Desde Brasilia

Luiz Inácio Lula da Silva enfrenta un desastre ambiental sin precedentes en Rio Grande do Sul agravado por dos bombas de tiempo que dejaron Jair Bolsonaro y sus acólitos: la divulgación posiblemente orquestada de fake news para causar pánico y el desmonte de la estructura del Estado con la cual hacer frente a las tempestades cada vez más frecuentes en razón del cambio climático.

El presidente estableció una sala de situación en el Palacio del Planalto, en Brasilia, desde donde es acompañada en tiempo real la crisis metereológica de la provincia ubicada en el extremo sur del país, limítrofe con Argentina, Uruguay y Paraguay, donde murieron 143 personas y otras 131 están desaparecidas de acuerdo con el informe divulgado este domingo por la Defensa Civil estadual.

Hay, además, 1,1 millones de ciudadanos "gaúchos" afectados, entre ellos 537 mil desplazados, diseminados en 446 ciudades de la provincia, incluyendo la populosa capital Porto Alegre, ubicada en la región este, a nivel del mar, hasta donde siguen bajando las aguas originadas en las sierras del área central.

Como ocurre en  otras grandes metrópolis brasileñas, en la capital "gaúcha", hay varias favelas donde miles de vecinos que pese a tener sus viviendas anegadas dudan en abandonarlas por temor a los saqueos que están a la orden del día.

Más de sesenta personas fueron arrestadas entre la noche del sábado y la madrugada del domingo por policías provinciales y agentes municipales que recorren la ciudad en botes inflables. En los barrios de clase media alta ese patrullaje es reforzado con guardias privados.

Ricos y pobres

Lula comentó que hace décadas, siendo un adolescente, sufrió junto a su madre y hermanos, la tragedia de ver como la vivienda que alquilaban en el interior de San Pablo, donde compartían el baño con un bar, era tapada por el lodo y el agua. El exoperario que lleva un año y medio en su tercera presidencia, se compadeció de quienes están enfrentando esa "calamidad" en estos días. No es justo que los “pobres” estén condenados a vivir en casas precarias expuestas a las inclemencias del tiempo, se indignó.

Y comparó el despliegue de funcionarios y recursos que está realizando su gobierno para capear los estragos de las lluvias, que este domingo volvieron a castigar parte de la provincia sureña, con la frivolidad demostrada por Bolsonaro, durante los temporales ocurridos tres años atrás en el estado de Bahia, en el humilde nordeste brasileño.

“Recuerdo que cuando hubo aquellas inundaciones en Bahia el presidente de la Repúbica siguió paseando en un jet sky” durante unas vacaciones que se negó a suspender para visitar a las víctimas, dijo el actual mandatario.

Harto de fake news

Mientras Lula comanda la crisis desde el Planalto, el ministro de Comunicación Social, el "gaúcho" Paulo Pimenta, se estableció en Porto Alegre a donde viajaron otros miembros del gabinete como Marina Silva, titular de Medio Ambiente y Cambio Climático, José Múcio Monteiro, jefe de Defensa y Nícia Trindade, responsable de Salud. Allí también está trabajando la diputada gaúcha Maria do Rosario, segura candidata a la intendencia portoalegrense en las elecciones de octubre.

Además de coordinar a los ministros que viajan al sur y hacer el relevamiento de las ciudades con necesidades imperiosas, Pimenta está librando una guerra contra la campaña de mentiras en las redes sociales orquestada desde el fortín bolsonarista.

“Estoy harto de fake news”, explotó Pimenta, a quien Lula tiene como uno de sus hombres de confianza desde hace años, principalmente a partir de los dieciocho meses que pasó en la cárcel (entre 2018 y 2019) como preso político del exjuez Sergio Moro y su fiscal Deltan Dallagnol, en la causa de apariencia judicial conocida como Lava Jato.

“Hay fake news criminales, que envuelven temas de salud pública, otras que perjudican el trabajo de rescate. Yo respeto la libertad de expresión pero al mismo tiempo pedimos a la Policía Federal que identifique (a los responsables) de esas acciones”, anunció Pimenta.

