2016 fue un año llamativo para la historieta argentina. Es difícil calificarlo como “malo”, pero ciertamente es imposible señalarlo como “bueno”. Si se quiere, es un año contradictorio, de más lanzamientos que en 2015, pero menores ventas. A primera vista, el aumento de novedades publicadas de autores argentinos es un indicador favorable. Si en 2015 fueron 119, este año la cifra provisoria elaborada por PáginaI12 se acerca más a los números de 2014: 134 entonces y aproximadamente 130 ahora, sin contar reediciones, reimpresiones, títulos de autores extranjeros y material sin ISBN, que en la historieta nacional abunda.

La mayoría de los sellos consultados, sin embargo, lamenta una baja en las ventas. En muchos eventos los editores lograron una facturación igual a la del año pasado, pero inflación mediante eso se traduce en muchos menos ejemplares vendidos. ¿Por qué creció entonces la publicación de novedades? Una mezcla de inercia de proyectos que venían armándose durante los últimos dos años y una necesidad de anticiparse a una posible crisis parecen ser dos factores. La experiencia del sector para construir espacios desde la autogestión y el asociativismo podrían ser otras explicaciones posibles para dar cuenta de cómo el circuito le “hizo el aguante” a un año complicado en lo económico.

Un desglose de los títulos publicados por editorial confirmaría esto. Los sellos que más crecieron o que sostuvieron su cantidad de títulos publicados año a año fueron aquellos que integran algún colectivo editorial o participan con frecuencia de experiencias de coedición. El caso emblemático en este sentido es el de LocoRabia, que lanzó 20 novedades (cuatro de ellas de autores extranjeros). La mayoría de esos 20 títulos fueron en coedición o con apoyos institucionales de algún tipo (Instituto Nacional del Teatro, Centro Cultural de España en Buenos Aires y otros), y además forma parte del tándem Nueva Historieta Argentina junto a otros cinco editores. Eso sí, según confiaron sus responsables a este diario, no planean repetir la cifra en 2017. 

Las grandes editoriales, como Penguin House Mondadori o el Grupo Planeta, publicaron algo menos y apostaron a lo seguro, fuesen autores o títulos conocidos. En el otro extremo, las editoriales más pequeñas que no están asociadas a ningún colectivo de colegas, sufrieron más los cimbronazos del año y las dificultades para acceder a ferias y otros espacios de venta. En este sentido, resulta notorio el ascenso de cuatro colectivos editoriales, lo que es el fenómeno comiquero del año. A NHA y Big Sur ahora se sumaron otros como Bebel, Asedio (Santa Fe) y Prendefuego (Córdoba). Los cinco colectivos sirven de paraguas para más de veinte proyectos reunidos por afinidad estética, intereses comunes o metodología de trabajo similar. Las excepciones a este fenómeno se apoyaron en el mecanismo de la preventa (al que los otros también recurrieron) como vía para anticipar los gastos de imprenta, que devaluación e inflación mediante tuvieron saltos monstruosos.

La otra razón que permitió a muchos sostener equilibrados sus números fue la venta directa a los lectores habituales. Si en los ‘90 la escasa producción local se refugió en las comiquerías y los fans y dejó de lado al público general, esta ocasión –Internet mediante– se amplió la posibilidad de compra online y se multiplicaron las ferias y eventos pequeños. El proceso se fortalecería próximamente. Dibujados, festival emblemático del under comiquero local, que siempre organiza dos fechas en el año, ya anunció tres para 2017. Saltearse a distribuidores y libreros (que por otro lado y salvo honrosas excepciones, nunca terminaron de entender cómo tratar y vender narrativa gráfica) les permite a muchos sellos mantener un precio competitivo, montar ofertas especiales y retener mayor tajada sobre el precio de tapa. A cambio, claro, de mayor tiempo invertido en un stand.

Y eventos no faltaron. Con mayor o menor fortuna, en Buenos Aires aparecieron cantidad de eventos pequeñitos que buscaron aportar su granito de arena para compensar la desa- parición de Comicópolis, cita cancelada por el actual gobierno nacional. La resurrección, en versión más modesta, del mítico Viñetas Sueltas no alcanzó a compensar la partida del gigante de Tecnópolis, pero se le sumaron otros, como el reciente Tinta Queer y espacios dentro de eventos más generales, como las ferias del libro regionales, como la de Vicente López, Córdoba (que premió por primera vez la edición de una historieta) o La Plata. En las provincias se sostuvieron los principales festivales y aparecieron otros. Crack Bang Boom se sostiene como baluarte del sector a nivel nacional, convocando gente de todo el país, de países limítrofes y concentrando muchos de los lanzamientos del año. Otros continúan su andar: San Luis ComicCon, Dimension Comics (Salta), Docta Comics (Córdoba) y algunos más en el resto del país. Esto sin contar las convenciones que ponen el “comic” en su nombre, pero mantienen a la disciplina en una jerarquía menor respecto de los productos audiovisuales, como la porteña Argentina ComicCon (paraíso del consumismo pop) o la fallida (y vergonzosa) MonsterCon. La primera, hay que reconocerle, trajo figuras del universo dibujado como el guionista Peter David o James O’Barr, autor de El cuervo. A Rosario llegó la talentosísima y entrañable guionista Gail Simone y en el Palais de Glace hubo para Viñetas Sueltas una exquisita exposición de manhua chino, con la visita de su curador y sus artistas.

Prever qué puede suceder en 2017 sería un acto de osada futurología. Las editoriales exhiben mucha cautela con sus planes. Las noticias de una nueva Comicópolis, aún sin fecha, lugar ni invitados confirmados entusiasmó a unos cuantos, lo mismo que la confirmación hace algunos días de Crack Bang Boom (que se mudará a octubre, tras años afincada en agosto). Los sellos más pequeños celebran la Dibujados extra y muchos apuestan a la continuidad de Viñetas Sueltas y los hipotéticos pequeños encuentros que vayan surgiendo. La venta directa será, como este año, lo que permita a muchos sobrevivir al 2017. Además, el historial de los últimos seis años muestra crecimiento de títulos publicados en sólo un año electoral: 2013. No hay muchas esperanzas de que estas elecciones legislativas repitan aquella excepción. En 2013 el kirchnerismo estaba consolidado y gozaba de popularidad pese al desgaste de una década de gestión, además de tener montados una serie de mecanismos de promoción de la cultura que la historieta aprovechó. El macrismo, en cambio, aún no termina de afirmarse y viene chocando de frente con todas las áreas de la cultura argentina. En el sector, la muestra es el Instituto Nacional de Artes Gráficas (INAG), cuya activación lleva pendiente más de un año, pues se sancionó a fines de 2015 y aún no se pone en funcionamiento. Sus posibilidades operativas concretas todavía son un misterio.