“En una sociedad machista y patriarcal, y también adultocéntrica, el niño varón no suele ser considerado, ni pensado, como víctima de abuso sexual”, dice Sebastián Cuattromo. Lo sabe por propia experiencia. Cuando tenía 13 años fue abusado por un ex religioso y docente del Colegio Marianista del barrio de Caballito. Le llevó diez años contarlo en su familia. Pero no lo apoyó. La batalla legal la dio en soledad: 12 años estuvo empujando el juicio, buscando él solo a su agresor, que estaba prófugo, aportando pruebas. En setiembre de 2012, escuchó con satisfacción el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal N° 8 que condenó a 12 años de prisión por los delitos de “corrupción de menores agravada, reiterada y calificada” a Fernando Picciochi. Aquella vivencia traumática lo llevó a conformar, junto a otros sobrevivientes de ASI, la asociación “Adultxs por los derechos de la infancia”, desde donde se dedican a darle visibilidad a este delito, para que otras y otros que lo han padecido, se animen también a hablar y denunciar.

“Me costó mucho tiempo ver lo que me había pasado como lo que era: un descomunal abuso de poder, una notable injusticia, una relación dispar, asimétrica”, dice a PáginaI12, ahora, con 41 años.

–¿Cómo afecta el abuso sexual a un varón en esta sociedad tan machista?

–Un niño abusado suele cargar con un sentimiento de profundo disvalor y vergüenza, por el sólo hecho de haber sido víctima y vulnerable. El hecho de que el delito de abuso sexual sea perpetrado la mayoría de las veces por un agresor varón, suma más angustia y vergüenza al niño víctima, ya que suele asociar el padecimiento de este delito a una supuesta “relación homosexual”.

–¿Qué le hubiera ayudado a protegerse de los abusos?

–Contar con adultos, tanto en mi familia como en el Colegio Marianista, a los cuales poder recurrir para compartir mis temores, dudas y vergüenzas: estuve sólo tanto ante la amenaza de expulsión que pesaba sobre mí en aquel Colegio, en el que estaba terminando mi escuela primaria, contexto que mi abusador aprovechó para tener una herramienta de extorsión. Como también estuve solo después de haber sufrido los abusos, a lo largo de toda mi adolescencia. También me hubiera ayudado mucho el haber contado con otra sociedad, bien distinta a la de hace casi 30 años atrás, con una escuela secundaria bien diferente, la mía era autoritaria y violenta; donde se aplicara la Ley de Educación Sexual Integral, y se pensara a los chicos como sujetos de derecho, dándoles condiciones para la expresión de emociones y sentimientos. Siempre sobrellevé en silencio esa injusticia.