Tras entrevistarse con Lula y Pepe Mujica y reportear a Dilma Russef en Brasil para su programa de TV en Russia Today, el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa llegó a Rosario invitado por la Universidad Nacional de Rosario y la facultad de Ciencia Política, de la que recibió un doctorado honoris causa. Accesible, enérgico y optimista; destacó en este reportaje con Rosario/12 los "168 millones de latinoamericanos que salieron de la pobreza entre 2002 y 2012" subrayando que de ellos "en estos dos años de neoliberalismo en la región, ya volvieron unos 20 millones a la pobreza". Dijo que la que le tocó gobernar junto a Néstor y Cristina Kirchner, Lula da Silva, Dilma Russef, Evo Morales y Pepe Mujica, entre otros "fue una época dorada en Latinoamérica". Y si bien admite que la región "está mal bajo estas políticas neoliberales", recuerda los `90 con Carlos Menem, Collor de Mello y Fujimori "donde estuvimos mucho peor". Confía en un verdadero retorno a los gobiernos populares en no mucho tiempo más. 

El encuentro con Lula se da en momentos determinantes porque si no hubiera ocurrido el terrible crimen de Marielle Franco en Río de Janeiro, otro tipo de acontecimientos se podrían haber precipitado con respecto a la situación del ex presidente, que es lo que tiene pendiente a buena parte de Brasil y Latinoamérica.

‑ Hay demasiada hipocresía a nivel regional y a nivel mundial. Lo de Temer es impresentable y América Latina vio para otro lado. ¿Te imaginas si lo que hizo Temer lo hubiera hecho un presidente de izquierda? Ya estaría preso pero como no fue así no pasa nada. Y lo de Lula, que es una persona que te transmite un optimismo y una energía impresionante, además de ser tan carismático y tan sabio. Él tiene esta frase tan lapidaria: 'Muerto soy mártir, preso soy héroe y libre soy presidente', y eso es lo que tiene terror la derecha y la oligarquía brasileña. Imagínate por un instante que si lo que le están haciendo a Lula se lo hubieran hecho a un opositor venezolano, ya estaría invadido el país. Pero no pasa nada porque es Lula, atropello tras atropello, infamia tras infamia, burla tras burla. Es descarado, pero no pasa nada.

Usted comentaba en su discurso en la UNR que en los 10 años en que gobernaron la región gobierno populares; millones de personas salieron de la pobreza.

‑ Esa fue la época de oro en América Latina, en la que de los diez países sudamericanos más importantes, ocho tenían gobiernos de izquierda en un momento dado. Actualmente, podrán decir que también cambio el ciclo económico como justificación de los gobiernos de derecha pero no es razón suficiente porque a nosotros también nos impactó ese cambio de ciclo, tuvimos dos años muy difíciles, en 2015 y 2016. Yo empecé el 2016 con 17 dólares el barril del petróleo, que no llegaba a cubrir ni el costo de producción. Por primera vez en la historia, el gobierno en lugar de recibir ingresos petroleros, tuvimos que darle a las empresas petroleras públicas 1.600 millones para que no quiebren. Las exportaciones durante ese año eran solo del 64%, perdimos 12 puntos del PBI en ingreso fiscal neto, tuvimos un terremoto terrible en abril, y como no tenemos moneda nacional, no tenemos política monetaria, y de esa forma el dólar se aprecia lo cual te tritura la economía. Entonces yo también podría haber dicho que crecieron los pobres y la desigualdad porque tengo problemas económicos, pero tú puedes hacer política económica protegiendo a los más débiles y ahí están las evidencias: no nos creció la pobreza ni por consumo ni por ingreso, la pobreza multidimensional siguió disminuyendo pese a las dificultades y no aumentó la equidad. Entonces, no hay pretexto del cambio del ciclo económico porque puedes hacer política económica para evitar que incremente la pobreza.

- Con esa década, con ese bloque y con ese respaldo popular, personalmente no puedo creer que sea únicamente la acción de los medios, que es tremenda y devastadora, la que haya generado un cambio tan drástico en toda la región.

