En la entrada a la posmodernidad, a partir de los a帽os 60, la perspectiva de la relaci贸n de pareja cambia de una manera notable. Ya no es s贸lo la muerte lo que separa a la pareja, ahora el v铆nculo se rompe cuando se termina el amor, cuando el deseo se extingue, cuando la pasi贸n no se mantiene. Si bien la pasi贸n y el deseo concomitante constituyen un excelente factor de uni贸n de la pareja, tiene el inconveniente de la transitoriedad, pues el deseo es inconstante, caprichoso, vol谩til, y proclive a cambiar de objeto.
Tambi茅n podemos aducir que el enamoramiento y la pasi贸n consiguiente tienen mucha fuerza, pues implican un reencuentro con el objeto primario, como dice Freud, un reencuentro con el yo ideal forjado en los primeros tiempos del maternaje. Este reencuentro aspira a la fusi贸n con el otro, que aspira a desalojar toda alteridad, toda otroridad.
Se vive as铆 una suerte de completud imaginaria que se mantiene a trav茅s de la exclusi贸n de terceros. La aparici贸n del tercero, as铆 como ocurri贸 en el momento en que el padre separa a la madre y al hijo de esa unidad fantaseada, provoca celos.
La persona celosa desea que el rival desaparezca, pues el abandono de cualquier objeto de amor puede provocar un intenso sufrimiento, pero, en la relaci贸n pasional esta p茅rdida tiene un significado adicional, pues si el objeto que abandona es identificado con el objeto primario, hunde al sujeto en la desesperaci贸n de una p茅rdida irreparable, ya que el objeto primario es 煤nico, esencial para la vida, no es un objeto del deseo, es un objeto de la necesidad. Y si el adversario representa el rival ed铆pico, aqu茅l con quien se compet铆a por el amor de la madre, las cualidades que se le adjudican ser谩n relevantes. La sobrevaloraci贸n del rival es propia de la investidura parental.
Todos tenemos reacciones de celos, todos queremos ser atendidos y escuchados y nos molesta la exclusi贸n. Pero estos sentimientos, comunes a todas las personas, adquieren un inusual protagonismo, una ampliaci贸n exagerada en aquellos sujetos que tienen un v铆nculo pasional, pues pueden llegar a situaciones de extrema violencia de las cuales nos dan testimonio a diario las cr贸nicas policiales.
Si la inclusi贸n de un tercero es fuente de trastornos en la pareja, lo paradigm谩tico lo constituye un acontecimiento excepcional que requiere un m谩ximo esfuerzo de integraci贸n y adaptaci贸n: el nacimiento de un hijo. En el mejor de los casos, los componentes de la pareja pueden gozar de este producto de la uni贸n y el afecto. Pero cuando los celos y la posesividad no permiten la aceptaci贸n de la terceridad el hijo provocar谩 conflictos de dif铆cil soluci贸n. Si estos conflictos surgen con mucha frecuencia en parejas que no tienen una patolog铆a especial, las parejas pasionales los tendr谩n magnificados y ser谩 dif铆cil que los puedan sortear con 茅xito.
Es as铆 que el hijo puede convertirse en depositario del odio y v铆ctima directa de actos agresivos de los padres. Si la inclusi贸n del tercero es intolerable y la agresi贸n no puede ser contenida, nos enteramos a trav茅s de la cr贸nica policial del maltrato a que son sometidos beb茅s y ni帽os, de un sadismo tal, que si no estuvieran registrados, no podr铆amos imaginarlos. Los celos y la agresi贸n que despiertan en sus padres, reflejan, en estos hechos paradigm谩ticos, las consecuencias 煤ltimas de los v铆nculos pasionales.
Cuando una relaci贸n de pareja se funda en el deseo de restablecer la diada madrehijo, cuando aspira a esa completud imaginaria, que no admite la otroridad, que pretende la fusi贸n, el hijo aparece como un elemento desestabilizador. Si los celos y la posesividad no permiten una aceptaci贸n de la nueva situaci贸n, el hijo puede convertirse en v铆ctima de maltratos psicol贸gicos y/o f铆sicos y en casos extremos ser asesinados.
