“Elegí una vida. Elegí un trabajo. Elegí una carrera. Elegí una familia. Elegí un puto enorme televisor. Elegí lavarropas, autos, reproductores de compact disc y abrelatas eléctricos...” Es un monólogo que aquellos que están más allá de la división generacional de los milennials pueden reconocerlo inmediatamente por haberlo leído en Trainspotting, la novela de 1993 de Irvine Welsh, o por haberlo escuchado en la voz de un joven y desastrado Ewan McGregor en la apertura del film dirigido por Danny Boyle en 1996, una película que hoy es de culto. Las frases también pueden leerse en posters y otros artículos de parafernalia adolescente aparecidos durante la década que siguió a la publicación de Trainspotting.

El áspero primer libro de Welsh fue todo un suceso, y a la vez consiguió inmortalizar y hacer un ácido comentario sobre la cultura brit pop. La historia es conocida: un grupo de escoceses en la Edinburgo de los ochenta, batallando contra el aburrimiento y la adicción a la heroína, clavados entre edificaciones estatales grises y una sociedad en decaimiento, navegando entre amistades frágiles y actos de traición. El libro fijó un nuevo tono para la ficción, y en consecuencia para el cine y el teatro, un tono que aún puede sentirse hoy. La semana pasada apareció Dead Man’s Trousers, la décimosegunda novela de Welsh, donde vuelve a aparecer el infame equipo de aquella primera historia –Renton, Begbie, Sick Boy y Spud–, más viejos, quizá más sabios, por lo menos en términos de su afilado instinto de supervivencia.

Originario de Leith, Edinburgo, Welsh delata ese dialecto escocés que es marca de identidad, y que con gran habilidad llevó a sus textos escritos de manera fonética. El mismo recurso aparece en su nueva novela, como delata el párrafo de apertura que retrata los pensamientos de Renton y donde “to” se escribe “tae” y “at my” aparece como “ay ma”. “Esos ojos, me queman por dentro. Hacen que las palabras que quiero pronunciar se evaporen en el desierto de mi garganta”. Pero ahora Welsh no habla desde Edinburgo sino desde Miami, y antes de la entrevista describe el sol que entra por su balcón, a minutos del océano, y parece muy lejos de su tierra natal, del oscuro y gris Reino Unido que retrata en sus libros. El escritor terminó el trabajo principal de Dead Men’s Trousers 18 meses atrás, lo que lo lleva a sentir cierta desconexión con su lanzamiento en estos días. “Para el momento en que un libro finalmente sale, uno ya se olvidó todo lo que tiene que ver, sobre todo porque ya estás trabajando en otra cosa”, dice Welsh. “Eso es lo extraño de ser escritor; siempre estás viviendo en un mundo diferente al de todos los demás”.

En las novelas que siguieron después de Trainspotting, el autor retornó de manera periódica a su ahora famosa banda, entrelazando los diferentes mundos que ha creado en una especie de universo ficcional amorfo, con el hilo general de una preocupación por los trabajadores subempleados y las culturas de la droga que existen en los márgenes, pero que resultan relevantes para la sociedad mainstream. Cola, de 2001, revisitó algunos de esos personajes y sus escenarios; en 2002, Porno fue una especie de secuela hecha y derecha; Skagboys, de 2012, fue una precuela, mientras que su novela de 2016 The Blade Artist siguió una línea diferente con su personaje Francis “Franco” Begbie.

Parece necesario que el mismo Welsh intente determinar con precisión qué es lo que tienen estas cuatro figuras de su primera novela que siguen preocupándolo e interesándole. “Son bastante memorables. Tienden a aparecerse en la puerta todo el tiempo, siguen volviendo a cada rato”, dice. Pero también han llamado la atención y estimulado la imaginación de muchas personas, generaron enorme empatía y desagrado a partes iguales en aquellos que se los encontraron a través de la página escrita, la pantalla o el escenario. “Creo que es porque se trata de arquetipos”, sugiere el escritor. “Todos conocen versiones de estas personas. Quizá no versiones tan extremas, pero todos conocen al compulsivo, al individuo hipersexualizado, esa especie de intelectual cínico, un psicópata, un perdedor querible”.

