Puede pensarse como una deformación personal, o también como una suerte profesional. O ambas cosas, quien sabe. Lo cierto es que Lalo Mir, el hombre que más universos ha creado en el éter argentino, piensa el mundo en clave sonora. “Pienso la vida en radio. Un color, un cuadro o un edificio se me vuelven radiofónicos inmediatamente. Me da obvio. Decodifico todo en audios. Primero se presenta como un concepto y luego lo desarrollo en sonidos. Si estoy caminando, levanto la vista y veo cúpulas, pienso en la manera de narrar radiofónicamente esas cúpulas. Y así con todo”, le confiesa el animador a PáginaI12. Basta ver el gesto contrariado con el que cuenta su particular síndrome, para descubrir que no se vanagloria de ese defecto/virtud. Apenas lo asume como un síntoma neurólogico irreversible de tantos años haciendo radio, pensando cómo trasladar la realidad al universo sonoro. Una costumbre que este año regresó al dial con Circo Súper Pop, el magazine de actualidad que anima de lunes a viernes de 9 a 13, por FM POP (101.5).  

En su circo hay espacio para la espontaneidad, pero no para el sinsentido. Hay mucho de farsa, de juego, en una puesta de artificios que nunca deja de destilar autenticidad. Lalo Mir es el dueño del circo que diariamente toma el éter de la Pop pero sin sacarse nunca la vestimenta de payaso. “La idea de circo –explica– surgió naturalmente. Somos todos un poco equilibristas, un poco payasos, magos, malabaristas, temerarios... Vivimos en una carpa que está agujereada, que se filtra el agua, el frío, pero a la vez es colorida y llena de fantasía. El circo es un concepto muy interesante como reflejo de la sociedad. Hace años que, además, me gusta la idea de ser un payaso. Y en este circo, el payaso es el dueño.” 

–¿No es raro pensar a la figura del payaso como la de dueño del circo?

–¿Hoy? Para nada. Está (Vladimir) Putin en Rusia, (Donald) Trump en Estados Unidos... En todos lados parece que el más payaso de todos es el dueño... Creo que justamente porque son payasos son dueños. Un payaso se puede poner la nariz cuando quiere y, mientras tanto, maneja los hilos de todas las marionetas, que somos nosotros. El payaso tiene varias caras, puede hacer reír o ser It, el asesino. El mundo en el que vivimos es un gran circo. Es una gran ficción. Qué venga alguien a decirme que lo que nos pasa es en serio... Me pongo la nariz y me río. Cada país se inventa su propia ficción. Cada uno ve la realidad como la quiere ver. Algunos como macristas, otros como kirchneristas, otros como socialistas, algunos como ecologistas, otros con escepticismo. Cada cual mira la realidad como desea.

–Y usted, ¿cómo mira la realidad argentina?

–En el caso de la Argentina la ficción es exagerada. Somos una sociedad hiperbólica. Todo es extremo. La vida y la muerte, la risa y el llanto, el drama y la felicidad. Somos el resultado de la casual combinación de italianos con españoles. La proporción de españoles e italianos que hay en Argentina no la hay en ningún lugar del mundo. Somos la combinación entre el italiano apasionado y sacado y el español cabeza dura. Siempre hubo grieta y siempre habrá. Les conviene a muchos que haya grieta. Boca y River, unitarios y federales, peronistas y gorilas, azules y colorados... Siempre hay grieta. ¿Qué queremos descubrir ahora? Parecemos idiotas. Volvemos a repetir viejas dicotomías y no nos preocupamos por resolver nuestros problemas. Hace 60 años que tenemos inflación, por ejemplo. Solo un puñado de países del mundo tienen inflación. Tenemos un problema matriz. Hay que cambiar la matrix. 

Lalo retornó al éter tras un tiempo en el que decidió por propia voluntad alejarse del medio. El año sabático que dejó atrás no fue el primero que se tomó a lo largo de su carrera ni tampoco será el último. Cada tanto, dice, necesita cambiar el chip. “Ufffff...”, esboza Lalo cuando se le pregunta si disfrutó del año fuera del aire. “Fue un descanso muy planeado, estaba muy organizado. Soy bueno para hacer nada, porque en realidad siempre tengo cosas que hacer. El hecho de no tener que ir todos los días a la radio, que me lleva la energía, me recarga naturalmente las pilas”.