Mentiras desde Washington

Entre los políticos que están en la mira de la Policía Federal se destaca el diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente, quien acaba de realizar una gira por Hungría, donde participó de la cumbre de la Conferencia de Acción Conservadora (CPAC) y Estados Unidos. Desde Washington posteó noticias falsas sobre las inundaciones además de repetir el leitmotiv ultraderechista según el cual en Brasil hay un régimen “autoritario” en deriva acelerada hacia una dictadura.

Junto al hijo de Jair Bolsonaro estaba en Washington el ex fiscal Dallagnol (hombre central en la causa Lava Jato) .Dallagnol repitió casi al únisono con Eduardo Bolsonaro las noticias fraudulentas sobre las acciones del gobierno lulista en Rio Grande do Sul y respecto de la dictadura que se avecina.

El tono de Bolsonaro hijo, fue más policíaco, ya que él se formó en la Policía Federal, al tiempo que Dallagnol empleó un estilo algo mesiánico, por su carácter de militante evangélico acostumbrado a adornar sus embustes con citas bíblicas.

Decenas de legisladores del Partido Liberal, al cual pertenecen Jair y Eduardo Bolsonaro, se aliaron a la campaña de desinformación que ha tenido un impacto importante en la opinión pública nacional y más aún en la "gaúcha", reconoció el ministro Pimenta.

Según una encuesta de la consultora Quaest, publicada este domingo, tres de cada diez brasileños dijeron haber recibido alguna noticia falsa sobre las inundaciones. El director de esa agencia, Felipe Nunes, explicó que parte del 70 por ciento restante está formada por ciudadanos que leyeron esas falsedades y las tomaron por ciertas.

A ese dato que preocupa al gobierno se suma otro alentador para Lula. La pesquisa de Quaest dice que la aprobación del líder del Partido de los Trabajadores subió subió 7 puntos y llegó al 47 por ciento en la región sur (estados de Rio Grande do Sul, Paraná y Santa Catarina), la zona más antipetista del país. La mejora fue atribuida a las medidas adoptadas por el mandatario frente al diluvio y a los dos viajes que realizó a las zonas inundadas en el lapso de cuatro días.

De todos modos el Sur, una zona rica y de mayoría de población blanca, sigue siendo bolsonarista y rechaza a Lula en un 52 por ciento. La imagen negativa del presidente de centroizquierda en el sur sigue siendo alta pero cayó el cinco por ciento frente a la medición anterior, hecha en marzo.

Bomba sin desactivar

Si las noticias falsas son la primera bomba con que el bolsonarismo boicotea el rescate de los afectados por las inundaciones iniciadas hace dos semanas, la segunda bomba es el vaciamiento de las estructuras estatales para hacer frente a los desastres climáticos.

Al abandonar el Planalto, a fines de diciembre de 2022, Jair Bolsonaro dejó apenas 25 mil reales (menos de 5 mil dólares) en el presupuesto general de la Unión destinado a la prevención de desastres naturales en todo el país. Con lo cual el gobierno lulista, iniciado en enero del año pasado, tuvo muy poco margen de maniobra para adoptar medidas contra las cada vez más frecuentes tempestades. En 2023 cerca de 70 personas fallecieron por los deslaves de tierras en razón de las lluvias atípicas en el litoral de San Pablo y otras 54 perdieron la vida por causa de un ciclón extra tropical precisamente en Rio Grande do Sul.

A pesar de las evidencias sobre el cambio climático, el excapitán Bolsonaro dijo que éste no existe al hablar en varios foros internacionales, donde también negó los incendios en la Amazonia.

Y no solo eso: redujo los recursos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales y vació el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), órgano que entre otras funciones, tiene la de fiscalizar y eventualmente sancionar delitos contra la naturaleza.

Esa misma política negacionista que anuló la capacidad de acción del estado nacional fue replicada en varios gobiernos estaduales, especialmente los del sur, y en particular Rio Grande do Sul.

El gobernador derechista de esa provincia sureña, Eduardo Leite, removió casi toda la legislación contra la deforestación y recortó los recursos para actuar ante tempestades.

Por su parte el alcalde de Porto Alegre, Sebastiao Melo, bolsonarista sin fisuras, redujo el presupuesto destinado al mantenimiento de los diques de contención que rodean la capital "gaúcha", que este domingo estaba literalmente bajo el agua.