Cualquiera que quiera contar la vida de Fernando Pessoa debe enfrentarse a un problema preliminar: el de cómo incluir, en un mismo perfil, la complejidad de un hombre monárquico pero también republicano, conservador pero también liberal, rebelde pero también sumiso. Y sin embargo, pese a la cantidad de riesgos que eso implica, todavía hay grupos de teatristas que se le animan al poeta portugués. Uno de ellos es el que actualmente tiene en cartel la bella Ejercicios fantásticos del yo, una obra que resuena, además de por abordar la vida de semejante escritor, por hacerlo en el teatro comercial. Está encabezada por el mexicano Gael García Bernal junto a un grupo de actores y actrices locales y si bien de ella podrían decirse muchas cosas convendría destacar una, porque es la que da rienda suelta a todo lo demás: el espectáculo es, ante todo y en todos los planos, una sucesión de decisiones. Como cualquiera obra, sí, pero acá un poco más.

Lo primero está relacionado con el libro, y no porque tenga supremacía sobre la puesta sino sencillamente porque se hizo antes. Allí la responsable fue Sabina Berman, una dramaturga mexicana que eligió contar a Pessoa en un día histórico concreto, el de inicio de la Primera Guerra Mundial. Esa jornada, también, el autor de Tabaquería llegó tarde a pedir la mano de su novia, perdió un contrato con su agente literaria y falló en su trabajo como comunicador publicitario. En ese escenario complejo, Berman tomó dos decisiones fundamentales. La de mezclar fantasía y realidad y la de resaltar, al extremo, la importancia de los heterónimos en la vida de Pessoa. En el parlamento del protagonista (encarnado, claro, por García Bernal) queda claro que aquellos alter ego del escritor fueron en realidad mucho más que eso. Que fueron auténticas personalidades bastante “autónomas”, lo suficientemente diversas para amalgamar las mencionadas contradicciones del poeta. 

Pero claro que esas marcas ideológicas (lo son, aun por omisión de texto político explícito) que dejó escritas Berman necesariamente “condicionan” otras, fundamentalmente las de Nelson Valente, el director de la pieza, que con este trabajo demuestra definitivamente que no pertenece solamente al off teatral y que puede desenvolverse más que bien en otros escenarios. Valente recibió aquel texto cargado de pautas pero tuvo que decidir cómo llevarlas a cabo. Entonces marcó el siguiente “paso” en la construcción del sentido de la obra: decidió que los actores que encarnan a esos heterónimos (Fernán Mirás, Martín Slipak, Javier Lorenzo y Lucas Crespi) tuvieran más o menos la misma altura, más o menos la misma ropa, más o menos la misma forma de declamar y más o menos el mismo ámbito de acción, aunque lo que hicieran dentro de él fuera distinto. Valente decidió que sean personas distintas pero no tanto. Pessoa tampoco era un esquizofrénico sino un genio complejo. Quizás aquello de la desfragmentación del yo no era algo tan loco en plena Primera Guerra Mundial.

El resto de las decisiones vino después: hubo que pensar en una escenografía digital que expresara con velocidad la coexistencia de distintas atmósferas, hubo que pensar en cómo resolver el hecho de estar en Portugal pero hablar en español, hubo que pensar en cómo trabajar el tiempo en escena, en cómo transitar un día en poco menos de una hora y media y en cómo enmarcar la filosofía de los textos en los cuerpos. Sobre todo eso: trabajar los cuerpos. Y si el trabajo que en ese sentido hicieron Bernal/Pessoa y sus heterónimos es digno de destacar, nota especial merece también Rita Cortese, que encarna a dos personajes distintos y los hace tan disímiles que hasta su cuerpo parece otro en cada oportunidad. Todos los actores están puestos en función del relato. Todos modifican su corporalidad “natural”. No por algo la pieza se llama Ejercicios fantásticos del yo.

Y entonces este grupo convierte a esa difícil tarea de contar a Pessoa en una interesantísima experiencia teatral. En una pieza del disfrute que alcanza dimensiones filosóficas, lingüísticas, estéticas y también morales. Porque en la obra Pessoa es el genio y también el fracasado, el que tiene un talento divino y también el patético terrenal. Un poco como cada hombre que vivió la guerra. También un poco como todos los que vinieron después de ella.