“Cuando era chica pensaba que para el año 2005 todos nos trasladaríamos en naves espaciales individuales y aquí estamos, todavía en colectivo. Por eso no hay que tomarse muy en serio mis predicciones. A los 9 años, sin embargo, escribí una poesía donde especulaba sobre mi futuro profesional y anticipaba tres posibilidades: bailarina, domadora de leones o escritora. Al menos acerté en una”, dice Andrea Ferrari en su “Biografía no oficial”. Dice también que tardó mucho en llegar hasta ahí: antes estuvieron sus pasos por la traducción literaria de inglés, por la Facultad de Filosofía y Letras, y por este diario, donde ejerció el periodismo durante muchos años. Fueron la primera novela que publicó, El complot de Las Flores, el prestigioso premio que ganó con ese libro –el Barco de Vapor de España– y todo el revuelo que vino después, los que hicieron que, desde entonces, el camino la guiara por completo a cumplir con uno de aquellos presagios de niñez.

El periodismo, sin embargo, sigue proporcionando cierta base para muchas de las historias que imagina, como la de Quizás en el tren, según cuenta en esta entrevista con PáginaI12 y también en los agradecimientos del libro. Ferrari suele ponerse a investigar aquellos temas que van a rondar sus cuentos y novelas: cómo funciona la comunidad china dentro de la Argentina, como en este caso, para ubicar allí a Alma. O qué ocurre con los refugiados o los que tienen que llegar clandestinamente a un país del que nada conocen, como en La noche del polizón. O el modo en que la interacción entre humanos y animales puede alcanzar insospechadas conexiones, como en Los chimpancés miran a los ojos. O qué pasa con las familias que deben tomar exilios económicos, como en Aunque diga fresas. Antes de Quizás en el tren, publicó Las últimas páginas de mi vida, una novela protagonizada por... libros. Y la atrapante trilogía de Sol de noche (donde vuelve a aparecer el periodismo, esta vez como escenario para la trama): La velocidad de la música, Las marcas de la mentira y El ruido del éxito.