Desde Lima

Martín Vizcarra, hasta ayer vicepresidente, asumió la presidencia del Perú en medio de una grave crisis, con denuncias de corrupción que salpican a la mayor parte de la clase política, y una sensación de incertidumbre, pero también con la expectativa, y esperanza, de que las cosas mejoren luego del estrepitoso fracaso del presidente saliente, Pedro Pablo Kuczynski. Vizcarra llega a la jefatura del Estado después de la obligada renuncia de Kuczynski por sus vínculos con la constructora brasileña Odebrecht. El ahora ex mandatario había sido acusado de favorecer intereses privados desde los cargos públicos que ha tenido y denuncias de compra de votos en el Congreso. El nuevo presidente deberá gobernar hasta culminar el período de su antecesor, en julio de 2021. 

Vizcarra juramentó como presidente un día después de cumplir 55 años. Horas antes había llegado desde Canadá, donde era embajador. A su ingreso y salida del hemiciclo del Congreso, donde tomó posesión de su cargo y dio su primer discurso como presidente, que fue breve, de solamente catorce minutos, fue aplaudido por todas las bancadas, incluyendo la mayoría fujimorista duramente enfrentada al gobierno, la cual cuando juramentó Kuczynski se había mantenido en silencio. Este gesto y las voces de diferentes sectores elogiando el discurso conciliador del nuevo presidente, bajan las tensiones del enrarecido ambiente político, pero nada asegura que esto sea duradero. 

Vizcarra comenzó su primer mensaje como presidente diciendo que el país “atraviesa por un difícil momento” y dijo que quería transmitir “esperanza y fe”. Anunció que en los próximos días nombrará su equipo de ministros, pero adelantó que en su gabinete no quedará ningún ministro del saliente presidente Kuczynski, anuncio que arrancó fuertes aplausos. 

Sin partido político, con una bancada oficialista pequeña y sobre la que no tiene control, sin bases sociales que lo sostengan, Vizcarra arranca su presidencia desde una situación de debilidad. Un riesgo grande frente a una mayoría parlamentaria fujimorista ávida en avanzar para copar el poder. Darle gobernabilidad a su gestión y evitar terminar controlado por esa mayoría parlamentaria fujimorista será su principal reto.

Consciente de la urgente necesidad que tiene de construir consensos, Vizcarra centró su mensaje en un llamado a la unidad, con reiterados pedidos a todas las fuerzas políticas para trabajar juntos. Habló de una nueva etapa que termine con los enfrentamientos políticos que marcaron la presidencia de Kuczynski. Demandó poner punto final a lo que calificó como una política de odio y confrontación. 

Pidió, en tono conciliador, que ningún poder avasalle los derechos del otro, un mensaje que sonó dirigido al fujimorismo, al que sin embargo no mencionó directamente, que con su mayoría parlamentaria mantuvo en jaque al gobierno de Kuczynski y maniobra para controlar el aparato de justicia que investiga a Keiko Fujimori por lavado de activos y supuesto financiamiento ilegal de su campaña electoral. Los fujimoristas no se dieron por aludidos. 

Otro reto central de la nueva gestión será impulsar la lucha contra la corrupción que ha gatillado la crisis política, respaldando y fortaleciendo las investigaciones judiciales, que involucran a los últimos cuatro ex presidentes, incluyendo al saliente Kuczynski, y a la jefa de la mayoritaria oposición parlamentaria, Keiko Fujimori. 

“Pondremos el mayor esfuerzo en la lucha contra la corrupción. Seremos muy firmes en el combate contra todas las acciones reñidas con la ley, vengan de donde vengan y cueste lo que cueste. La justicia deberá actuar con independencia, responsabilidad y celeridad”, aseguró.  

En esa lucha el nuevo presidente enfrentará fuertes presiones de los pesos pesados de la política que quieren garantizar su propia impunidad. Para resistir esas presiones, tendrá que construir alianzas más allá de los partidos políticos y ganar con acciones concretas el respaldo de la opinión pública. 

La economía también será un reto crucial para el nuevo mandatario. A pesar de un panorama internacional favorable para las exportaciones peruanas, durante los poco más de diecinueve meses de gestión de Kuczynski, un economista neoliberal que antes fue ministro de Economía y que vendió su candidatura como un experto en el manejo económico, el Producto Bruto Interno bajó de 4 por ciento en 2016 a 2,5 por ciento en 2017, y el empleo formal urbano cayó en 2,8 por ciento. Vizcarra deberá tomar acciones para reactivar un gobierno paralizado hace meses y recuperar confianza.

En su primer mensaje no dio detalles de lo que será su política económica. Solamente habló, en forma genérica, de atraer inversiones y apoyar a las pequeñas y medianas empresas. Vizcarra destacó que la generación de empleo, la educación, la salud y la seguridad ciudadana recibirán atención especial en su gobierno.  

“Tengo la firmeza, la apertura al diálogo y la determinación para conducir al país por el camino correcto. Propongo un pacto social que nos comprometa a fin de luchar sin distingo alguno contra la corrupción e impulsar el desarrollo equitativo, democrático e integrador. Los invito a trabajar unidos para salir de esta crisis”, dijo Vizcarra hacia el final de su primer mensaje presidencial.