La tapa del libro es un mapa con nombres de personas. Personas como lugares móviles; esquirlas de un sueño estallado que se recompone lejos. Uniendo la memoria con la vida, llevó cuarenta años reordenar las piezas de un rompecabezas que aún sigue en movimiento. La fusión es incompleta. Quedan fisuras, huecos. Obra documental de muchas voces en torno al exilio argentino en Bélgica, Historias de exilio construye o reconstruye el álbum de memoria colectiva que pese a todo pudo ser.

Hoy a las 19, en el Museo de la Memoria (Córdoba 2019), se presentará este libro compilado desde Rosario por Marta Ronga, ex exiliada, y desde Bélgica por Angela Beaufays, y que publicó el sello Ultimo Recurso.

Las voces diversas de los protagonistas de estas historias de desarraigo y persecución a manos del terrorismo de Estado se conjugan en un proyecto colectivo que surgió como un gesto de gratitud. Las historias se entretejen entre sí y esto aparece en el relato de los muchos desencuentros y reencuentros. Historias de exilio pide seguir el delicado hilo rojo que cose los afectos a pesar de la ferocidad con que fue desgarrado el tejido social. Son 366 páginas con fotos en blanco y negro cuya lectura deja huella. La primera persona va y viene entre el singular y el plural para dar cuenta de lo que significa tener que irse del país sin más opción, perdiéndolo todo: familia, casa, idioma, proyectos. Testimonian quienes se fueron y se quedaron, quienes volvieron con la democracia, y también los hijos e hijas del exilio. Entrañables semblanzas de quienes ya no están, información sobre las agrupaciones del exilio y los relatos de quienes desde Bélgica se solidarizaron con los exiliados terminan de rearmar la cartografía de la trama de solidaridades que hizo posible sustraer estas vidas a la maquinaria asesina de la represión en los años '70.

Estas "voces del exilio" son las de militantes sociales y políticos perseguidos, detenidos o secuestrados. En el atropello de todos sus derechos, quedaban a merced de la perversidad dictatorial. La posibilidad de no matarlos anidaba en la misma burocracia criminal.

En una acción internacional, las agrupaciones políticas apelaban a diversos aparatos de Estado donde lo decisivo fueron las voluntades individuales. En varios testimonios, el relato de unos vaivenes sólo aparentemente azarosos entre Chile, Argentina y Brasil es lo que reconstruye un proyecto en común entre las dictaduras del cono sur. La red que se arma desde una multiplicidad de relatos se anuda en datos concretos, cuya continuidad de un relato a otro vuelve transparentes los hechos que fueron enigmáticos para sus mismos protagonistas.

En virtud de la denominada "opción", muchos de ellos iban de la cárcel al aeropuerto, con lo puesto, sin poder despedirse de sus familias. Abrazos cálidos en un país frío les devolvían la dignidad y la identidad. Bélgica era "un lugar seguro" para continuar. Y eso significaba no solamente sobrevivir sino juntarse con otros, a luchar por salvar vidas de compañeros y dar sentido a las vidas rescatadas.

Si bien el nodo central de su autor coral es Marta Ronga, el libro, al igual que la historia que cuenta, es obra de muchos, entre ellos Michel Van Mervenne, estudiante cuya tesis de posgrado sirvió para documentar los "datos duros". Relatan: Herminia Rodríguez, Ana Fernández, Ana María Masramón, Norma Vainberg, Patricio Sackman, Hernán Osorio, José Manuel Bodiño, Marta Ronga, Felipe Favazza, Alicia Jardel, Norma Gladys Luque, Guillermo Almarza, Angela Beaufays, Marta Ruiz, Ramón Aguirre, Laura Gaud, Natalia Hernández, María Laura Musso, Mariano Bodiño, Juliana Osorio, Meis Bockaert, Nicole Staes, Bruno Van Hmbeeck, Guy Van Beeck y María del Carmen Marini con poemas de Cristina Safranchick y Miguel Páez.

El apoyo financiero a la edición vino del diputado Carlos del Frade, y la iniciativa para declarar la obra de interés legislativo, de la diputada Alicia Gutiérrez.