Jazmín Esquivel dice que no tenía idea de por dónde empezar a preparar su primer disco. Le daba “pánico” que el resultado no la dejara satisfecha, “que las canciones no quedaran buenísimas”, que faltara algo. La ansiedad no la dejaba fluir. Pero Lucy Patané, productora del disco, le hizo bajar un cambio: “Esto es solo una foto de un momento. A éstas canciones las vas a seguir tocando muchos años, algunas más, otras menos, y las vas a terminar haciendo mierda”. Esas palabras le sirvieron para entender que tenía que relajarse y vivir el presente. “Una necesidad errónea era satisfacer a mi yo del presente, a mi yo del futuro y a mi yo del pasado. Por suerte, pude concentrarme en qué tenía ganas de hacer ahora”, dice ya con Púrpura, el disco que presentará mañana en Caras y Caretas 2037, sonando en plataformas digitales.

Si bien hace dos años había lanzado un EP junto a Los Alces (un trío integrado por Tomás Viola en banjo tenor, Sofía Malagrino en percusión y Valentín Basso en contrabajo), éste es su primer disco posta. Diez canciones que la revelan como una cantautora versátil, creativa y bien plantada. “Son canciones que pretenden poder vivir solo con una guitarra y una voz. Y siempre que puedo, prefiero tocar sin amplificar. Que sea acústico no significa que no tenga polenta”, afirma esta joven de 23 años que también estudia teatro en el IUNA.

Como si se tratara de una película, Púrpura se pasea por atmósferas que cambian a medida que avanza el disco: desde el anzuelo inicial con la perfecta Cables en cruz, pasando por los aires de baguala de La noche justo antes de los bosques, la impronta country de Ansío Los Alpes o el pop-folk de El hombre (con el guaucho Lucas Caballero de voz invitada), hasta culminar con la densidad rocker de Un círculo. “El leitmotiv del disco es lo pictórico, lo plástico”, explica Esquivel. “La construcción de la poesía y el desarrollo musical fueron pensados desde las imágenes, desde los paisajes. Las letras son muy descriptivas y cuentan qué veo a mi alrededor.”

En el arte de tapa, dos manos se asoman a través de un típico telón teatral. Son las suyas y, según ella, la imagen combina dos elementos: “Estaba muy fascinada por el universo invernal, gélido, muy lejano a mi vida urbana en Buenos Aires. Y, por otro lado, estaba indagando en el folklore, que para mí trae algo cálido y ancestral”. La voz de Mercedes Sosa, por ejemplo, la iluminó cuando tenía 17 años.

“Siento que empecé a tocar en el mismo momento que estaba sucediendo un despertar, es decir, una gran masa de mujeres saliendo a mostrar sus canciones”, resalta en relación a una escena musical emergente con cada vez mayor presencia femenina. “Me encuentro rodeada de zarpadas mujeres músicas y me encanta. Se da naturalmente. De todas formas, las bandas más sobresalientes de la escena independiente siguen siendo, en su gran mayoría, de varones. Y eso me sorprende un poco, porque hay muchas bandas de mujeres. Todavía hay, por ejemplo, prejuicios con las instrumentistas. O flashean que no sabemos usar un equipo de guitarra. Pero estamos cada vez más empoderadas.”

* Viernes 6 de abril a las 21 en Caras y Caretas 2037, Sarmiento 2037. Antes toca Mariana Michi.