–¿Hacer radio lo agota?

–La radio me consume el 80 por ciento de mi energía vital diaria. Son cuatro horas de aire más lo que involucra el trabajo de producción, que ahora es mayor que cuando estaba en FM 100, donde todo era más relajado, por como estaba organizado y armado. Ahora le tengo que poner a la radio más horas-hombre porque estoy detrás del proceso. Hago una radio más “de autor” y menos de formato. Trabajo como mínimo ocho horas diarias para hacer radio. Y creo que ya está para mi edad, ¿no? A mí la radio me encanta, pero trabajo desde que soy chico y estoy grande. Estoy anclado entre la tensión del placer y el deseo de hacer radio y el cansancio y la edad. El año sábatico fue muy esperado y muy disfrutado. Sencillamente, no tener que disponer toda esa energía para una actividad, y distribuirla en el resto de las cosas que hago, fue necesario. Disfruté de la vida. No hice nada trascendente, más que viajar. Me cobré una deuda que tenía conmigo que era conocer el sudeste asiático. Viajar durante un mes es algo que no puedo hacer si estoy al aire. No se puede abandonar un programa de radio durante un mes. Te podés tomar unas vacaciones y hacer unos picaditos en el año, pero no más que eso.

–Se suele decir que la radio es una “cárcel de oro”, porque es muy placentera pero no permite hacer mucho más.

–La radio es el medio más en vivo y lineal que existe. La comunicación es aquí y ahora. No es digital. La radio es como la vida: va para adelante y no se puede rebobinar. Si no lo escuchaste, fuiste. Podés buscar el programa en radiocut.fm, pero tiene otro sabor. La radio va siempre para adelante, no rebobina, no es un cassette. La linealidad de la comunicación radiofónica es única y vital, como la vida. El mundo digital permite romper con esa linealidad cronológica en otras artes. Por algo el principal entretenimiento actual es el mundo digital. Pero creo que la radio es puro vivo. 

–En todo caso, la digitalización permite mejorar y facilitar procesos propios de la radio.

–Claro, como la edición. La edición lineal y la digital son dos cosas muy diferentes. Antiguamente, querías cambiar un speech o un informa que estas grabando, y había que volver a empezar de cero. Ahora se corta y pega fácilmente. La tecnología es maravillosa. De hecho, hoy se puede transmitir desde cualquier lugar con la misma fidelidad de sonido con la que sale cuando se está en la misma radio. Estoy preparándome para escaparme mucho del estudio. tengo la idea de hacer radio itinerante cuando se pueda, saliendo desde lugares no convencionales. 

–¿Cómo cuales?

–Quiero estar cerca de la gente. Ir a un taller mecánico, a una fábrica, a distintos lugares que permita acercar a la gente a través de la radio. Hay que cambiar las energías y los estímulos todos los días. He salido mucho del estudio. Hice radio en directo desde barcos, helicópteros, desde la Fragata Sarmiento, desde diferentes ciudades y países... Lo había abandonado en los últimos años vaya a saber por qué. Hoy tengo ganas de volver a eso, pero desde otro lugar. Hoy se puede hacer radio en tres dimensiones: estéreo, segundo y tercer plano. 

–¿No es paradójico, sin embargo, que con toda esa tecnología haya cada vez menos “magia” en el éter? 

–Hoy en la radio hay mucha gente hablando alrededor de una mesa. En Pop yo volví a hacer una “radio de autor”. Es decir, cada segmento está pensado. En los primeros 45 minutos de cada programa suceden unas veinte cosas diferentes, cada una de las cuales tiene principio y final. Las ideas tienen un cierre. Eso no ocurre en una mesa redonda. En una mesa de bar nadie cierra una idea. Eso a mí me resulta bastante nocivo para el cerebro. Nosotros pensamos cada segmento con principio y final. Son unidades. Así funciona el cerebro. O funcionaba, bah: ahora nos dejan las ventanas abiertas, gracias a Bill Gates y su Windows. Los neurólogos dicen que mucho de lo que nos sucede tiene que ver con dejar las ventanas abiertas. El cerebro trabaja cerrando esas unidades, que cuando las cerrás, hacés un duelo. Vas al banco, pagaste la cuenta, te sellan la factura y la guardaste en el bolsillo. Cerraste. En el cerebro, esas acciones tienen como una marca, grafiquémoslo como si fuera un código de barras. Toda esa unidad va a una unidad de memoria. La información que no se cierra queda sin el código de barras, queda en un limbo. Ese limbo es estrés. Es una teoría, qué se yo. Creo en eso. Soy bastante cientificista y leo todo el tiempo estas pelotudeces. (risas)

