Miércoles, 28 de mayo de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
La parábola la refirió el canciller Jorge Taiana en medio de endiabladas tratativas en la Cumbre de Mar del Plata. Diz que la versión original es de Henry Kissinger. Este cronista le agregará o quitará detalles, pero tratará de conservar su sentido pedagógico. Según la fábula, un importante país necesita (vaya a saberse por qué oscura razón de Estado) que un campesino ruso se case con una hija de Rockefeller. El mediador designado viaja a Rusia, entrevista al campesino. “¿Usted se casaría con una americana?” “Jamás –responde el campesino–, no me gustan las gringas, flacas y huesudas. Yo quiero una mujer sana, con caderas amplias y pechos generosos, que tenga una buena dote.” “¿Y si la yanqui tuviera esas características físicas y fuera hija de Rockefeller?”, insiste el diplomático. “Entonces, podría pensarlo”, concede el campesino, incrédulo.
El mediador viaja a Europa, se reúne con el presidente de la Unión de bancos suizos. “Necesitamos que le den un puesto en el directorio a un campesino ruso”, espeta. “¿Usted me toma el pelo?”, le responden en suizo-alemán. “Le aclaro que el hombre será yerno de Rockefeller.” “En ese caso, podríamos concederle”, se aviene el banquero.
Rockefeller casi le arroja un teléfono cuando le pregunta si le pintaría que su hija contrajera nupcias con un campesino ruso. Pero cuando nuestro gestor le agrega “el prometido será un miembro del directorio de la Unión de bancos suizos” una sonrisa le llena el rostro.
El mediador aborda a la mujer, le ofrece como prometido a un directivo de la banca internacional. “Jamás me casaría con un hombre del mundo de mis padres. Quiero salir de la jaula dorada, quiero alguien distinto, que conozca otra vida.” “El hombre que la pretende –-agrega en triunfo el diplomático– es un campesino ruso.” “Ah, eso es otra cosa.” Objetivo logrado por obra y arte de la construcción paso a paso.
La leyenda enaltece la diplomacia en varios pasos, la necesidad de ser creativo para lograr un objetivo que afecta intereses variados. Las tratativas necesitan rodeos, seducciones, exploraciones. Y se concretan en estadios sucesivos si existe alguna afinidad de intereses y muñeca en los que buscan el objetivo.
El lector ya lo sabe, estamos hablando (por default) del eterno entuerto entre el Gobierno y los dirigentes agropecuarios. La eventual bisectriz entre los intereses no parece tan exótica como el casorio que reseñamos, pero la voluntad negocial y la muñeca son muy diferentes.
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Tomala vos, dámela a mí: Después de otras peripecias, se ha entrado en una etapa en la que parece que lo más importante es demostrar que el otro entorpece una salida viable. Meses de evolución del conflicto decantaron una percepción compartida: la opinión pública ansía un cierre, cambiar la hoja. Los contendientes se afanan, a niveles asombrosos, para ganar ese juego. Emiten y vistean declaraciones, las sobreinterpretan. Se dan por ofendidos con gran celeridad. La polémica se retrotrae a detalles baladíes e incorroborables: quién dijo qué en un encuentro ya pasado y sepultado, quién acordó qué aquel jueves.
La técnica de enfrentamiento decantó en un mecanismo recurrente. La sucesión (al principio en días sucesivos, ahora en cuestión de horas) de apariciones consecutivas de Gobierno y entidades para interpretar al otro, refutarlo o contestarlo. Así funcionaron los actos del domingo, las apariciones de los líderes “del campo” versus la de Alberto Fernández en un programa de TV el lunes. El mecanismo se redondeó ayer con otra secuencia: comunicado del PJ esperado y retrucado en tiempo real por la Mesa de Enlace.
En términos simples: las dos partes doblaron la apuesta, dando cuenta de que consideran infértil la negociación. Claro que cargan la frustración en la cuenta del otro.
