La realidad y el relato no van de la mano del Banco Central. La entidad intervino ayer con unos 300 millones de dólares para evitar que suba el dólar (ver aparte). En el mismo día el presidente de la entidad monetaria, Federico Sturzenegger, defendió la “política de tipo de cambio flexible” del Central y la decisión firme “no usar el tipo de cambio como ancla anti inflacionaria”. 

“En 2016 comenzamos a recorrer un proceso de lucha contra la inflación, basado en un esquema novedoso para la Argentina: metas de inflación con tipo de cambio flotante”, mencionó Sturzenegger en una jornada de finanzas. Aclaró que “el esquema es novedoso porque la Argentina estaba acostumbrado a desinflar mediante atajos corto placistas, por ejemplo, mediante esquemas de tipo de cambio fijo, los cuales quizás tenían una efectividad de corto plazo, pero que a la larga derivaban, casi sin excepción, en crisis macroeconómicas de magnitud. El timming para hablar de novedades no fue el mejor. La autoridad monetaria hace más de un mes que sacrifica reservas internacionales en forma casi diaria (y a un ritmo promedio de 500 millones de dólares por semana) para que la cotización del dólar no alcance los 21 pesos y siga provocando tensiones inflacionarias. 

Los detalles técnicos que ofreció el titular del organismo para terminar de defender la gestión resultan imprecisos. “El mecanismo más común para implementar la política monetaria en los regímenes de metas de inflación es la determinación de la tasa de interés de referencia, que fija el Banco Central”, apuntó. Precisó que “en este esquema la autoridad monetaria suple toda la demanda de dinero de los agentes a la tasa elegida, y absorbe todos los excesos, endogeneizando la cantidad de dinero en el sistema. La tasa se regula a los fines de converger al objetivo de inflación trazado. Una tasa más alta se corresponde con una posición más restrictiva en lo monetario y empuja la desinflación”. La entidad, por más que siga hablando de metas de inflación, no controla cuál es la tasa que se le ofrece al mercado. En los últimos tres meses se tomaron decisiones de bajar la tasa sin un argumento consistente y con expectativas de inflación del mercado que se aceleraron en lugar de retroceder. 

El presidente del Central no fue consistente para argumentar por qué se bajó la tasa de interés y por qué se intervino el precio del dólar. Planteó que se modificó el objetivo inflacionario para hacerlo más gradual que lo que se había planteado en un principio. Esto llevó a bajar un punto y medio la tasa de interés y eso generó una expectativa de que la política monetaria iba a continuar siendo relajada. “El tipo de cambio resume las expectativas sobre la política monetaria futura. Una política monetaria más laxa, implicará más inflación y por ende un tipo de cambio más depreciado. La belleza del tipo de cambio flotante es que señala inmediatamente esa lectura por parte de la sociedad”, mencionó. Apuntó que “la visión del mercado no coincide ni con lo que el Central hizo desde enero, ni con lo esperado por las propias autoridades de la entidad para el futuro. La intervención cambiaria de las últimas semanas cumple entonces la función de quebrar las expectativas de depreciación e inflación”.

¿Al Central no le gusta intervenir, pero si no le gusta lo que cree el mercado, puede intervenir sin que la política cambiaria deje de ser de tipo de cambio flexible ni se acabe el régimen de metas de inflación? No tiene mucha lógica ese razonamiento. Especialistas de la city explican que el mercado no compra dólares solamente porque cree que subirán los precios; los compra porque ve un problema en el frente externo. Indican que la Argentina pierde por año 22 mil millones de dólares por atesoramiento de divisas del sector privado, 12 mil millones de dólares por el déficit de turismo y otros 10 mil millones por el rojo de las cuentas comerciales. Para concluir que la mayoría de los pequeños, medianos y grandes inversores no quieren ser últimos en comprar los dólares por debajo de 21 pesos.