas, Jenny, Laura y Eleanor. Marx fue marido de Jenny casi tanto tiempo como fue amigo de Engels, y a ambos les debió mucho, pero en distintos órdenes. ¿Seguimos? Podemos seguir hasta el infinito, y sólo hallaremos lo obvio: el orbe, Urby, está lleno de mujeres y hombres; y que todos ellos son distintos, de modo que la posibilidad de combinarse de a dos o más es tan variada como puede serlo cada experiencia humana; pero que de ello resulte una obra genial es otro tema. Gracias Urby por su ayuda.

La globalización... promesas

Si hoy viviera Ortega y Gasset podría suscribir algún ensayo con este título, como hizo 71 años atrás con “La pampa... promesas”. Y de nuevo su conclusión sería pesimista. En nombre de la globalización se eliminaron aranceles a las importaciones; en nombre de una mayor eficacia de gestión se permitió que empresas comerciales e industriales fueran transferidas a empresas extranjeras; para alentar la entrada del codiciado capital extranjero se lo liberó de impuestos, de registros y de restricciones a su movilidad; en nombre de la solidez financiera se permitió que la casi totalidad de la banca pasase al control extranjero; y en fin, en nombre de la eficiencia de la empresa privada competitiva y la búsqueda de la ganancia como incentivo para el mejoramiento, se entregó la totalidad de empresas del Estado a otras empresas estatales, pero extranjeras, en condiciones monopólicas con mercados cautivos y no pocas veces con garantía estatal de una ganancia mínima. Se prometía no poco: que los países se acercarían, que el desarrollo de los países ricos con el tiempo llenaría la copa y ésta derramaría sobre los países pobres, llevando a todos a un mundo de menor inequidad; al acceso de todos, tanto a otras culturas como a los nuevos frutos de la civilización tecnológica; la posibilidad de llegar todos a los mercados del mundo, sin moverse de su aldea y sin importar su tamaño económico. ¿Con qué resultados? Vinieron capitales, pero su rapidez de desplazamiento le permitió pasar rápido de la producción a la especulación, convirtiendo la economía nacional en caja de resonancia de crisis internacionales: reapareció el ciclo económico. La protección al trabajador y al económicamente débil, se convirtió en protección a la toma de recursos por capitales extranjeros: se suprimieron aportes patronales al sistema de seguridad social, se crearon las AFJP con necesaria participación de capital exterior, y ello creó al Estado fuentes de déficit de ingresos e incremento en la transferencia de divisas al exterior, hoy de 20 mil millones de dólares al año, obligándolo a renovar e incrementar sin fin su deuda externa. Privatizar empresas y servicios llevó a la exclusión sin retorno al mercado a gran parte de la población, como desempleados estructurales, que nunca hallarán empleo, parias que ni alcanzan la condición de esclavos, porque no tienen amo que los necesite.