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La negación del lockout: El cónclave del PJ aglutinó a la dirigencia oficialista, incluido al díscolo gobernador chubutense Mario das Neves. Con buena lógica, Néstor Kirchner respondió a un desafío político (la movilización en Rosario) con una respuesta orgánica. Habrá que ver qué hace ahora el gobernador Juan Schiaretti, pero queda claro que los restantes gobernadores peronistas cerraron filas en resguardo de la autoridad presidencial.
El comunicado leído por Jorge Capitanich fue una afirmación de identidad, una afirmación de pertenencia. Esos planteos podrían haberse hecho en un tono diferente. O, sin quitar lo valiente, abriendo una hendija a la negociación. No hubo tal.
“No teníamos alternativa”, explican en el primer nivel del Gobierno. “Ellos no querían arreglar nada. El domingo anunciaron el paro, ahora lo hacen.” Página/12 replica que la Casa Rosada no exploró otro camino, que dio por probada su profecía. “Ellos no querían, nunca quisieron. Cada vez que arrimamos a un acuerdo, se fueron al paro”, porfían del otro lado de la línea. “La Presidenta hace un esfuerzo componedor, no los critica ni los menciona. Ni lo registran.”
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Decime cuál es tu nombre: Las entidades del “campo” anuncian su escalada y cuidan mucho las palabras. No enviarán granos para exportar ni carne para faenar. Esto es, restringen voluntariamente la oferta regular de bienes. Eduardo Buzzi machaca “esto no es un paro, y que no nos digan que es un lockout”. Pero hete aquí que sustraer la prestación empresaria en forma unilateral es lockout acá y en Jamaica. Pero los productores quieren evitar los rótulos, sin privarse de volver a medidas de fuerza. La más grave, obviamente, es la restricción de carne para faena. Mario Llambías asegura que no habrá problema de abastecimiento porque las cámaras frigoríficas están llenas. No es su compromiso: habla en nombre de otros, sin ninguna representatividad. Desde luego no le pone el cuerpo a su profecía. Tampoco explica para qué toma una medida de fuerza si no hay lesividad, un disparate en los términos. La intención patente del lockout es damnificar a alguien, al Gobierno por vía de la privación de los argentinos de a pie.
Las otras medidas democráticas auguradas por los productores (acampes, contactos con legisladores y mandatarios) son lícitas y hasta deseables. No borran ni compensan el renacido salvajismo de su acción de fuerza, sea cual fuere su nombre de bautismo.
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La decisión: Página/12 consulta a una de las principales figuras del gabinete nacional, le pregunta cómo sigue la historia, rota toda instancia cercana de negociación. “Tendremos que decidir. Todas las medidas favorables a esta gente, incluyendo las que ellos nos pidieron, debimos tomarlas por nuestro lado. Habrá que hacer lo mismo con las retenciones móviles.” El anuncio podría llegar en las próximas horas. En el ínterin, el Gobierno arriesga mucho más que las corporaciones. Su reputación sufrirá si la carne sube, si hay goma, ni hablar si hay desabastecimiento. Las corporaciones arriesgan el prestigio que acumularon, dirá el lector. Sus riesgos son menores, la fuerza de las corporaciones es la necesidad que cubren. Nadie dejará de comprarles carne o granos el día de mañana por devastada que sea su valoración social.
El conflicto sigue al rojo vivo. Las alegaciones morales están al orden del día. El registro exaltado, intuye el autor de esta nota, es directamente proporcional a la falta de aptitud negociadora. Para colmo, las corporaciones agropecuarias reinciden en la feroz irresponsabilidad que parecían haber archivado.
El lector podrá preguntar ¿venía a cuento la historia del principio de esta nota? Quizá sí, supone el cronista, para sugerir que sería mejor dedicar a la creatividad a bosquejar una salida y no a los posicionamientos mediáticos. Y también para proponerle al lector una sonrisa que atenúe la pesadez de las noticias.
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