"El disco, en un punto, es heterogéneo, los temas están diferenciados entre sí, pero a su vez coincido en un escenario por el que se puede circular con cierta unidad", dice Carlos Casazza de La sombra del sauce transparente (BlueArt Records, 2018), el disco que presenta esta noche, a las 19, en Museo Castagnino (Oroño y Pellegrini), con entrada gratuita.

En compañía de la guitarra clásica, Casazza propone un recorrido con la forma de ocho temas propios, en compañía de Ernesto Jodos (piano), Mauricio Dawid (contrabajo) y Carto Brandán (batería). La sombra del sauce transparente evoca, efectivamente, un escenario, una suerte de no‑lugar donde la sombra aludida puede evocarse, seguramente sentirse, dividida entre lo figurativo y abstracto. Vale decir, en el nuevo disco de Carlos Casazza hay un clima que impregna, que invita a quedarse allí, en ese momento. Y habitarlo.

"Cada tema tiene su lógica, es algo que siempre pienso en forma 'circense'. Es decir, quedó un disco heterogéneo en su composición interna y a su vez, deliberadamente, quedó un escenario grande que los cuatro acordamos como homogéneo", refiere el músico a Rosario/12. La sombra del sauce transparente es también la confluencia de un proceso musical, que se remonta a experiencias previas, porque "el cuarteto deviene de otros proyectos, donde se vieron involucrados Jerónimo Carmona, Ramiro Gallo, Luciano Ruggieri, Ernesto Jodos también. En su momento fue un quinteto, y fue ése el lugar donde comenzó a circular parte del material que termina en este disco. Después me encuentro con el cuarteto. Así que otra parte del material la escribí desde la dinámica de este grupo, no sólo pensando en la instrumentación, que me había quedado más o menos establecida, sino también en los perfiles de ellos mismos, como músicos. Hay también un sólo tema escrito en el pasado (Xul), que quería incluir, porque me gusta retomar algo ya escrito paraque encuentre un lugar nuevo. Es decir, el disco está formado por este tema antiguo, revisitado, por lo que venía escribiendo, y por un 30%, digamos, que pensé sabiendo que éste era el grupo. Pero también imaginando un disco posible".

La textura musical de la guitarra de Casazza pareciera hilvanar los distintos momentos, a través de una invitación al diálogo con los demás instrumentos. "Al ser todos los temas míos, me puse a pensar en los materiales ‑como se dice habitualmente‑, en cuáles son los temas a trabajar. Es un cuarteto con mucha intimidad, donde yo toco la guitarra clásica junto a la batería, piano y contrabajo, así que había que relacionar esto de alguna manera. Quizás haya tenido alguna función de liderazgo, que no veo como tal, porque estoy medio acostumbrado a la época del rock, donde todo era grupal; desde ya que hay que tomar decisiones profesionales y artísticas, y soy yo quien las toma. En este sentido, en cuanto a los solistas, creo que en el disco eso es algo que está bastante equilibrado, porque nadie está preocupado por tocar un solo más corto o más largo. El disco es jazzístico en un punto, pero me parece que algunos temas tienen una situación formal en la que el rol del solista tiene que cuidarse de no ser un monólogo sin sentido".

Es por esto que la relación musical que el disco exhibe permite pensar o intuir cierta dinámica entre las partes. Según Casazza, "uno imagina un contexto donde, primero, esté el compromiso del músico con lo que uno le propone, uno se ilusiona en eso, y se trata de una ilusión básica: que el otro lo sienta propio y se genere una especie de sociedad real. Obviamente, la otra ilusión es que alguien lo escuche, que a alguien le interese. Pero lo primero tiene que ver con generar algo en la inmediatez de tus propios compañeros".

Casazza confiesa tener "un problema bastante grave, no soy un músico con marcas genéricas, admiro a quienes manejan un género ‑folklore, tango, jazz‑, pero a mí no me tocó, no es lo mío. Algo que no es ninguna particularidad especial". De todas maneras, el jazz es el lugar desde el cual se puede referir La sombra del sauce transparente. Al respecto, el músico señala que "el jazz ha tocado un extremo maravilloso, porque hay un juego con la cuestión del individualismo ‑en el mejor sentido de la palabra‑ y la sociedad inmediata. Ningún grupo de jazz o de rock, si no tiene esa dinámica, funciona. Siempre miro con admiración eso. El jazz ha sido quizás la música más maravillosa del siglo XX y ahora, como decía Borges, está dispuesta a diluirse en sí misma; digo algo obvio, lo dice su historia, el jazz está dispuesto a desvanecerse y a reencarnar, si es ése el verbo, en una nueva situación. En el rock, ese impulso termina históricamente en un momento, hay que decirlo, si bien la lógica de la canción y del instrumental del rock ha sido un momento súper interesante de la música popular. Mientras el rock fue una música absolutamente acunada en la masividad y en el éxito, el jazz estuvo dispuesto a fracasar, lo que no es poco. El jazz jugó un juego más extremo, también porque estuvo dispuesto a tocarse con todos los otros lenguajes, y con una gran humildad. A lo mejor es eso lo que me atrae. Me gustaría ser un buen músico de jazz, o de rock, pero no lo soy".

Del hacer de Jodos, Dawid y Brandán, Casazza dice que "todos los músicos con los que toco son mejores que yo, son generosos, y entiendo que por lo menos el papel que les pongo enfrente les genera algún tipo de inquietud. Para mí eso es un halago suficiente. Tenía ganas de mostrar lo que estaba componiendo en los últimos años, de ponerlo con un grupo y en un disco. Me parece que lo que yo compongo se encontró con un grupo, es decir, es la misma música la que se encuentra con el grupo. Es eso lo que me hace sentir alegre".