Julieta Calmels es subsecretaria de Salud Mental, Consumos problemáticos y Violencias de provincia de Buenos Aires. Junto a diez mil trabajadores y trabajadoras del sistema sanitario bonaerense, la funcionaria participó del congreso de salud provincial que se realizó en Mar del Plata. 

"La realidad nacional es muy angustiante y la crisis en la salud la vivimos de una manera muy fuerte", dice en diálogo con Buenos Aires/12. "Vemos gente que no puede comprarse los medicamentos y viene al sector público, cómo aumentan las demandas de aquellos que se está quedando sin empleo y por lo tanto sin obra social, y también vemos que la gente se enferma más", dice Calmels que entiende que encuentros como el marplatense sirven para "encontrar la fuerza para seguir".

—¿Cuáles son los principales desafíos en materia de salud mental?

—Cómo seguir construyendo ámbitos comunitarios y colectivos ante un momento como el actual, donde hay una convocatoria desde el Presidente y muchas áreas del Gobierno nacional a una vida individual y a estrategias individuales de supervivencia, aparece como el principal. El individualismo, la soledad y la indiferencia son factores que no promueven la salud, sino que generan que la gente que está sufriendo esté peor. Las salidas individuales no resuelven nada, porque uno siempre necesita de otros, ya sea de la familia, de los amigos, la escuela o el trabajo. Entonces confirmamos que los ámbitos colectivos deben ser cada vez más en materia de salud mental.

—¿El individualismo y la soledad tienen punto de conexión con la virtualidad?

—Totalmente. Estamos en un contexto muy particular en cuanto a la relación con las tecnologías, en el congreso se trabajó mucho en relación a los jóvenes que juegan en red, que es un gran tema, y en cómo en esas grandes plataformas se promueven lógicas más individuales, aunque uno esté en contacto con otros. Además, notamos el avance de algunos tipos de juegos que implican estrategias de eliminación del otro y la crueldad, que tienen semejanza con lo que uno ve en la política nacional.

—¿Por ejemplo?

—Tenemos un Estado nacional que actúa como agente de destrucción, y no como agente de construcción. Vemos que la crueldad es un factor de riesgo y de gravedad de este tiempo histórico, y está muy exaltado por el Gobierno nacional. Anuncian despidos y celebran la destrucción de políticas nacionales. Festejan lo que destruyen y no se encuentra nada que construyan. Es la política de la aniquilación, y no de la creación de un nuevo orden institucional.

—¿Y eso cómo impacta en la salud mental?

—Impacta porque, en salud mental, está claro que hay una agresividad primaria con la que nacemos todos los seres humanos. El tema es que gran parte de la tarea social y del rol de las instituciones es regular esa agresividad para poder vivir en común, pero pareciera que el modo simbólico y material en el que se ejerce la presidencia de nuestro país y las políticas nacionales son más bien para la exaltación de esa agresividad. El lenguaje con el que se habla sobre las personas y las instituciones, y la agresividad de Milei explica muchas cosas e indica que algo no está bien. En salud mental tratamos de regular a los chicos y los jóvenes para encontrar otras formas simbólicas de resolver lo que a ellos no les gusta de de la vida. Pero la agresión, y en su forma más extrema la crueldad, es un tema que uno ve en el plano político, y eso genera mucha preocupación.

—¿Qué preocupaciones al respecto se expusieron en Mar del Plata?

—En las mesas hubo psiquiatras, médicos, comunicadores sociales, investigadores de industrias culturales y hogares de cristo, que son una línea de la iglesia católica que trabaja temas de consumos problemáticos. Y sí, todos, de distintas maneras, plantearon el aumento de la desigualdad social y de las situaciones de pobreza que son producto de las políticas económicas del Gobierno nacional. Todos sabemos que eso produce sufrimiento psíquico, que va desde depresiones y crisis de ansiedad, hasta dificultades para dormir y síntomas somáticos. Si analizás los períodos económicamente complicados del país, siempre han aumentado los suicidios, las depresiones y demás.

—¿Hay estadísticas actuales al respecto?

—No, porque es difícil medir en un tiempo tan corto. Pero sí aumentaron las internaciones en salud mental, y las consultas se incrementaron en todos lados. De hecho estamos pensando cómo armar distintos dispositivos de atención, porque los lugares están muy exigidos. Pero las coincidencias tienen que ver con que la desigualdad social agrega sufrimiento a la vida, sumado al temor y la incertidumbre, que generan mucha inestabilidad por un Estado que no protege y que quita el piso donde estamos parados.

