Sin dudas, no hay palabras ni imágenes que puedan reflejar el impacto político de la jornada histórica del 8 de Marzo. Quiero agradecer a todas las mujeres que me conmovieron desde lo más profundo de lo político y lo personal emocional. La energía vivida, vista y sentida en la larga marcha, avasallante y potente, me sacudió. Hay miles de compañeras que vienen trabajando mucho por esto. Hay en ellas mucho que aprender.

También me enojé por algunas actitudes, me dolieron y me mostraron cosas que tengo que revisar, dolores muy profundos que se mezclaron con diferencias en la forma humana de encarar la política. Lo que valoro de lo bueno y lo malo es que no se niegan mutuamente. Sentir que lo vivido fue perfecto y contradictorio hace a los hechos históricos profundamente humanos. Cuando una marea de personas se te mete por los poros para observar dolores y alegrías, potencialidades y limitaciones propias, es porque algo realmente importante sucedió.

El componente clasista de la convocatoria, con un nuevo Paro Internacional para demostrar que podemos parar el mundo, tuvo expresiones notables. En el sector aceitero hubo una huelga de 24 horas y las compañeras realizaron una primera asamblea de mujeres en las puertas de Cargill, donde hoy golpean los despidos no por crisis, sino por disciplinamiento. Allí circuló la valentía, la sencillez, la profundidad de la experiencia que siempre esos encuentros regala a las participantes. Es un desafío en todos los ámbitos sindicales potenciar los espacios de encuentro entre compañeras, para que a la hora de disputar los espacios de poder y definición política con aquellos que niegan nuestro protagonismo, aparezcan las mejores herramientas de confrontación y triunfo.

Cabe además hacer extensivo el agradecimiento a todas y a todos, a aquellos que desnudando su sutil ‑o no tanto- enojo y desconcierto preguntaban reiteradamente si era malo decir feliz día, o cuestionaban a modo de pregunta si estaba bien que estuvieran en la marcha. También a aquellos compañeros que me sorprendieron con actitudes profundamente ubicadas, certeras y supieron que era el momento de correrse y dar el espacio ganado, y lo hicieron con afecto y emoción, entendiendo y sintiendo lo que estaba pasando. No les agradezco, pero me azuzaron y obligaron a llevarlos al límite del reconocimiento, aquellos hombres que no entendieron, no entienden y después de mucho intercambio reconocieron que no participaban porque son machistas. La primera fase para replantearse el orden de privilegios es verlo, sin asumirlo como un valor socarronamente. El devenir dirá de qué clase de reconocimiento se trata. Si se trata de lo segundo, le queda igualmente poco tiempo de vida útil.

El 8M aportó a transformarme. Aportó a replantearme y pensarme. Me puso enfrente de cientos de miles de espejos. Me dio esperanzas. Me demostró una vez más que es posible cuando se hace carne esto de que la historia no empieza cuando una llega y no se termina cuando una se va. Me tacleó los lugares donde tambaleo y me confirmó los lugares en que estoy sólida y fuerte. Y lo hizo todo al mismo tiempo.

Gracias, compañeras. A todas. A las que conozco y a las que no. A las que valoro y con las que tengo más diferencias que otra cosa. A las que quiero y a las que no. A las que veo como ejemplo de lo que quiero, y a las que son la medida para no ser lo que no quiero. Porque todas juntas pudimos parar el mundo y hacer que nada de lo que nos pasa sea indiferente. De eso debe tratarse la política y el protagonismo. De eso se trata la humanidad y lo popular. Para eso se organiza y se lucha.

Arriba el feminismo, ¡que va a vencer! ¡Va a vencer!

 

* Periodista. Secretaria de Comunicación CTAA Rosario