El Gobierno adoptó medidas drásticas en el área financiera, subiendo las tasas hasta el 57 por ciento anual para colocaciones a un día (pases activos del Banco Central), para competir con la especulación en dólares, y apenas una sola medida regulatoria: limitó la porción del patrimonio propio que las entidades financieras podrán mantener diariamente en dólares. Esta última medida obligará a los bancos a desprenderse, el lunes, de los activos en dólares que tengan por encima del 10 por ciento de su patrimonio, lo cual inicialmente provocará una oferta excedente de dólares en el mercado mayorista. Este impacto puntual podrá repercutir a la baja en la cotización del dólar, lo cual ya se anticipó en las operaciones de hoy con una caída de un peso respecto a los valores alcanzados ayer. El interrogante es qué pasará después.

Con una tasa de referencia del 40 por ciento (6,75 puntos superior a la vigente hasta ayer, y 11,75 puntos por encima de la vigente hace una semana), y el aumento al 47 por ciento de la tasa para pases activos a 7 días, el Banco Central busca inducir a todo el sistema financiero a que vuelque a la autoridad monetaria toda la liquidez posible, succionando así el dinero que podría dirigirse a la compra de dólares. Es una medida extrema, que en términos de estabilización de la cotización del dólar probablemente tenga efecto a corto plazo, pero a un costo altísimo y con resultados inciertos después de los primeros días.

Más allá del impacto monetario y cambiario, es indudable –y así lo reconoció el ministro de Hacienda en conferencia de prensa– que la suba drástica de tasas repercutirá negativamente en la actividad productiva, al encarecer o directamente hacer inalcanzable el crédito para la producción, y en el consumo, porque también castigará al financiamiento de compras con tarjetas de crédito.

En cambio, ninguna de las medidas apunta a resolver los problemas de fondo que afectan la estabilidad cambiaria y que condenan al actual programa económico a un seguro estrangulamiento externo: no resuelve el déficit en el comercio exterior, tampoco el déficit en divisas provenientes del turismo, ni limita la salida de capitales al exterior, que se viene dando y acelerando en estos dos años por fuga, remisión de utilidades y dividendos al exterior, o por las exportaciones no liquidadas, para las cuales ya se había eliminado toda exigencia temporal para ingresarlas al país.

Y no los resuelve, fundamentalmente, porque el gobierno de Cambiemos no está dispuesto a tocar los intereses de los grupos financieros, lugar de pertenencia de varios de los actuales funcionarios. Grupos financieros que jugaron a favor del actual gobierno para mellar al anterior, con fugas de divisas y shocks de mercado utilizando al dólar blue como ariete. Grupos financieros que, beneficiados por altas tasas en pesos, acompañaron el proceso de endeudamiento disimulando los baches que el programa económico iba creando. Grupos financieros que, ante una situación de incertidumbre, optaron por la “toma de ganancias”, vendiendo sus posiciones en pesos y huyendo hacia el dólar, lo que provocó la reciente corrida. Perjudicando al “gobierno amigo”, pero los negocios están antes que la fidelidad (bussiness first, diría Donald Trump).