–Que la radio se haya convertido en pura palabra, ¿responde a la lógica digital o a la falta de creatividad?

–¿Por qué llegamos a la falta de la creatividad? Porque prima la ley del menor esfuerzo. Yo elijo hacer este tipo de radio porque decidí salir de mi zona de comodidad. Me era mucho más cómodo seguir en FM 100, donde éramos líder de audiencia, tenía una flor de estructura y de recursos y me pagaban la plata que yo quería. Si entro en esa, termino haciendo radio de “mesa” con amigos, a los que amo, pero con los que siempre contamos los mismos chistes. Si no estimulás el cerebro, caés en la rutina. Esto es científico. No hay nada menos estimulante que la rutina del hastío. 

–Se dice mucho que hoy en día buena parte de la audiencia elige qué escuchar pensando más en un programa que reafirme sus ideas que en escuchar buena radio. ¿Coincide con esa apreciación?

–Es el mismo principio de que uno escucha lo que quiere escuchar y no lo que el otro dice. Un tipo te dice otra cosa y uno le da el sentido que quiere. ¿No sucederá ahora porque cada vez tenemos más información? ¿No será que esa sobreabundancia informativa nos pone en un estado de comodidad, ante el esfuerzo que se necesita para absorber tantos conceptos y lecturas dando vuelta? No lo sé. Sólo tengo preguntas. Lo que sí sé es que hasta no hace mucho la regla básica del periodismo era chequear la información con al menos tres fuentes, sin que tuvieran contacto con las otras. Ahora es publicar,  publicar y publicar. Los periodistas saben lo que tienen que hacer pero ya no lo hacen. Porque bajan línea, porque el secretario de redacción les imparte una orden, por desgano, por falta de libertades... Por lo que sea. 

–El avance de periodistas ya no como columnistas sino como conductores de programas de radio, en desmedro de animadores, ¿le quitó magia a la radio? ¿La radio es más hoy un medio de información y análisis que de entretenimiento?

–Hay cada vez más periodistas, es verdad. Seguramente es un proceso que tiene una matriz económica, política y social. La radio fue tomada por el periodismo. El contenido periodístico tomó todo. ¿Cuántos canales de noticias las 24 horas tenemos? Como siete. Eso no existe en ningún lugar del mundo. Ni en Estados Unidos. 

–¿Cómo se informa?

–Me informo poco y nada. Hago una lectura muy liviana de la mayoría de los diarios para saber más o menos dónde estamos parados. Leo títulos y algunas notas puntuales. Trato de buscar fuentes alternativas. Lo más importante de la prensa actual es lo que no se dice. Es más importante lo que no se dice que lo que se informa. El poder de los medios está en lo que ocultan. En lo que no dicen está el negocio que tienen con la realidad. Cada vez más me informo en la calle, charlando con la gente, con el ciudadano común. 

–¿Nunca perdió ese contacto con la gente?

–No. Jamás. Si no, ¿de qué hablo? Nunca supe de qué hablaba (Bernardo) Nestaudt. Bueno, hablaba de lobbys. ¿Se entiende? Uno puede ser el mejor periodista sobre lo que cuatro tipos quieren que se diga. La realidad no es eso. Eso es una abstracción. La realidad no es lo quieren que sea los que marcan la agenda temática. La realidad está en la calle. Se lo que piensa el bicicletero, el del super, el del service, el librero... Yo soy micro, no soy macro. Mucho micromundo te da macromundo real. La gente de carne y hueso, la gente de a pie, dice mucho. Los medios transmiten el interés propio según su mirada política, en el mejor de los casos, o su necesidad económica, en el peor.