Mañana lunes se ponen en venta las entradas del Bafici (11 al 22 de abril) y la pregunta del millón –sobre todo para aquellos que no son cinéfilos duros y que no siguen el día a día de otros festivales– es qué elegir en una grilla que propone casi 400 títulos. Lo que sigue debe entenderse apenas como la campana de largada, la punta del iceberg, un mínimo puñado de sugerencias en donde se ha privilegiado no sólo la calidad sino también la diversidad. Y, detalle importante, el hecho de que no tengan todavía asegurada su distribución en el país, con lo cual la de este Bafici quizás sea la única oportunidad de verlas.

  • As boas maneiras (Brasil), de Juliana Rojas y Marco Dutra. La dupla paulista ya había sorprendido con su opera prima, Trabalhar cansa, exhibida en el Festival de Cannes 2011, pero ahora con su segundo largo da un salto de proporciones y consigue uno de los mejores films latinoamericanos recientes, una obra del género fantástico como hace tiempo no se veía, no sólo plena de referencias cinematográficas y literarias sino también con una perspectiva de crítica social que la convierte en una película fuertemente política. Aunque de una gran complejidad conceptual, el film de Rojas y Dutra se puede sintetizar contando lo esencial, sin peligro de revelar sus misterios. Una mujer negra, típica exponente de la llamada clase prestadora de servicios en una sociedad tan segmentada como la paulista, comienza a trabajar para una joven blanca y acaudalada, que lleva su embarazo en una extraña, inquietante soledad, sin pareja, familiares o amigos a la vista. Algo se está gestando y no es precisamente un niño como cualquier otro. A partir de allí, As boas maneiras abandona los trajinados códigos del cine de terror para adentrarse en cambio, con una libertad absoluta, en una fábula en la que cabe tanto el relato popular (a la manera de Nazareno Cruz y el lobo, de Leonardo Favio) y la estética kitsch de Walt Disney; el cine musical de Jacques Demy y la mitología teratológica de los estudios Universal de los años 30 y 40. (Competencia Internacional).
  • The Waldheim Waltz (Austria), de Ruth Beckermann. El 8 de junio de 1986, el austríaco Kurt Waldheim, ex secretario general de la ONU, fue electo presidente de su país con un abrumador 53,9 por ciento de los votos, a pesar de que pesaban en su contra denuncias muy documentadas sobre su participación como oficial de inteligencia del ejército nazi en las deportaciones masivas de Tesalónica en Grecia y la masacre de Kozara en la ex Yugoslavia. Por entonces, Ruth Beckermann, una vienesa de 34 años, hija de padres sobrevivientes de la Shoá, ya tenía varios documentales realizados sobre la experiencia judía en Europa y con una cámara de video de la época registró no sólo la virulenta campaña presidencial que llevó a Waldheim al poder sino también las reuniones de activistas de las que ella participaba para dar a conocer a sus conciudadanos un pasado que el candidato (y buena parte de la ciudadanía) se obstinaba en negar o minimizar, contra toda evidencia. Treinta y dos años después, Beckermann recuperó esas viejas cintas U-Matic que ella misma creía perdidas y con ese material rodado al calor del agit-prop del momento elaboró un notable film ensayo en el que un acontecimiento significativo del pasado ayuda a pensar el presente. (Trayectorias). 
  • Transit (Alemania), de Christian Petzold. El notable realizador de Barbara y Ave Fénix vuelve a trabajar sobre dos temas centrales en su obra: la recurrencia del pasado y el problema de la identidad. ¿Quién es ese judío alemán que, huyendo del París ocupado, busca refugio en Marsella, en apariencia el último territorio libre? Basado en la novela homónima que Anna Seghers publicó durante su exilio en 1944, Petzold toma en Transit una audaz decisión de puesta en escena que puede considerarse sencillamente genial. En vez de caer en la trajinada reconstrucción de época, el director narra la novelesca ordalía de ese personaje, y su fugaz historia de amor con una mujer en su misma situación, utilizando las calles y el puerto de la Marsella actual. Los camiones celulares y las razzias policiales que se ven en Transit no son las de las tropas nazis o de las fuerzas del mariscal Pétain, sino lisa y llanamente las de la policía francesa de hoy. Y se los menciona como “fascistas”. (Selección Oficial Fuera de Competencia). 
  • Season of the Devil (Filipinas), de Lav Diaz. Demandante por la extensión de sus films y la duración de sus planos, el cine de Lav Diaz nunca lo es por aquello que narra, que se caracteriza por su sencillez y la de sus protagonistas: la más humilde población rural filipina. La temporada del diablo, un título que alude al apogeo de las milicias paramilitares durante la dictadura de Ferdinand Marcos (a finales de los años ‘70, para la misma época que en la Argentina reinaba Jorge Rafael Videla), tiene la estructura episódica y el espíritu de los relatos orales, de esos que se transmiten de generación en generación. Pero con una particularidad: se trata de un musical, el primero en la obra de Diaz, que denomina a su película una “rock opera”. Que esta ópera rock esté interpretada por actores (y no actores) que no son cantantes profesionales y que cantan “a cappella”, sin ningún tipo de acompañamiento instrumental, le da al film su singularidad absoluta, una cualidad realista y a la vez fantasmal, como si esos personajes volvieran del pasado y de la muerte para contar sus historias de amor, de lucha, de sufrimiento. (Trayectorias).
  • Victory Day (Alemania), de Sergei Loznitsa. Como en el documental inmediatamente anterior del director ucraniano, Austerlitz, dedicado a la observación de los visitantes del campo de concentración de Sachsenhausen, Día de la Victoria prescinde de todo comentario y deja que las imágenes hablen por sí mismas. Pero si en Austerlitz la lectura más evidente era la de revelar esa nueva banalidad del mal que es el turismo, capaz de convertir en objeto de consumo hasta el memorial más grave, aquí el resultado es otro porque son otros los visitantes del Monumento de Guerra Soviético, en el Treptower Park de Berlín: aquí no hay turistas ni guías con altoparlantes sino la población berlinesa de origen ruso que cada 9 de mayo va especialmente a ese apogeo del realismo socialista para recordar a los caídos en combate, más de 70 años atrás. (Trayectorias). 
    Desde mañana se podrán adquirir las entradas anticipadas para el Bafici a través de www.buenosaires.gob.ar/festivales o personalmente en el Village Recoleta (Vicente López y Junín), de 10 a 20 horas.