En la audiencia de ayer, la disputa por el peso de los espacios confesionales sobre las decisiones en torno al proyecto de legalización de aborto tuvo una tensión diferente. Entre la mañana y la tarde, en contra intervinieron nombres que ya habían tenido alguna participación –opositora– durante el debate de matrimonio igualitario (el abogado Mario Turzi, el médico Gabriel Pedro Flores), ministros religiosos (que no siempre se presentan como tales sino que prefieren inscribirse en Fundaciones o ONGs, como sucedió ayer con Bernardo Affranchino, pastor de la Iglesia Cristo para Todos), y abogados omnipresentes como Gregorio Badeni, que, desafiante –y en contradicción con otros constitucionalistas que ya expusieron en las audiencias–, dijo que el aborto puede legalizarse siempre y cuando se modifique la Constitución.

Pero a favor de la legalización, además de datos y argumentos jurídicos aportados por integrantes de la Campaña por el Derecho al Aborto y otras voces fines, hubo sorpresas. A su turno, el representante de Cristianos de Base, Pablo Herrero Garisto, gran cruz al pecho y pañuelo verde en la muñeca derecha, advirtió que aquellos en cuyo nombre hablaba “no podemos no queremos ni debemos imponer a la sociedad” criterios basados en creencias propias. Herrero Garisto criticó el uso que algunos espacios confesionales hacen de la objeción de conciencia médica como obstáculo para el acceso a derechos, y mencionó de manera explícita al Hospital Austral, que es, dijo, “único en el mundo” porque aplica ese criterio en cuestiones de salud sexual y reproductiva.

Sobre el cierre, la periodista Ingrid Beck narró cuatro casos de amigas suyas que debieron recurrir, en condiciones siempre alejadas de la seguridad o los derechos, a abortos clandestinos y sobrevivieron porque tuvieron suerte. Ellas, agregó, son madres de adolescentes, “pibas que todos los martes y jueves ponen el cuerpo acá, en avenida Rivadavia” para reclamar por la legalización del aborto. “Muchas de ellas votan el año que viene por primera vez” y “quieren tener derechos, no suerte” para sobrevivir a un aborto clandestino.