—¿Siendo funcionario se puede tener la cabeza fría en momentos como este?

—Todos los que tenemos algún grado de responsabilidad, desde el ministro Nicolás Kreplak hasta quienes coordinan equipos chicos en territorio, tenemos la obligación de remarcar que la situación es muy grave y que es imperioso que se detenga este proceso de destrucción del Estado nacional. Es una responsabilidad sanitaria, no sólo política. Y para nosotros es muy difícil tener la cabeza fría, porque estamos en permanente contacto con el sufrimiento de las personas, pero a su vez, nuestra manera de encontrarle solución a las cosas es relacionándonos con eso.

—Si es difícil mantener la cabeza fría, ¿qué te tranquiliza?

—Que nuestro gobernador no detuvo la obra pública y estamos construyendo centros de salud mental nuevos, por ejemplo. En Quilmes tendremos, en tres meses, el primer centro de salud mental construido desde cero en la PBA, y atrás de ese vienen doce centros más. En este contexto donde recortan la coparticipación, sacan el fondo de incentivo docente y achican el fondo de fortalecimiento fiscal, que en salud no detentan la obra para nosotros es un orgullo y una fuente de esperanza y alegría. Lo mismo ocurre con las casas de externación para los pacientes. Tampoco se va a despedir personal de la salud mental, y encima las políticas de transformaciones están más vigentes que nunca. Esa es la razón de existir con alegría en este contexto tan dramático que buscaremos transformar, ya que a pesar de todo, tenemos algo para ofrecerle a las personas de nuestro pueblo que atraviesan algo difícil.

Nuestro gobernador no detuvo la obra pública y estamos construyendo centros de salud mental nuevos, por ejemplo.

—¿De las rondas ligadas a los consumos problemáticos qué conclusiones sacaron?

—Que van en aumento desde hace mucho tiempo, en Argentina y en el mundo. Ahí entra todo, desde las drogas legales, las ilegales, los consumos de tecnología, los juegos online y los tranquilizantes, que es lo que más aumentó. Los consumos de medicaciones para ansiedad y sueño también. Sin embargo el alcohol sigue siendo, por lejos, el consumo más masivo. A partir de allí debe distinguirse cuáles son consumos recreativos, más allá de la opinión que uno tenga sobre cada sustancia, y cuáles son consumos problemáticos, que son los que complican alguna esfera de la vida.

—¿Por qué aumentan los consumos en contextos de adversidad?

—En la situación trágica que vivimos hay muchas familias que no tienen ni cómo llegar a la comida. La política que está instaurando Javier Milei no es una discusión sobre modelos, está llevando a la gente a situaciones límites de la vida, en cosas que trastocarán el futuro de muchas personas. Ese es un factor. Y después, a veces hay una idea de que los consumos son para liberar los dolores y las angustias, y uno podría decir que por un lado es verdad, aunque los que trabajamos en la materia sabemos que más bien se produce la profundización de las angustias y los dolores, y que la gente que consume no está más ligera de sufrimiento. Pero hay algo que se escucha mucho y que está respaldado por una encuesta que hizo la Sedronar el año pasado, bajo la gestión de Gabriela Torres, donde preguntaban los motivos de consumo, y la mayor cantidad de personas planteó que los consumos son en búsqueda de placer.

—¿Y eso que indica?

—Es un dato importante, porque la gente consume para buscar satisfacciones y no para aliviar dolores, para experimentar placer cuando no puede hacerlo en otros ámbitos. Lo hacen para sentir cosas en el cuerpo que las sociedades capitalistas tienden a que cada vez se produzcan menos. Por eso hablamos de las tecnologías. El cuerpo que está en la computadora no es el cuerpo que baila, que tiene relaciones sexuales, que juega a la pelota, o que experimenta sensaciones. Es un cuerpo sobreestimulado cuya manera de descarga es mediante un espacio que no es su cuerpo.

—¿Y cómo o dónde deberían hacerlo?

—Hay que entender que muchos consumos buscan placer y satisfacción, y debemos prestar atención a eso, porque entonces debemos pensar cuántos espacios producimos socialmente para la felicidad del pueblo. Hablamos mucho de derechos esenciales, pero poco de la felicidad y la satisfacción. El resultado de esos consumos problemáticos y desregulados generan muchos más problemas que alivios, y más sufrimiento que satisfacción. Pero la búsqueda inicial está ahí, y eso no es para quitar problemas, sino para entender que hay razones que se explican por la falta de otros espacios sociales y otras experiencias significativas.

