La tarde de ayer fue, quizás, la más esperada por Norma Cuevas desde la muerte de su hija. Ana María Acevedo era una adolescente de 19 años cuando murió en 2007, después de que los profesionales y autoridades del Hospital Iturraspe se negaran, de manera ilegal, a practicarle un aborto no punible. Tampoco le brindaron el tratamiento indicado para el cáncer que tenía en la mandíbula: le dieron prioridad al feto, pero no salvaron a ninguno de los dos. El caso fue motor de organizaciones que salieron a exigir el aborto legal, seguro y gratuito. Ayer, Norma fue una de las expositoras más aplaudidas en Diputados al pedir la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo "para que a ninguna otra mujer le toque sufrir como a mi hija, y a sus tres hijos", según dijo con el pañuelo verde en su muñeca. Un manojo de fotos acompañó su relato. Una por una las mostró. "Esta es mi hija", dijo; y el retrato de Ana María interpeló a diputados y diputadas. "Vengo a pedirles que les den a las mujeres la posibilidad de elegir", reclamó. La diputada provincial Silvia Augsburger también hizo su ponencia. Fue la primera legisladora en presentar el proyecto de legalización del aborto, en 2008. Diez años después habló de la marea verde que "se manifiesta en las calles colmadas de mujeres jóvenes, nacidas en democracia, portando sus pañuelos verdes, color de la vida y la esperanza. Mujeres que quieren tomar decisiones libres, en condiciones de igualdad y seguras sobre su vida sexual y reproductiva".

"Mi hija no podía tener más hijos por un problema en la sangre. Pedimos la ligadura de trompas, pero se la negaron. El 9 de mayo de 2006 se sacó una muela y seguía con dolor", relató Cuevas. Cuando lograron que le hagan todos los estudios, le dijeron que tenía cáncer. "La mandaron al Iturraspe para quimioterapia y rayos. Cuando se fue a hacer la quimio le dijeron que tenía 15 días de embarazo. Pedí que le saquen el embarazo, pero no quisieron. Yo les decía que ella tenía tres hijos para criar y que la estaban esperando. A los seis meses sacaron al bebé que sobrevivió horas, y ella murió a los 14 días. Nadie la atendió, la abandonaron", relató Norma sobre una historia que Rosario/12 contó desde el inicio.

Más tarde, Augsburger ‑la primera legisladora nacional en presentar un proyecto por la legalización, en 2008‑ recordó la jornada histórica en la que que llevó 50 mil firmas con el pedido de aprobación de la iniciativa al Congreso Nacional. Ayer reforzó el reclamo: "Lo que ha cambiado radicalmente -dijo- es la conciencia social acerca de la necesidad de legalizar el aborto. La prohibición del aborto es la angustia más permanente a la que nos somete la sociedad patriarcal. Es saber que corremos el riesgo de quedar embarazadas sin quererlo; porque solo el deseo nos hace madres y porque no hay pena, castigo, prohibición, ni posibilidad de muerte que nos pueda disuadir de abortar, si no podemos o no queremos continuar con un embarazo. Hoy -prosiguió Augsburger- existe un escenario distinto: se abre este debate histórico porque los argumentos que hemos sustentado durante tantos años, son la cima de una montaña constituida por el enorme consenso social que alcanzó la necesidad de legalizar el aborto. Prohibir no es impedirlo, sino condenar a muerte a las mujeres que no pueden pagarlo. Penar conduce a aumentar los abortos inseguros y la mortalidad de mujeres gestantes, aún en casos admitidos por la ley, porque los prejuicios y la discriminación hacia las mujeres pobres las llevan a la cárcel, como a Belén en Tucumán; o a la muerte, como Ana María Acevedo".