De poco sirvieron todos los gestos realizados y centros tirados al presidente Mauricio Macri y su gobierno de parte del gobernador Miguel Lifschitz, que luchó a brazo partido desde un primer momento para que no lo ubiquen en el lugar del mandatario marginal. El santafesino pulió la relación, logró una tregua con el presidente y parecía encaminado a mostrarse como un opositor moderado, poco más que en los papeles. Pero desde la Nación la reciprocidad parecía no llegar nunca. Es más, no piensan pagar los 50 mil millones de pesos que la Corte Suprema decidió que le deben a la provincia. Unos bonos inciertos y un conjunto de obras que ya de por sí Nación debe realizar en el territorio. Fue toda la propuesta que en realidad intenta ganar tiempo y genera un grave incumplimiento.

Pero el debate por los tarifazos terminó por desgastar la relación. Cuando Macri decide que las provincias saquen sus impuestos de las facturas, Lifschitz reaccionó diciendo que el "descalabro" en el tema lo había armado Nación y que no podía ahora pretender que las provincias lo solucionen. Esta declaración, aseguran, fue el motivo que llevó al presidente a increpar al gobernador en un diálogo corto y tirante que ambos mantuvieron en la reciente visita de Macri a Armstrong, Las Parejas y Las Rosas.

Lifschitz está sensible sobre el tema porque todos los días aparece algún sector que le recuerda que la provincia tiene espaldas para morigerar el impacto a través del presupuesto que tiene la EPE. Le recuerdan que si bien el precio del servicio en todo el país es abrumador, en Santa Fe la energía sigue siendo de las más caras. Y hasta hay algunos que traen a colación aquella denuncia de Cristina Fernández de Kirchner cuando aseguró que en esta provincia "se habían robado los subsidios" todos estos años. Es más, la cuestión sigue siendo una especie de talón de Aquiles para el combativo diputado nacional Luis Contigiani que hizo mucho por la industria y se opuso claramente al modelo nacional; pero no pudo conseguir nada respecto de la tarifa eléctrica para las empresas. También los trabajadores nucleados en el Sindicato de Luz y Fuerza están incómodos con la cuestión porque se oponen claramente a la política nacional, pero aquí la patronal es el gobierno santafesino y están en juego muchas conquistas del sector en materia de convenio colectivo de trabajo. Es difícil imaginar que ‑como su sindicato hermano en Francia‑ salgan a anunciar reconexiones a aquellos que empiecen a acumular deudas por la energía eléctrica.

 

Andres Macera

 

Es claro que Lifschitz no piensa como Macri ni concibe el mismo rol del Estado que el presidente. Pero el cálculo del gobernador ‑que es idéntico en todo el socialismo‑ es que hay un alto porcentaje de votantes que siguen enojados con el gobierno anterior y otra abultada porción de la población que todavía no rompe lanzas con el macrismo. Allí anida esa tercera posición que los socialistas cultivaron desde el ballotage de 2015. Esa suerte de Corea del medio en la que eligieron pararse que no les dio resultados tan positivos. Con todo, se entiende la postura porque si se hubiesen inclinado hacia el candidato kirchnerista hubieran quedado también pegados a la derrota y no querían enquistarse con el electorado santafesino. Eso no les garantizó buena cosecha electoral, pero les permitió sobrevivir.

La cuestión ahora es establecer si esta ruptura de lanzas entre el gobernador y el presidente compromete seriamente las aspiraciones del primero en conseguir la reforma constitucional y, por ende, la posibilidad de pelear su reelección en el cargo. Sin el apoyo del PRO el proyecto entra en un diálogo casi bilateral con el peronismo que está ocupado en sus asuntos internos porque siente que si no comete demasiados errores puede quedarse con todo en Santa Fe en 2019.

De todas maneras, los problemas que tiene Lifschitz de cara al 2019 son al menos tres: La inseguridad y violencia que no ceden, la idea generalizada de un fin de ciclo para el socialismo en su conjunto, y la posibilidad muy cierta de que fracase la reforma constitucional. Respecto de la inseguridad y la violencia, el gobierno ha tomado un camino al menos polémico que pasa por no admitir errores propios y trasladar la responsabilidad a la Justicia. Cuando lanza sus dardos hacia la Justicia federal, por ejemplo, ésta acelera alguna investigación por narcotráfico en la que invariablemente aparece involucrado algún policía provincial de alto rango. Sucedió hace pocos días cuando desbarataron una banda que comandaba Edgardo Baigoría, policía y hermano del ex titular de Drogas Peligrosas. Sucedió esta semana cuando el ministro de Seguridad Maximiliano Pullaro reemplazó al jefe de la Unidad Regional I, Luis Saboldi, luego de conocerse que aparecía mencionado en escuchas telefónicas a un conocido narco de Santa Fe que acaba de ser condenado.

Lifschitz deja que hasta una funcionaria desconocida del Servicio Penitenciario cuestione a los jueces provinciales para no hacerse cargo del asesinato de Tubi Segovia dentro del penal de Coronda. Con desprecio y soberbia la jovencita apuntó contra los jueces que determinaron tal lugar de alojamiento del preso cuando es responsabilidad de esa penitenciaría cuidar la integridad de un interno.

En materia electoral, todos los sectores del PJ provincial conversaron una tregua sin agresiones. Todos coinciden en una gran PASO que haga de zaranda hacia la general y hasta se habla ya de turnos para cargos: Ahora los de una determinada generación y los más jóvenes esperan su próxima oportunidad. Es la manera más sencilla que tiene el peronismo para ordenar su tropa: Cuando se huele el poder cerca, suenan los bombos de la unidad sin demasiado trabajo. El gobierno nacional teme que lo mismo pueda suceder a nivel nacional y por eso muchos sospechan que desde el oficialismo se alentó la horrorosa intervención del PJ nacional con los personajes más siniestros que pudieran encontrarse. De todos modos, cuando el peronismo siente que Macri flaquea empiezan a borrarse los límites de las divisiones. Desaparece el kirchnerismo y el antikirchnerismo y hasta el massismo se allana a conversar.

En Cambiemos en Santa Fe todos le tiran al intendente José Corral, que aspira a ser el candidato a gobernador de la unidad de ese sector. Lo critican de igual modo macristas y radicales, pero lo cierto es que enfrente no hay demasiado para oponerle todavía. Ni Mario Barletta ‑que busca su venganza‑ ni Luciano Laspina, tienen la envergadura como para complicar al intendente santafesino. Habrá que ver cómo juega otro actor poderoso pero sin volumen electoral como Federico Angelini. La excelente estrategia diseñada por Marcos Peña para ganar la provincia con la marca Cambiemos en las últimas legislativas nacionales puede fracasar estrepitosamente a la hora de elegir a un hombre para gobernar la provincia. Ahí pesa más el nombre que la marca, si no Albor Cantard debería ser otra vez el candidato como ganador de las elecciones pasadas.