—¿Qué se hace a nivel provincial con eso?

—Los consumos son la tercera causa de internación en salud mental en la provincia. Estamos buscando una política de ampliación en los espacios de adicciones, sobre todos los que tienen modalidad residencial. El paciente puede estar en el hospital y mejorar su situación física si se trata de una intoxicación, pero muchas veces se necesita un tiempo. Hay muchas comunidades terapéuticas, nosotros tenemos políticas de regulación y acompañamiento de todo el sector, que incluso tienen una ley que las regula y un proceso de adecuación a la salud mental. Además, desde el Estado vamos a crear dos lugares residenciales nuevos, uno en La Plata y otro en Mercedes.

—¿De qué sirve integrar los actores, las costumbres y los territorios a la hora de abordar la problemática?

—Sirve porque en la salud en general tenemos mucha fragmentación, pero en los consumos problemáticos se multiplica. A nivel nacional el Sedronar tiene muchos niveles que financia en los distintos municipios, y esos espacios pueden ser iglesias, organizaciones sociales, comunidades terapéuticas y demás, que conforman una variedad de autores muy valiosa desde su aporte y muy estratégica, porque llevan muchos años de trabajo y apuesta. Todo eso debe poder integrarse en una política, para ver bien cuál es el rol de cada uno, y ver dónde el chico puede comenzar su tratamiento, dónde continuarlo, y así. Por eso en la asamblea quedó planteado el hecho de impulsar las mesas locales de salud mental por cada municipio, donde estén los recursos locales, provinciales y también las organizaciones sociales, hogares de cristo y demás. Eso es parte de la etapa nueva, la integración y articulación de la salud mental implican esos factores.

—¿Hablaron de las apuestas online?

—Es un tema que surgió y que propusimos tratar en ambas mesas. Estamos comenzando una política de proyección junto a Lotería de la PBA, para planificar el abordaje de este tema. Algo importante a destacar, que quizás no se conoce mucho, es que las plataformas donde juegan los menores de 18 años son todos lugares ilegales. Tiene que ver con la Justicia y son delitos federales, porque son plataformas que no están en la PBA y que a veces ni siquiera están en el país.

—Es un tema que se agiganta cada día más.

—Sí, y la gente pierde plata que no puede perder. Cuando esa relación con el juego te desapega de los lugares reales donde vivimos se vuelve un problema, porque cuando el juego se apaga, el cuerpo, los sentimientos y el espacio que te rodea sigue siendo lo que era. Y la creación de plataformas online de juego generan debate, porque al no tener una política de seguridad y censura es importante crear instancias de regulación, para que eso no cree una realidad de ficción, porque la vida sigue transcurriendo.

—¿Y qué ocurre?

—Ese desacople produce muchas situaciones preocupantes, porque los pibes no saben estar con otros, y quedan con una sobreexcitación corporal que no hay manera de resolverla, con grados de ansiedad y tensión muy grandes. La adrenalina que te da jugar al fútbol y la manera en la que el cuerpo se involucra no se asemeja en absoluto con apostar online. Hay que construir una manera en la cual estar en las redes no represente una suspensión del mundo que se sigue habitando, porque entonces este último será difícil de transformar. Y siempre es necesario transformar el mundo que uno habita para estar vivo.

—¿Qué le ocurre a un funcionario cuando regresa a su oficina después de un congreso provincial?

—Por un lado trabajamos muchas horas más, porque algunas cosas quedan pausadas durante el congreso. Pero volvemos con la confirmación que hay un movimiento sanitario bonaerense inmenso y dispuesto a defender el Estado y la salud pública, porque allí hay una fuerza viva para dar una pelea de transformación incluso de nuestro propio sistema de salud, y que eso es muy enriquecedor.

—¿Por qué?

—Porque sabemos que el sistema sanitario provincial y nacional busca transformarse a sí mismo, no es conservador ni está a la defensiva, sino que tenemos la idea de cómo transformar lo que somos. Y encima, a nivel provincial, contamos, con un gobernador que está absolutamente comprometido en ese proceso. Encontrarnos, discutir, y tomar dimensión de la cantidad de proyectos, trabajos y líneas de acción que hay en toda la provincia nos llena de felicidad. En la diaria, que es difícil, hay colectivos que dan fuerza y nos permiten seguir avanzando porque coincidimos que la situación de la Argentina tiene que cambiar.