Ayer no fue un día más. Para muchas, tantas, que venimos militando por el derecho al aborto desde hace años, la posibilidad de que el debate sea una realidad en el Congreso nos emociona. Es emoción por el camino recorrido, largo, con obstáculos, ninguneos, resistencias. Pero también por el recuerdo de las pioneras, las que ya no están para saborear este momento, como la gran Dora Coledesky, abogada, feminista y trotskista, incansable luchadora por los derechos sexuales y reproductivos. Fue una de las integrantes de la Comisión por el Derecho al Aborto, que se conformó en 1988 y de donde surgió el lema “anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, que luego tomó la Campaña y al que le agregó “educación sexual para decidir”, como el tercer pilar fundamental. Dora nos dejó en la madrugada del 17 de agosto de 2009, a los 81 años. ¿Cómo olvidarla hoy? “Es la primera vez que un grupo colectivo de mujeres y de algunos hombres elabora y debate un proyecto de ley que establece el aborto voluntario hasta las 12 semanas. Pero este proyecto, aunque lo hayamos redactado nosotras, nos pertenece a todas y todos aquellos que están de acuerdo en avanzar para lograr su sanción”, dijo ella, cuando el 28 de mayo de 2007, en el Día de Acción por la Salud de las Mujeres, se presentaba por primera vez el proyecto de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, en la Cámara de Diputados. Hace casi 11 años.

Desde esa Comisión por el Derecho al Aborto, con Dora al frente, se publicó por primera vez una solicitada en apoyo a una mujer embarazada que, al ser violada, demandaba a la Justicia su derecho de abortar en un hospital público. Fue el 12 de junio de 1989 y salió en el diario Sur. Hace 29 años. La mujer no fue autorizada. Tantas otras mujeres, muchas de ellas niñas y adolescentes, también tuvieron que transitar el tortuoso y espinoso sendero de los tribunales para pedir por el mismo derecho, que ya desde 1921 estaba contemplado en el Código Penal. Pero que ni médicos ni jueces querían garantizar. Conocí en persona a varias. Las escuché, con la angustia dibujada en sus ojos, y en los de sus madres, que las acompañaban, con referentes del movimiento de mujeres siempre a su lado.

Las estrategias de las organizaciones feministas para poner el tema en la agenda de la política fueron diversas. El trabajo de periodistas aliadas siempre fue clave, para darle difusión y amplificar su repercusión. Testimonios de famosas en primera persona (en las revistas La Maga y Tres puntos en la década del ‘90), y también relatos de mujeres anónimas y desconocidas, contando sus experiencias íntimas del aborto (en la Red Informativa de Mujeres de Argentina, RIMA, en 2005). Muestras fotográficas, maratones de lecturas, paneles y mesas redondas en universidades, sindicatos, centro culturales y otros lugares, reuniones informativas con expertas –algunas invitadas extranjeras– en salas de la Cámara de Diputados, marchas, cabildeo e incidencia para que se discuta el tema en el Congreso, litigios estratégicos para pedir el cumplimiento de abortos no punibles, denuncias por la alta tasa de mortalidad de mujeres por abortos inseguros en organismos internacionales, publicaciones de libros.

Pero los medios de mayor tirada y audiencia durante años a este reclamo histórico lo ignoraron o le dedicaron espacios marginales. A pesar de su potencia, que viene resonando cada año, con más fuerza, en la movilización que corona los Encuentros Nacionales de Mujeres. En ese espacio se gestó la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, con sus pañuelos verdes, en cuyo ámbito se delineó –como recordaba Dora– el proyecto que ayer comenzó a discutirse en la Cámara de Diputados.

Finalmente, con un amplio apoyo político y mediático, como resultado de la constancia y coherencia de un movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans, que viene marcando la agenda legislativa.

Revisando papeles viejos, en una caja en la que guardo recuerdos, encontré la primera nota sobre un caso de aborto no punible sobre el cual publiqué. La hoja, de PáginaI12, ya está amarillenta por el paso del tiempo. Es de 1998. Veinte años atrás. El reportaje cuenta el caso de una niña con discapacidad mental que había sido abusada y también le negaban arbitrariamente el derecho a un aborto legal. A lo largo de estos años escribí sobre decenas de casos parecidos. ¿Cómo quedarme callada? Qué puede ser más tortuoso que obligar a una niña a continuar con un embarazo forzado que no quiere seguir. Eso es tortura. Lo ha dicho el Comité de Derechos Humanos de la ONU, entre otros organismos. “Soy muy chica para tener un bebé. No quiero tenerlo. Que me lo quiten”. Eso decían. Pero no era tema para las pantallas de televisión, salvo, algunas excepciones.

Varias de las chicas que en estos años pidieron un aborto no punible, perdieron la vida, como Ana María Acevedo, en 2007, porque en un hospital –el Iturraspe, de Santa Fe- le negaron ilegalmente su derecho a un aborto terapéutico y a brindarle al mismo tiempo el tratamiento oncológico que estaba indicado para el cáncer que tenía en la mandíbula, poniendo sus creencias religiosas por delante del cumplimiento de la ley. Ayer me desperté recordando la cara de Ana María, deformada por ese tumor. Era muy pobre. Tenía 19 años y era madre de tres hijos.

Hace pocas semanas, otra mujer, María Campos, también murió como consecuencia de la criminalización del aborto. También era muy pobre. Tenía 37 años y era madre de un varón adolescente y cinco hijas, la menor de 2 años. Vivía en un paraje rural al norte de Santiago del Estero. Ingresó a principios de marzo en muy grave estado al Hospital Regional de la capital provincial, después de una travesía de casi 300 kilómetros en ambulancia. Pero no pudieron salvarle la vida. Llegó con una infección generalizada. Había recurrido a un método inseguro para interrumpir un embarazo que no quería continuar. Los abortos inseguros son la primera causa individual de muerte de mujeres gestantes desde 1980 en la Argentina, según las estadísticas oficiales. Se repetirá ese dato a lo largo del debate. Desde la recuperación de la democracia murieron 3030 mujeres por abortos inseguros. Todas muertes evitables. Cada día, 153 llegan a un hospital público con complicaciones relacionadas con la interrupción de un embarazo.

El aborto es un derecho. Llegó el momento de convertirlo en ley.