Durante muchos años, lo que paralizó a Sebastián Cuattromo para poder poner en palabras los abusos sexuales que había sufrido fue la aprobación social, y hasta la celebración, que recibía el ex técnico de San Lorenzo, Héctor “Bambino” Veira, después de haber sido denunciado, detenido y condenado por intentar violar a un chico de 13 años. “Lo mío ocurre a fines de los ‘80. De alguna manera es contemporáneo al llamado “caso Veira”. Yo era muy futbolero, hincha de San Lorenzo. En esa época iba mucho a la cancha y recuerdo la sensación de estar en una tribuna y ver a miles y miles de personas mofándose de ese tema. En la tribuna de San Lorenzo había que reivindicar a Veira y los contrarios se encargaban de cargarlo. Eso me marcó mucho. La sensación que tenía era que el mundo de los adultos, si yo intentaba hacer algo con eso (los abusos), me iba a aplastar, me iba a destruir. Eso fue muy claro”, cuenta Cuattromo a PáginaI12. Hoy tiene 41 años, pero cuando tenía 13 fue abusado sexualmente por un ex docente y religioso del Colegio Marianista, de Caballito. El escenario cambió. La marea feminista y su derrame parecen también estar habilitando la voz de varones que ahora se animan a contar, con menos vergüenza y más confianza, los abusos que sufrieron. Tras la repercusión que están teniendo los hechos ocurridos en las pensiones de Independiente, River y en el ámbito de la gimnasia deportiva, en la Línea 145 –para denuncias de trata– recibieron en los últimos días denuncias de abuso sexual infantil (ASI) de parte de chicos, cuando nunca antes habían tenido llamadas por ese delito. Cinco casos ya fueron derivados para empezar investigaciones preliminares en fiscalías, confirmó una fuente judicial a este diario. En todos, las víctimas son varones menores de edad.

Los casos de ASI en el fútbol son la punta de un iceberg. ¿Por qué causan tanto interés social? ¿Qué factores se conjugan para que despierten atención, más allá de la supuesta operación que protagonizó Natacha Jaitt? ¿Se les cree más a los varones que a las chicas abusadas? ¿Es el ámbito deportivo un espacio propenso para que actúen ofensores sexuales? ¿Cómo se pueden prevenir el ASI? PáginaI12 habló con un sobreviviente de abuso sexual infantil, la referente de una ONG, una investigadora, un ex juez, una pediatra, una perito psiquiatra y una psiquiatra infanto juvenil, todos especializados en la temática.

–Lo preocupante es ver nuevamente cómo muchos sabían y no se atrevieron a denunciar o miraron para otro lado. Se repite hasta el cansancio que es un delito de instancia privada pero es erróneo, la ley obliga a quienes están a cargo de menores que ante cualquier sospecha deben denunciar. Algunos por desconocimiento otros, por miedo, otros por falta de ética, no hacen nada. Al mismo tiempo, no hay suficiente protección del denunciante o la denunciante de ser denunciado o atacado y sufra una contradenuncia, como le ha sucedido muchos profesionales en la última década, que han sido acallados por las contradenuncias si la causa penal no avanza y no siempre la verdad del expediente es la verdad del caso –advierte Virginia Berlinerblau, una de las voces con más experiencia en la Justicia: es médica, especialista en Psiquiatría Infanto Juvenil y en Medicina Legal, además de perito médica de la Justicia Nacional, donde durante más de veinte años escuchó a menores de edad víctimas presuntas de ASI.

Impunidad

Todavía el silencio y la complicidad son amparo para la impunidad. Una médica en River se tomó cinco años para denunciar que chicos que vivían en la pensión del club eran abusados. En Independiente, también parece que era un secreto a voces. Los hechos, que investiga la Justicia –donde hay al menos nueve víctimas– se remontan a varios años atrás.

El caso sacudió a la opinión pública. ¿Qué elementos confluyeron para que tuvieran tanta repercusión? Tienen como escenario clubes de fútbol, deporte e instituciones donde se refuerza el “ser macho”, coinciden especialistas.  “La conmoción es mayor, además, porque el varón siempre tuvo más valor social que la mujer y estalla el mito de la masculinidad”, dice el ex juez federal Carlos Rozanski, impulsor de la ley que obliga a que niñas, niños y adolescentes declaren en Cámara Gessel. “Se junta el fútbol, lo que significa para la mayoría de la gente y para los hombres. Equipos importantes. La vulnerabilidad de estos chicos. La puesta en duda de la masculinidad. Recuerdo que uno de los chicos abusados no quería que se enterara la novia. Da vergüenza”, coincide Marinés Bringiotti, investigadora en maltrato y abuso de la UBA.

Por eso es importante dejar de estigmatizar a los varones víctimas para que se visibilicen los abusos que también ellos sufren, aunque en menor medida que las mujeres. Es fundamental que la Justicia proteja a las víctimas para que otras se acerquen a declarar.

Bringiotti pone el foco en otro aspecto interesante: destaca que los medios siguen más el tema de abuso sobre varones que sobre mujeres, “ocultando las prácticas prostituyentes que aún perduran y que además traen consigo embarazos no deseados de esas niñas, sumado al impacto emocional que sufren”.

–Sin dudas, la violencia machista contra las mujeres es más tolerada socialmente –apunta Berlinerblau.

Cuestión de género

Cuando se mediatiza algún caso de abuso o acoso sexual contra chicas, ellas se enfrentan, en general, a una mayor culpabilización social. Como hizo hace pocas semanas Nicolás Repetto, conductor del Noticiero de la Gente, por Telefé, cuando le preguntó a una joven que había denunciado acoso callejero en el subte porteño, si llevaba ropa provocativa. La idea que se impone es que la víctima de alguna forma se lo buscó.

–Las mujeres son más responsabilizadas por su propio abuso, las tachan de “Lolitas”, que salían de noche, era provocadoras, fiesteras. Y se minimizan los hechos que padecen. En contraposición, los adolescentes varones suelen callar más que las adolescentes, porque al ser abusados por pedófilos varones, temen ser tomados como homosexuales ellos mismos: quedan imaginariamente feminizados: “Si abusó de mí será que tengo algo de homosexual”, piensan, y el estigma de ser considerado gay, pasivo, en la experiencia los hace callar por vergüenza por la misma cultura machista que inferioriza al homosexual y hasta confunde homosexual con perversión sexual, como lo es la pedofilia, pero homosexualidad no es lo mismo que pedofilia. Creo además que los medios mayoritariamente manejados por varones empatizan más con las víctimas de su propio género: es raro que se naturalice y mucho menos que se culpabilibice al varón, a diferencia de las adolescentes mujeres –destaca Berlinerblau.

Basta recordar, como ejemplo, el caso de una chica abusada sexualmente en 2010 en General Villegas, donde tres agresores se filmaron mientras la violaban, y reenviaron el video a todos sus contactos –ahí se supo, la adolescente no había hecho la denuncia–. El pueblo se movilizó, hizo una marcha para defenderlos –en la que participaron, incluso, las esposas–, a pesar del video donde se veía claramente que abusaban de ella.

–El género influye y el mensaje social hacia la víctima, en ese caso de 14 años, fue que era una cualquiera que andaba arruinando la vida de gente inocente. Hay un mensaje de disciplinamiento hacia otras víctimas: “Mirá lo que te puede pasar si hablás del secreto, si rompés silenciamientos históricos”, comentó la perito de la Justicia.