‑ En gran medida son los medios pero ¿cuál es el problema? Cuando nosotros éramos gobierno la gente me creía a mí y no a los medios porque cuando las cosas marchan bien, las personas no le creen a los medios. Pero cuando hay cambios en el ciclo económico, como pasó en América Latina en 2014 con el desplome del precio de las commodities  y de los productos de exportación, la gente empieza a ver dificultades, el padre de familia ve que su hijo recién graduado no encuentra trabajo y la madre que tiene una tienda de barrio ve que no vende igual que antes, ahí a ellos no les interesa saber que se apreció el dólar o que se desplomó el precio del petróleo, y encima tienen a todos los medios diciéndoles que todo es culpa de las malas políticas económicas. Entonces, recuperan credibilidad esos medios que estaban en realmente en la ruina en ese aspecto. Yo definí este cambio de ciclo político, si cabe el término, como la restauración conservadora de 2014, porque nos dimos cuenta en Ecuador que enfrentamos una nueva derecha, articulada nacional e internacionalmente. Ya no era esa derecha dispersa que se peleaban entre ellos mismos, que se contradecía y entre todos no hacían uno, aturdida por 10 años de derrotas. Era una derecha articulada, con discurso y estrategia. Entonces en ese discurso, por ejemplo, prevalecía la idea de que cambia el ciclo económico porque las ideas de los gobiernos progresistas han fracasado. Y la gente tiene memoria corta, se olvida. Por ejemplo, el sector empresarial triplicó sus utilidades entre el año 2015 y 2016, pero obviamente en el 2016 ganaron menos que en el 2014, y se olvidan como era en el punto de partida en 2006. Otro caso es el sector de la construcción, que decían que nos ha ido re contra mal, que hemos decrecido en 2015 y 2016. Claro, cuando tienes problemas económicos no te compras una nueva casa, esos se llaman bienes de consumo duradero, lo primero que dejas de comprar cuando te falta un poco de ingreso, pero estaban ganando cinco veces más que antes de mi gobierno. Por eso digo que la memoria es frágil. Entonces la derecha aprovechó muy bien ese cambio de ciclo para decir que las políticas económicas habían fracasado. La izquierda está enfrentando los ineludibles problemas y desgastes del poder. Fuimos una izquierda exitosa porque sacamos a centenas de millones de personas de la pobreza, logramos equidad, mantuvimos soberanía,  dignidad, derechos, servicios públicos, educación y salud, pero tiene su desgaste. Ese es un eje del discurso de la derecha. El otro son los casos de corrupción. Tiene que entender la gente, y sobre todo los jóvenes, que una cosa es un gobierno corrupto que tolere la corrupción y otra cosa es que tengas casos de corrupción en un gobierno. Hasta el Papa dice que tiene problemas de corrupción en el Vaticano. Y hay que enfrentar ese problema de forma seria, respetando los derechos humanos y el debido proceso, y con todo el peso de la ley.

¿Cree que actualmente hay como un desdén por la historia de cada uno de los países, un desprecio por lo que ha sido el pasado?

‑ Es que va más allá de eso. Así como hay cigarrillos sin nicotina, cerveza sin alcohol o café sin cafeína, quieren tener política sin políticos. Ahora la forma de presentarse es que todos los políticos son malos entonces necesitamos gerentes, apolíticos que vienen a hacer lo que se tenía que hacer, como si sólo hubiese una sola respuesta, el fin de la historia. Pero no hay cosa más ideológica que lo que están haciendo, neoliberalismo puro. Y hay gente que cae en esa trampa. El caso de Trump con su ignorancia, su desdén por la historia, por el sistema mundo, creyendo que el mundo empieza y termina en Estados Unidos, es parte de esa realidad que nos trataron de imponer: que no se necesitan políticos sino gerentes que van a resolver los problemas sociales. No, a nivel político se necesitan hombres políticos que vean la integralidad, no sólo la parte sino el todo. Y en función de esto, hay que conocer la historia para saber de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde queremos ir.

Usted decía que es optimista, que esto se cambia, pero es evidente que está atravesándose una mala hora en los sectores populares...

‑ Pero eso porque nos acostumbramos a ganar todo. Si comparas con el 2010 nos va pésimo pero si comparas con los 90 nos va extraordinariamente bien, teniendo cuenta que esto era la tierra de Menem, Collor de Mello, Fuijimori, entre todos no hacían uno, una vergüenza para toda América Latina. Entonces nos acostumbramos a ganar demasiado, fueron tiempos realmente extraordinarios, y tal vez nos acostumbramos a aquello.

¿Cuál fue su vínculo político con la Argentina en los años en que le tocó ejercer el poder, en el que compartió un tramo con Néstor Kirchner y otro con Cristina?

‑ Una relación extraordinaria porque no sólo hay coincidencias ideológicas sino de afecto personal. En política es importante la coincidencia de visiones, confianza mutua, y si es posible amistad. Con Néstor y Cristina hubo las tres cosas.

¿Es posible imaginar un futuro en el que haya otro Correa o usted mismo, a pesar de las proscripciones  de las que está siendo víctima actualmente?

‑ Si yo hacía la tercera parte de lo que están haciendo en Ecuador, ya estaría preso, pero no pasa nada. Latinoamérica mira para otro lado, no existe el sistema interamericano, a la OEA sólo le interesa Venezuela. Es algo terrible. Pero insisto, soy un optimista enfermizo y espero que esta enfermedad sea contagiosa. No sé si se puede repetir esa época de oro en América Latina pero todos debemos ser necesarios, nadie debe ser imprescindible, y si puedo aportar en algo, en buena hora, pero creo que pueden haber muchos Correas, muchos Kirchners, muchos Hugo Chávez. Hay liderazgos que son fundacionales, decisivos e históricos pero siempre entre todos podemos hacer más que uno, si los jóvenes se comprometen junto con las organizaciones populares se puede retomar la senda de esa América Latina digna, soberana, progresista y en búsqueda de la justicia. Que se confíen. Antes de mi gobierno, en 10 años hubo siete presidentes, el promedio de cada uno era 18 meses; durante mi gobierno estuve 10 años consecutivos y ganamos 14 elecciones. Que se confíen, precisamente ese es el problema de no aprender de la historia.