El tango está lleno de lugares comunes. Uno de ellos asegura que el que toca no baila. Como si agarrar un instrumento encadenara los pies del músico. Mito o realidad, ya no es raro cruzarse en el circuito con músicos tirándose unos cortes. Ese divorcio entre músicos y milongueros empieza a zanjarse con un encuentro que lleva a un renovado amor. Tanto que no son pocas las orquestas que en los últimos años generaron sus propios espacios, construyeron un público propio y buscan amigar los tangos del siglo XXI con los bailarines de la noche porteña. La recorrida de PáginaI12 por esos espacios (en el recuadro, varias direcciones) encuentra rasgos comunes: música en vivo siempre, poco o ningún rigor con los típicos códigos de vestimenta y “cabeceo”, más consciencia de género, cierta apertura en las bandejas y un promedio de edad sensiblemente más bajo que en los lugares tradicionales. Y claro, un caldo de cultivo fértil para la creación de nuevas composiciones y un acercamiento entre actores que antes se miraban con recelo.

La Orquesta Típica El Afronte es una de las pioneras en este sentido. Comenzó hace 14 años tocando en las calles de San Telmo y eventualmente necesitó un espacio propio, que finalmente encontró en el Buenos Ayres Club. Llegaron a tener hasta tres fechas semanales en ese espacio, aunque en 2018 equilibraron el deseo milonguero con la pulsión creadora que exige “pensar en discos y arreglos propios”, explica Laura Regis, violinista de la orquesta. Ese balance entre la administración del propio espacio y las necesidades creativas de cada grupo se repite en sus colegas. Algunos, como los del Quinteto Cachivache, lo solucionan coorganizando con gente que pueda sostener el lugar cuando a ellos les tocan las giras por el exterior. Otros, la mayoría, programan a sus colegas al menos semana por medio (caso Cañón en Vuela el Pez o Derrotas Cadenas en Amapola) y algunos terminaron por ceder el escenario a los grupos emergentes casi todas las semanas (como el Sexteto Fantasma). Y la autogestión aparece como bandera siempre, acota Diego Balbi, bailarín y profesor en la milonga de Vinilo, que organiza la Orquesta Victoria.

  “La fuerza más poderosa del tango es el abrazo que pasa en la pista de baile y no nos queríamos quedar afuera de eso por escribir música de concierto”, reflexiona Julio Coviello, del trío Cañón. “¡También nos gusta que nos abracen!” El proyecto declarado de Cañón es generar un tango nuevo pero bailable. Todos sus integrantes bailan y como rasgo distintivo, en su milonga sólo pasan tandas de tangos nuevos. En el resto suelen balancear con los clásicos, o incluso limitar el tango contemporáneo sólo al momento de la música en vivo. Bruno Giuntini, de Derrotas Cadenas, que recala en La Paz Arriba y organiza la Milonga Amapola, cuenta que suele arrancar la noche con Fresedo y escala cronológicamente la historia del tango hasta cerrar la madrugada con orquestas actuales. “Para nosotros es importante el bailarín que escucha Canaro y después para la oreja y trata de bailarnos a nosotros”, observa. 

La experiencia de El Cachivache fue distinta. Viniendo de otro circuito, vinculado al punk-rock, les costaba encontrar milongas que les abrieran las puertas. Hasta que en una gira por España, pudieron organizar una milonga propia. “Ahí nos dimos cuenta de que la conexión con la gente era mucho más cercana, porque si no el músico transita otro mundo y se queda afuera de muchas cosas que pasan”, recuerda el guitarrista Vito Venturino. “Esa experiencia nos modificó: empezamos a bailar, a entender qué necesita el bailarín en la pista y de alguna manera nuestra interpretación musical se modificó para bien, porque hoy podemos tocar en un auditorio para que la gente se siente, pero sin dudas podemos tocar en una milonga para que la gente se abrace”. Así organizan la Batifondo en Zonatango.

Paradojas del tango contemporáneo, muchas veces las milongas que se declaran más tradicionales son las menos abiertas a la música en vivo, un rasgo central en las épocas de oro del género. Y las más rupturistas encuentran justamente en la música en vivo el lazo con el pasado del tango. “Nosotros proponemos cosas nuevas pero con un pie en la tradición, con los fraseos, síncopas y bases rítmicas que hacen que al otro lo emocione o lo caliente salir a la pista cuando suena un tango nuestro”, dice al teléfono Regis. Su colega Giuntini aporta algo de perspectiva histórica: “la mayoría de las orquestas del llamado ‘tango clásico’ en algún momento fueron novedosas y resistidas, como Troilo cuando en los ‘60 cambió su estilo, pero hoy se lo reconoce como altamente bailable”. 

Romper la resistencia a la novedad es uno de los objetivos que atraviesan a todos los músicos consultados por este medio. “Es algo que está bueno romper, desacostumbrar a la gente a las grabaciones y que salgan a bailar lo que está sonando, ¡más si está en vivo! ¿Qué más podés pedir?”, plantea Rodrigo Perelsztein, cantor del Sexteto Fantasma y otros grupos, y organizador de la Ventanita de Arrabal. El “vivo” es otro valor agregado que todos reconocen, aunque los milongueros más conservadores puedan despreciarlo. “No es comparar la calidad de una orquesta del ‘40 con la nuestra –plantea Venturino–, sino algo circunstancial: estamos ahí tocando, la orquesta del ‘40 no, aunque muchas veces el bailarín prefiera la grabación que escuchó mil veces”.

Como el tango es suficientemente amplio, estos músicos entienden que por sus espacios circula un público en común y que esa rotación los enriquece. Que el crecimiento no es fruto de sus esfuerzos particulares, sino de un estado de situación común al género. Es un espíritu de esta época, de los músicos que ya no están enemistados con los bailarines, ni se hacen problema porque el músico pierde protagonismo si alguien está bailando, al contrario, el músico gana mucho más de lo que pierde cuando participa de este hecho social”, opina Coviello. Para el bandoneonista, en este encuentro se evidencia el amor común por el tango, su estética y la “catarsis para la vida” que significa. Regis se expresa en términos parecidos: “quizás a alguna gente le tome más tiempo entender que la música va cambiando, que el arte es la expresión de un momento, necesita sí o sí estar acorde a la época”.