Hay dos posibilidades: o las mujeres escondían un secreto o la sociedad no quería, no podía verlas y escucharlas con la profundidad que sus reclamos ameritaban. El feminismo comprendió con mucha anticipación la necesidad de terminar con el patriarcado, relación de poder machista y sometimiento, que se impuso y naturalizó en la cultura global. Una sociedad fundamentada en el patriarca, la obediencia y la culpa conduce a la hostilidad, expresada como agresividad entre los miembros y autocastigo. Una cultura jerárquica, dividida en verdugos y víctimas, se caracteriza por la concentración del poder y la exclusión, el temor y la fascinación sacrificial.

Al poder patriarcal se sumó la acumulación capitalista, la ciencia al servicio del mercado y la desregulación neoliberal, generando un sistema de producción de esclavitud y exclusión sin precedentes. Como saldo de esta demencial acumulación de poder se obtuvieron inmensas desigualdades sociales, guerras, carrera armamentística, explotación, enfermedades y muertes. En ningún caso se cumplieron las promesas de autorregulación de los mercados, los consensos ni la igualdad garantizada por la ley y amparada por la Declaración de Derechos. 

Las mujeres comprendieron antes que el resto social que patriarcado y capitalismo constituyen un dispositivo de poder que se expandió por todo el planeta y se apropió de la vida. Que sólo habrá democracia si somos capaces de emanciparnos del patriarcado y de toda forma de concentración del poder capitalista. 

Feminismo: reivindicaciones y algo más

¿Qué es una mujer? Se preguntó Freud y respondió un “Dark continent”, era su manera de referirse al enigma que no tiene representación en el inconsciente. Años más tarde, Lacan, en el Seminario XX, afirmó que la mujer se inscribe en la lógica fálica, pero no toda. Hay un suplemento en la posición femenina que no tiene inscripción, por participar la mujer de un conjunto abierto que carece de límite.

Emplearemos la concepción de Lacan para describir una política de mujer. 

El feminismo es un colectivo de mujeres que designa varias significaciones simultáneamente. Por una parte, refiere a las reivindicaciones concretas de la mujer: rechazo a la violencia hacia el género, la igualdad salarial, reconocimiento del trabajo de las mujeres por fuera del mercado, etc. Hace unos días se presentó por séptima vez un proyecto de ley que busca despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo en el país. La demanda del movimiento de mujeres por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, simbolizado por el pañuelo verde, tomó fundamento en que el aborto, según Amnistía Internacional, es la principal causa de muerte materna en 17 de las 24 provincias y, según Unicef, nacen anualmente casi 3000 bebés de niñas de entre 10 y 14 años. Desde el psicoanálisis consideramos que la maternidad es un deseo, un proyecto y una libertad; una salida posible del Complejo de Edipo, no un imperativo ni el destino obligado para las mujeres. No desear ser madre no es un delito y el aborto nunca debe ser juzgado como un crimen. La iniciativa de este proyecto de ley lleva la firma de 71 diputados de distinto signo político, pero si este tema está en el tapete del debate parlamentario tiene que ver con el feminismo y su lucha.

Sin embargo, las mujeres no están del todo representadas en la lucha reivindicativa, algo desborda y excede ese locus histórico que supieron inscribir. El movimiento feminista afecta los “patrones” mismos del orden social porque se dirige contra la jerarquía, la sumisión y toda forma de explotación sea económica, sexual o de otra índole.

El 8M, la marcha internacional de mujeres desbordó toda medida y cálculo, poniendo en escena algo imprevisible que podemos caracterizar como ilimitado; irrumpió con una desmesura global que determina abordarlo como un nuevo agente político que contamina y reformatea lo común. La categoría política de “multitud”, propuesta por Antonio Negri y Michael Hardt en su libro Multitud (2005) resulta útil para pensar el actual movimiento feminista.

Estos autores conciben a la multitud como una energía colectiva que expresa una potencia generativa constituyente, ilimitada y global. No consiste en reunir individuos aislados, sino en construir de modo cooperativo y sin jerarquías una democracia que, partiendo de la igualdad, maximiza la libertad. Las mujeres piden igualdad asumiendo y expresando en la calle su derecho a ella, disputando el espacio del sentido común machista establecido. 

La multitud no tiene un lugar espacial, no es una unidad ni una identidad pero está organizada. Se concibe como un concepto abierto, dinámico, que no puede encontrar una representación basada en una medida porque lo ilimitado excede la representación, es inconmensurable. 

Es el producto de una praxis colectiva tejida desde abajo, que muestra la potencia política que tienen las singularidades de expresarse libremente en todas direcciones. Se trata de asambleas, encuentros, talleres, actividades creativas, relaciones o formas asociativas diversas: una comunidad de diferencias que al actuar políticamente conforma una voluntad común. La multitud feminista implica relaciones transversales y una libertad en la acción política en la que coinciden el cuerpo, el pensamiento y los deseos que crecen por proliferación, yuxtaposición y disyunción, en vez de hacerlo por jerarquización piramidal.

Las mujeres fueron capaces de hacerse cargo del deseo de emancipación y están dispuestas a volver a construir lo común estableciendo un límite a la manipulación del poder que distribuye el orden social y asigna lugares. Ellas politizaron el deseo poniéndolo en juego en una ética emancipatoria que interrumpe el orden establecido por el poder.

El feminismo irrumpió como una fuerza intempestiva que causa un movimiento y muestra un camino. Las mujeres nos interpelan y hacen que nos preguntemos: ¿cómo librarnos del patriarcado? ¿Cómo expulsar el fascismo incrustado en nuestro discurso y en nuestros actos? 

Una invención efectiva y decidida a luchar contra el poder patriarcal y capitalista ocupó la calle, y puso un límite, un “ajuste de cuentas” en las relaciones entre igualdad y comunidad abriendo una inédita configuración del espacio político, una nueva realidad.

* Psicoanalista. Magister en Ciencias Políticas. Autora de “Populismo y psicoanálisis” y “Colonización de la subjetividad”.