En la entrada a la posmodernidad, a partir de los a帽os 60, la perspectiva de la relaci贸n de pareja cambia de una manera notable. Ya no es s贸lo la muerte lo que separa a la pareja, ahora el v铆nculo se rompe cuando se termina el amor, cuando el deseo se extingue, cuando la pasi贸n no se mantiene. Si bien la pasi贸n y el deseo concomitante constituyen un excelente factor de uni贸n de la pareja, tiene el inconveniente de la transitoriedad, pues el deseo es inconstante, caprichoso, vol谩til, y proclive a cambiar de objeto. Tambi茅n podemos aducir que el enamoramiento y la pasi贸n consiguiente tienen mucha fuerza, pues implican un reencuentro con el objeto primario, como dice Freud, un reencuentro con el yo ideal forjado en los primeros tiempos del maternaje. Este reencuentro aspira a la fusi贸n con el otro, que aspira a desalojar toda alteridad, toda otroridad. Se vive as铆 una suerte de completud imaginaria que se mantiene a trav茅s de la exclusi贸n de terceros. La aparici贸n del tercero, as铆 como ocurri贸 en el momento en que el padre separa a la madre y al hijo de esa unidad fantaseada, provoca celos. La persona celosa desea que el rival desaparezca, pues el abandono de cualquier objeto de amor puede provocar un intenso sufrimiento, pero, en la relaci贸n pasional esta p茅rdida tiene un significado adicional, pues si el objeto que abandona es identificado con el objeto primario, hunde al sujeto en la desesperaci贸n de una p茅rdida irreparable, ya que el objeto primario es 煤nico, esencial para la vida, no es un objeto del deseo, es un objeto de la necesidad. Y si el adversario representa el rival ed铆pico, aqu茅l con quien se compet铆a por el amor de la madre, las cualidades que se le adjudican ser谩n relevantes. La sobrevaloraci贸n del rival es propia de la investidura parental. Todos tenemos reacciones de celos, todos queremos ser atendidos y escuchados y nos molesta la exclusi贸n. Pero estos sentimientos, comunes a todas las personas, adquieren un inusual protagonismo, una ampliaci贸n exagerada en aquellos sujetos que tienen un v铆nculo pasional, pues pueden llegar a situaciones de extrema violencia de las cuales nos dan testimonio a diario las cr贸nicas policiales. Si la inclusi贸n de un tercero es fuente de trastornos en la pareja, lo paradigm谩tico lo constituye un acontecimiento excepcional que requiere un m谩ximo esfuerzo de integraci贸n y adaptaci贸n: el nacimiento de un hijo. En el mejor de los casos, los componentes de la pareja pueden gozar de este producto de la uni贸n y el afecto. Pero cuando los celos y la posesividad no permiten la aceptaci贸n de la terceridad el hijo provocar谩 conflictos de dif铆cil soluci贸n. Si estos conflictos surgen con mucha frecuencia en parejas que no tienen una patolog铆a especial, las parejas pasionales los tendr谩n magnificados y ser谩 dif铆cil que los puedan sortear con 茅xito. Es as铆 que el hijo puede convertirse en depositario del odio y v铆ctima directa de actos agresivos de los padres. Si la inclusi贸n del tercero es intolerable y la agresi贸n no puede ser contenida, nos enteramos a trav茅s de la cr贸nica policial del maltrato a que son sometidos beb茅s y ni帽os, de un sadismo tal, que si no estuvieran registrados, no podr铆amos imaginarlos. Los celos y la agresi贸n que despiertan en sus padres, reflejan, en estos hechos paradigm谩ticos, las consecuencias 煤ltimas de los v铆nculos pasionales. Cuando una relaci贸n de pareja se funda en el deseo de restablecer la diada madre-hijo, cuando aspira a esa completud imaginaria, que no admite la otroridad, que pretende la fusi贸n, el hijo aparece como un elemento desestabilizador. Si los celos y la posesividad no permiten una aceptaci贸n de la nueva situaci贸n, el hijo puede convertirse en v铆ctima de maltratos psicol贸gicos y/o f铆sicos y en casos extremos ser asesinados. *Psicoanalista. www.domingocaratozzolo.com.ar© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.