Lo crucial en este caso es la habilidad del escritor para dibujar personajes que quizás no sean agradables, pero que se hace imposible no conectar con ellos. “Me gusta fijar bien la psicología de estas personas. Me gustan los libros en los que se siente como si estuvieras metido en un cuarto con los personajes. Están sentados cerca tuyo en la barra del bar, en el asiento de al lado en el ómnibus. No necesariamente querés que estén ahí, pero de cualquier modo están. Los tenés en tu cara, podés sentir su aliento caliente en la nuca. Me gusta la inmediatez y la intimidad de esa clase de escritura. Por lo tanto, siempre me esfuerzo por crear personajes que sean tan vívidos y reales que puedan existir fuera de las páginas”.

Como resultado, lo que por momentos puede parecer depravación moral o algo despreciable se revela más bien como una versión extremista de situaciones que todos se han encontrado en la vida. “Si los personajes están bien dibujados, uno reconoce la verdad psicológica en su conducta. Seguís invirtiendo en ellos hagan lo que hagan. Siempre que veas que sufren las consecuencias: nadie realmente zafa de eso”. En ese sentido, Welsh ve los tres libros principales como una especie de “Santa Trinidad” de temas universales de la humanidad: “Un gran tema de Trainspotting es la traición. Porno fue sobre la venganza, la venganza de Sick Boy y Begbie hacia Renton. Este libro es sobre los intentos de redención, con Renton al tope de sus posibilidades tratando de encontrar expiación a sus pecados. Todos experimentamos estas cosas, y somos afortunados si podemos encontrar alguna clase de redención. No solo por las cosas horribles que hemos hecho, sino también por las pequeñas. Los pequeños desprecios que tenemos unos con otros. Llega un punto en el que te das cuenta que la vida es muy corta y querés sanar. En ciertas maneras, la reconciliación tiene que ver con la gente tratando de encontrar sentido a sus vidas”.

Más allá de la resonancia emocional, Welsh también percibe en su propio trabajo una metáfora de los cambios económicos y sociales que tocan un nervio en sus lectores: “Tiene que ver con lo que hacen los seres humanos cuando los convierten en algo redundante. Estamos en un largo tramo de transformaciones posteriores al industrialismo, que derivaron a un conceptualismo en el cual es muy difícil monetizar algo. Se hace difícil ganarse la vida con algo porque la tecbología está tomando el protagonismo. La vieja clase trabajadora industrial de la cual proceden estos tipos fue la primera generación que tuvo que enfrentar esta clase de cosas. Es la pregunta existencial que ahora acosa a todos. La clase media e incluso las elites tienen ahora que responder las mismas preguntas que los que trabajaban en fábricas y en los muelles tuvieron que contestarse hace años. Básicamente: ¿y ahora cuál es mi lugar?”

Y aunque los tiempos han cambiado mucho desde que le dio nacimiento al escenario de Trainspotting y sus personajes han envejecido, para Welsh muchos de esos temas permanecen. “Estos tipos realmente están en la mismo posición en la que estaban. Están en diferentes sectoresde la economía, en los servicios personales y el entretenimiento, de DJ a la prostitución y a las artes visuales. Pero todavía están tratando de encontrar un camino utilizando su ingenio, como en aquellos tiempos. Lo que es algo que afecta a todos; hoy no hay una verdadera seguridad laboral ni una seguridad de empleo. Todos estamos en el mismo barco”.  Es una visión surgida de su propia relación con el trabajo y la economía en el siglo XXI. “Tres de ellos al menos están superficialmente bien, pero todavía están acosados por la crisis de tener que trabajar todas esas horas y hacer todas esas cosas para ganarse la subsistencia, mientras sienten que la vida está sucediendo en algún otro lugar. Particularmente Renton: él es precibido como alguien exitoso pero está en aviones y hoteles, nunca ve a su familia o amigos. Suena como una vida increíblemente glamorosa pero no, es una vida terrible. En realidad es una forma brillante de servidumbre”.

