La ley con la que el gobierno polaco intenta censurar a Página/12 busca específicamente cortar todo debate sobre el antisemitismo en Polonia y la actitud de los cristianos hacia los judíos en los años de ocupación alemana. La ley fue sancionada el primero de marzo y un grupo derechista afín al gobierno, la Liga Polaca contra la Difamación, acusó a este diario ante los tribunales de Varsovia el dos de marzo. Supuestamente, Página/12 había insultado a “la nación polaca” por publicar una contratapa de Federico Pavlovsky sobre la masacre de Jewabne, un pueblo en el que la mitad cristiana de la población asesinó a la mitad judía. El caso es un evidente ensayo de censura internacional que despertó repudios en todo el mundo. También tuvo el resultado de reavivar el debate sobre lo sucedido en Polonia entre 1940 y 1944.

Uno de tantos ejemplos fue un largo texto escrito por Menachem Rosensaft, funcionario del Congreso Judío Mundial de Estados Unidos e hijo de polacos sobrevivientes del Holocausto. Rosensaft explica que hubo al menos 6.706 polacos que con gran heroísmo personal salvaron judíos y fueron reconocidos como Justos entre las Naciones en el Yad Vashem de Jerusalén. De hecho, el autor subraya que su padre y su suegro fueron salvados por polacos. Pero a la vez explica que, entre los treinta millones de polacos, la proporción es muy pequeña: “si duplicáramos o cuadruplicáramos el número registrado de polacos que ayudaron a judíos, seguirían siendo menos que una décima parte de un uno por ciento de la población del país. Cada uno de esos justos merece ser honrado, pero su valor y altruismo es suyo y de nadie más, no del otro 99,9 por ciento del pueblo polaco”.

Rosensaft examina con particular cuidado la afirmación de que hubo perpetradores del Holocausto, gente a la que llama “menos que admirable”. Pero hay cuatro aspectos fundamentales que hay que tener en cuenta al rever esos casos: que los judíos que hubieran colaborado eran víctimas que los alemanes manipularon y explotaron sin escrúpulos, que no eligieron estar en los campos y guetos donde terminaron muriendo, que con raras excepciones eran despreciados por los otros judíos, y que fueron un grupo minúsculo, estadísticamente inexistente en la población de los campos y guetos. “Es obsceno llamarlos perpetradores”, dice el autor. 

El contraste, muchos miles de polacos ayudaron a los alemanes a exterminar a sus compatriotas judíos, lo hicieron voluntariamente y con gran violencia. Muchos entregaron a judíos que se escondían y otros los chantajearon. Como escribió el historiador Halik Kochanski, un autor especializado en la historia polaca durante la guerra y en general muy favorable en sus opiniones, “no hay duda de que el antisemitismo estaba muy difundido en Polonia antes de la guerra, lo que llevó a boycotts de negocios judíos y a un consenso multipartidario de que era mejor que emigraran. Los primeros ataques alemanas a los judíos –identificación, expropiación, trabajos forzados y traslado a los guetos– no despertaron la oposición de los polacos”. Una de las tantas órdenes del gobierno polaco en el exilio que fue sistemáticamente desobedecida, relata Kochanski, fue la que prohibía aprovecharse económicamente de la deportación alemana de los judíos polacos.