A pesar de darle forma a una visión por demás cáustica de la vida contemporánea en su propio trabajo, el autor se apura a enfatizar que la declaración política no es un fín en sí, sino “algo que termina apareciendo en el resultado”. “No es algo en lo que esté pensando conscientemente todo el tiempo. Lo que quiero es contar algo interesante, historias con algo de humor y quizá ocasionalmente bastante shockeantes y peligrosas. Si conseguís personajes perdurables y después quizá la gente se empieza a preguntar qué los hace irresistibles, empiezan a pensar en el estado de la economía y la sociedad y cómo las cosas se vuelven desesperantes, bueno, excelente... pero no es mi principal preocupación. No estoy realmente interesado en escribir de manera explícita sobre eso, simplemente aparece en la mezcla final”.

Y estos personajes son tan reales que realmente han cobrado una vida propia. “Ya no son míos, ni de los cineastas o la gente que los adaptó para el teatro o lo que sea. Ellos ahora pertenecen al mundo. Existen por fuera de la cultura”. En particular, las adaptaciones al cine lanzaron las historias al escenario internacional. Y aunque la relación entre el cine y la literatura no siempre ha sido fácil –con el riesgo de que el trabajo de un escritor termine eclipsado o disminuido por los intentos de ponerlo en pantalla—, para Welsh solo ha sido positivo. De hecho recuerda a T2: Trainspotting (2017) como algo que realmente lo inspiró a escribir Dead Men’s Trousers. “En Trainspotting 2 mucho de eso volvió a funcionar, con todos. Tuvimos una semana en Edinburgo y nos sentamos todos en un departamento para analizar otra vez a todos los personajes de Porno y Trainspotting. Volví a meterme de lleno en eso”.

Welsh también sabe lo que se necesita para trasladar los libros a la pantalla grande, algo que resulta evidente a la luz del éxito internacional de la primera y segunda película, y también de otras como Filth, protagonizada por James McAvoy y muy celebrada por la crítica. “Con el cine querés capturar el espíritu de los personajes, la historia y los temas. Pero tenés que crear algo que tenga valor por sí mismo, que no sea el intento de plasmar un libro en celuloide. Eso sería estúpido, son diferentes formas de arte. Las películas que se ciñen mucho a un libro tienden a ser demasiado confusas para ser honestas. Cuando estás haciendo un guión para el cine, es importante ser duro y rápido”.

Trainspotting, basada en el libro de Welsh, es un film de culto.

¿Y espera Welsh que este libro sea base para una tercera película? 

“A todos les gustan los regresos, pero me parece que una tercera sería empujar demasiado. Nadie recuerda Terminator 3. No se me ocurre una gran tercera película, con lo que creo que estaríamos forzando un poco las cosas. Sería demasiado arriesgado intentarlo y fallar. Nadie quiere tirar abajo todo un legado por una mala tercera película...” 

¿Y otro libro? “Nunca puede decirse nunca. Pero esto se siente como un final natural para ellos, ciertamente como grupo. Maté físicamente a uno de ellos porque hubiera sido muy tentador para mí crear escenarios en los que podría volver a juntarlos. Así que creo que podemos decir que es el final de la banda de Trainspotting”. Pero parece que, si este esel final, el escritor no necesariamente va a extrañarlos. “Todavía tengo la opción de traerlos de vuelta como individuos, lo que tiene el encanto extra de una relación menos sentimental, porque se los puede ver como herramientas para crear una historia. No podés ser muy sentimental. Estoy escribiendo un nuevo libro y creando muchos nuevos personajes desde la nada, y eso también es divertido”.

El escritor admite sentir el desafío de ser un escritor en estos tiempos y a esta edad, de tratar de seguir siendo relevante en un ritmo de cambios terriblemente tenso. “Es algo duro de hacer hoy, especialmente si querés escribir algo que resuene con lo que está sucediendo en el mundo contemporáneo. Corrés el riesgo de hacer algo que parezca completamente irrelevante en el mimso momento en que aparece. De algún modo es más fácil si escribís ciencia ficción, porque tenés estos temas universales y hay ciertas reglas y protocolos; fijás relaciones con el lector que podés seguir. Las personas como yo estamos en una situación extraña. Es como tratar de fijar gelatina a la pared, son arenas movedizas todo el tiempo”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.